En «Ernesto Che Guevara y las fuerzas morales de la historia. Prólogo a la edición boliviana de En la selva. Los estudios desconocidos del Che Guevara (A propósito de sus Cuadernos de lectura de Bolivia)», Néstor Kohan nos descubre que «en la tradición de la memoria popular, se encuentra resumido "el ADN" de las luchas presentes y futuras. No son slogans ni imágenes publicitarias retocadas con los programas de computación Photoshop o Affter Effects, videoclips de marketing electoral, consignas de ocasión o discursos fabricados en serie para medir en las volátiles encuestas de opinión. No tiene que ver con un corto número de caracteres de Twitter, dos fotos de Instagram, tres mensajes de Whatsapp ni cualquier recurso de la última red social de moda. No. Se trata de algo infinitamente más simple e inconmensurable: ejemplos de vida que marcan al rojo vivo las decisiones vitales de millones de personas cada mañana, cada mes, cada año. Coherencia entre el sentir, el pensar, el decir y el ser. Unidad viviente de proyectos imaginados, objetivos propuestos y planes terrenales para llevarlos a la práctica jugándose el pellejo en lo que se predica, se escribe y se dice».
Una cadena de eventos suscitados en, por lo menos, los últimos treinta años de historia de la humanidad corroboran dicha afirmación; en el caso de nuestra América, la insurgencia popular del «Caracazo» en Venezuela en 1989 que hizo añicos la ilusión de armonía creada por las minorías dominantes gracias a la renta petrolera y la protagonizada, a su vez, a comienzos de 1994 por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en México, lo que supuso el abordaje de la realidad política, económica, cultural y social de este país de un modo novedoso, según la perspectiva de aquellos que, desde la época colonial, siempre fueran invisibilizados por las minorías hegemónicas de la sociedad mexicana. Igual podrá citarse la larga lucha emprendida por los movimientos campesinos y ambientalistas por la posesión de las tierras y la preservación de la naturaleza frente a la insaciable voracidad mercantilista de los grandes consorcios transnacionales, responsables en gran parte de la catástrofe climática que se cierne sobre todo nuestro planeta. A ellos se suman, en un sentido más general, las organizaciones feministas, sexo-diversas, estudiantiles, gremiales y, más recientemente, los «chalecos amarillos» en Francia, entre otras más que pudieran resaltarse, en constante defensa de sus derechos. Todas ellas coincidentes en cuanto al principal enemigo a atacar: el viejo Estado burgués liberal como soporte visible del sistema capitalista mundial. O lo que otros, sin carecer de razón, denominan el sistema-mundo.
Tal cadena de eventos, también pone sobre el tapete un rasgo común aunque se trate de soslayar, convirtiéndolo en algo meramente circunstancial y, en algunos casos, simplemente emocional: El temperamento revolucionario de los sectores populares aflora y se somete a prueba toda vez que las distintas instituciones del Estado fallan en el cumplimiento de sus deberes y dejan de ser, así, garantes confiables de sus derechos constitucionales. Por otra parte, vale resaltar que, debido a la lógica del capitalismo neoliberal, la cual tiende a imponer la preeminencia del éxito individual frente a las necesidades y los intereses colectivos, estos movimientos y grupos se han visto obligados a confrontar igualmente la creciente depreciación de los valores de la convivencia que han sido patrimonio intangible de los pueblos. Esto concuerda con la conclusión a que llegara Murray Bookchin, historiador, profesor universitario, investigador, ideólogo y activista ecologista de origen estadounidense, respecto a que «la vida urbana en la metrópolis moderna vive una situación de anonimato, de atomización social y de aislamiento espiritual que prácticamente no tiene precedente en la historia humana. Hoy en día, la alienación humana es casi total. En el espacio urbano, las prácticas de cooperación, de ayuda mutua, de simple hospitalidad y de decencia se han reducido de manera alarmante». Toda esta descomposición no parece casual. Ella le conviene hartamente a quienes controlan el mercado capitalista global por lo que la diversidad sociocultural de nuestros pueblos es vista como una seria amenaza que debe conjurarse a corto o mediano plazo, con cualquier recurso, incluyendo el asesinato selectivo de dirigentes populares (como sucede de un modo habitual en México, Centroámerica y Colombia) y la promoción sistemática de noticias falsas que desencadenen revueltas y atentados terroristas que deslegitimen a cualquier régimen que se oponga a sus pretensiones hegemónicas.
Cuestionadas y puestas en tensión, las estructuras de dominación establecidas(siendo, en su mayoría, muy similares entre sí) tienden a vincularse y a reforzarse bajo el pretexto permanente de una lucha interminable contra factores que van cambiando, incluso, de fisonomía, pero casi siempre externos, a los cuales es preciso erradicar para devolverles la paz y la seguridad a los ciudadanos, aun cuando ello suponga violar todo precepto y todo derecho conocidos. Esto complica el accionar de los distintos movimientos que, en un grado menor o mayor, son estigmatizados como subversivos y/o terroristas (como sucede de forma habitual con los mapuches en Chile y, extremando el ejemplo, con los palestinos), aprovechándose de los mecanismos de control y represión a disposición del Estado. Ya esto no se limita a acciones encubiertas, al estilo del Plan Cóndor ejecutado durante los años setenta por las dictaduras del cono sur latinoamericano bajo el patrocinio y la asesoría de la CIA estadounidense.
Ahora se configura de una manera pública y abierta una internacional autoritaria pro fascista (otros la definen con términos diferentes, pero todos coincidentes en cuanto a lo que ésta representa), con Estados Unidos al frente, que podría precipitar situaciones graves en el terreno interno y externo de cada país al acordar y ejecutar acciones extraterritoriales y extralegales en beneficio de sus objetivos e intereses (del modo como se hace con Cuba, Nicaragua y Venezuela, por decisión unilateral de Donald Trump y su equipo de gobierno ultra reaccionario); conformando un gobierno corporativo que abarque toda la extensión de la Tierra. Esta última amenaza pudiera contenerse de una manera más efectiva que el poder de disuasión militar conjunto de China y Rusia si la diversidad de grupos, movimientos y organizaciones sociales armaran una estrategia común, extraída de lo que hasta ahora se les niega y del conocimiento adquirido respecto a lo que son, principalmente, el Estado burgués liberal y la economía capitalista, dada su estrecha conexión e historia.