Teniendo presente la primigenia premisa de la Revolución Islámica Iraní: "Ni Este, Ni Oeste", escuchando de fondo al virtuoso Hossein Alizadeh; me hace trascender en el tiempo y la distancia, a una velocidad de 40 años de revolución, fraguada al calor de un pueblo creyente en la transversalidad de lo divino, como canon identitario islámico que se configuró en un innovador modelo político, situándonos ante la suprema soberanía de Dios, la cual interviene directamente sobre los principios clásicos de los sistemas gubernamentales existentes y familiarizados por la ciudadanía mundial.
Ahora bien, visibilizar la verdad de la revolución iraní siempre es una oportunidad de ponerle coto a pretensiones feudales, coloniales e imperialistas, esas que el Internacionalismo procura esclarecer más allá del Este y del Oeste, donde las fronteras son tan solo pequeñas líneas invisibles.
Por ello, comprender su sistema político radica en comprender el binomio Imam – Umma; es decir, un sistema que observa al gobierno y sus instituciones, en función de garantizar los preceptos islámicos en su pueblo, ergo, la dimensión divina del republicanismo prevalece en la voluntad de sus ciudadanos; por lo que además de ser un sistema popular ajustado a la división de los poderes ejecutivo, judicial y legislativo, es también un gobierno divino de fieles creyentes.
En este sentido, los fundamentos del Sistema Republicano Islámico se sostiene en el Voto del Pueblo y las Leyes de Dios, como resultado de la concientización promovida en otroras tiempos por el Ayatollah Seyed Ruholá Khomeini (que descanse en paz), al frente del germen disidente popular en oposición a la monarquía entreguista del Rey Pahlavi. Su esclarecedor mensaje ilustró la palabra y acción del pueblo iraní, quien continua desafiando a la hegemonía imperial sin mermar en su capacidad técnica por medio de la virtud y la piedad, como sustrato de una jurisprudencia teológica de carácter islámico que fluye entre lo permanente y lo variable, de acuerdo a los actuales tiempos que vivimos.
Es precisamente gracias al acompañamiento de Alfaquíes y eruditos ceñidos a la Sunna (la Tradición del Profeta -la paz sea sobre él y sus descendientes-), a la Lyma (consenso de las autoridades religiosas), a la razón y al sagrado Corán, quienes forjan la sociedad moderna iraní en su único y sagrado sistema de gobierno.
Aspectos tan mundanos como lo social, político, militar, cultural y económico, tampoco escapan de la dimensión divina del republicanismo iraní; siendo la Unidad Islámica un principio de fraternidad universal de los musulmanes en su diverso crisol, como parte esencial de la comunidad y la República Islámica de Irán, sustentada en la solidaridad de las diversas naciones islámicas, además de la inclusión de las minorías religiosas; quienes en consonancia con la soberanía nacional, la constitución y los versículos coránicos siempre han sido tratados como sujetos de derecho, justicia y equidad islámica; muy por el contrario de lo divulgado por la propaganda sionista y sus colaboradores.
Asimismo sucede con lo referente a las libertades civiles y los derechos de las mujeres, quienes son parte de la comunidad y de la República, ergo, el gobierno garantiza sus derechos bajo los mismos preceptos islámicos que a todos; es decir, la mujer iraní participa activamente de la construcción de la República Islámica de Irán en múltiples áreas; incluso aquellas en que los estereotipos occidentales no la reconocen, verbigracia, tareas políticas, económicas e incluso militares.
Finalmente podemos decir que, la Revolución Islámica de Irán significó un gran desafío y un cambio del paradigma hegemónico del mundo bipolar de hace 40 años, con lo cual sentó precedentes no sólo para los hermanos pueblos musulmanes del mundo, sino también para aquellos pueblos no alineados al imperialismo, coloniaje y sionismo de la arquitectura global.
Los logros y avances de la República Islámica de Irán del siglo XXI, trasciende la dependencia de occidente al dar fiel cumplimiento de los objetivos planteados en su génesis, como: la independencia económica, la autosuficiencia, la creación de empleos y el establecimiento de una vida estándar a sus ciudadanos bajo los preceptos del sagrado Corán y su indeleble impronta en el andamiaje institucional y comunal de su pueblo creyente.