En medio de la pandemia global y el esfuerzo de gobiernos responsables y comunidades de buena voluntad por superarla, frente a quienes sólo pretenden sacar mayores ganancias, la noticia de la agresión al pueblo venezolano por una operación contratada con mercenarios, la cual fue neutralizada por la alianza cívico militar policial con apoyo de la población de Chuao en la costa central venezolana, genera una extensa solidaridad ética global.
La divulgación de confesiones de los mercenarios detenidos, con datos concretos del contrato firmado para la operación, con cláusulas que pretenden eludir la responsabilidad de gobiernos involucrados y con objetivos totalmente delictuales, como pago por secuestros de gobernantes y funcionarios reconocidos legítimamente, generan una amplia repercusión de análisis y rechazo mundial.
En la resolución 1987/16 de la COMISIÓN DE DERECHOS HUMANOS de la ONU, (Ginebra Julio 2002. Folleto informativo No 28), afirma que la Carta de 1945 es el documento fundacional de las Naciones Unidas. Allí se define a los "mercenarios como soldados de alquiler o «soldados de fortuna» quienes pretenden que no están motivados por el lucro sino por fines altruistas, ideológicos o religiosos, pero lo cierto es que se los contrata -por una remuneración para combatir o lanzar ataques en un país o conflicto que no es el suyo. Se estipula en el Artículo 2: «Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado…La utilización de mercenarios para hacer uso de la fuerza contra otro Estado queda dentro del ámbito de esta prohibición… La Asamblea General y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas han condenado la utilización de mercenarios como forma de injerencia externa en los asuntos internos de los Estados… Con el correr del tiempo, la Asamblea General ha ampliado el alcance de su condena al incluir el deber negativo de abstenerse de organizar o fomentar la organización de mercenarios para hacer incursiones en el territorio de otro Estado, sino también el derecho positivo de «evitar el entrenamiento, la financiación y el reclutamiento de mercenarios en su territorio y el envío de mercenarios al territorio de otro Estado, así como de negar toda facilidad, incluida la financiación, para el equipamiento y tránsito de mercenarios» .
Con todas estas afirmaciones, la agresión mercenaria al pueblo venezolano, que se une a tantas agresiones sufridas por pueblos como el actual de Siria, con tanta tragedia humana, y además en medio de la pandemia global, representa una sacudida de conciencia ética mundial frente al devenir humano. A los esfuerzos globales del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres y de la OMS, por superar la pandemia, se une ahora la necesidad de frenar la tendencia mercenaria de los poderes opresores. Tarea urgente de los gobiernos responsables y comunidades de espiritualidad liberadora del mundo en función de la paz con responsabilidad con la gente y la Madre Tierra.