El ejemplo de lo ocurrido en Bolivia no debería ser un ejemplo escogido al azar, limitando la victoria electoral de Luis Arce a una simple reacción frente a la imposición de los grupos fascistas que derrocaran al Presidente Evo Morales con el respaldo del gobierno gringo y la Organización de Estados Americanos. Gracias a las elecciones -siempre usadas por los sectores hegemónicos como instrumentos de control y de dominación de las mayorías populares-, el pueblo boliviano pudo demostrar su apego a las reformas democráticas impulsadas por el gobierno progresista de Morales lo que, unido a la actitud retrógrada de los grupos fascistas/conservadores, hizo que superara la represión y las amenazas con que éstos quisieron devolverlo a su estado anterior de sumisión y exclusión.
La diferencia, oposición y contradicción existentes entre los grupos, capas y clases sociales en Bolivia pudieron verse, desde la época colonial, como realidades insuperables sobre las cuales no podría hacerse nada para quebrantarlas y transformarlas aunque fuera en un mínimo detalle o aspecto, gracias a la ideología de quienes ocuparon el máximo sitial en la pirámide del poder. Sin embargo, como lo aclara Jean Marc Piotte en su estudio El pensamiento político de Gramsci, «las clases subalternas no son puros receptáculos; no se hallan enteramente condicionadas por la ideología de las clases dominantes; piensan por ellas mismas, hasta un cierto nivel». De este modo, no solo por el papel cumplido por Evo Morales, sino por el extenso y sacrificado historial de luchas reivindicativas de los movimientos populares, campesinos, obreros e indígenas, pudo lograrse en esta nación andina la experiencia de protagonizar unos momentos de transición cualitativa que anticiparon en mucho un ejercicio más pleno y directo de la democracia, más allá de sus esquemas tradicionales; definiendo así una nueva realidad y superando los límites impuestos por los sectores dominantes.
Ahora les corresponde a los sectores populares bolivianos enfocar su atención en el decisivo problema del poder y evitar que, nuevamente, la ultraderecha use los mecanismos constitucionales en su beneficio o que todo desemboque en una situación parecida a la escenificada en Ecuador tras el período presidencial de Rafael Correa. Como lo observan los militantes de Askapena, Iñaki Etaio y René Behoteguy, «el pueblo boliviano ha dejado claro que no apoya a una persona sino un proyecto político de emancipación de las clases populares y los pueblos originarios». Una cuestión que no puede limitarse a la ocupación de todos, o la mayoría, de los cargos burocráticos del Estado, puesto que esto no es suficiente garantía para iniciar una transformación estructural de la sociedad y, sobre todo, en favor de la mayoría. Siendo ellas concomitantes, es el momento oportuno para llevar a cabo cambios en cuanto a las relaciones de poder y las relaciones de producción. Con ello, se podrá separar entonces el grano de la paja. -