La elección en EEUU no es un reinicio para mejores relaciones globales

Traducción desde el inglés por Sergio R. Anacona

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Una contradicción acerca de la elección presidencial en Estados Unidos sería la siguiente: considerando la intensa atención y comentarios prestados por los medios de prensa alrededor del mundo, uno podría esperar como resultado, que quizás esta causara enormes consecuencias. Sin embargo, la mundana realidad es que habrá pocas consecuencias notorias para las relaciones de Estados Unidos con el resto del mundo.

Estados Unidos seguirá comportándose como si estuviera por encima del derecho internacional, interfiriendo en los asuntos de otras naciones, abusando del privilegio que tiene el dólar como divisa decretada y empleando unilateralmente la violencia y la guerra para imponer sus objetivos cuando lo considere necesario.

Durante el último siglo, todos los presidentes norteamericanos han tomado parte en todas estas prácticas criminales. ¿Cómo podríamos esperar cualquier diferencia a través de un cambio de cara en un sistema impuesto por el mismo poder corporativo? Solo cuando el sistema que tiene el poder cambie fundamentalmente, solo entonces, podríamos esperar ver cambios significativos para mejor.

Pareciera que el candidato demócrata Joe Biden, ha obtenido suficientes votos para ganar la Casa Blanca contra el actual presidente republicano, Donald Trump. Las idiosincrasias del sistema electoral norteamericano significan que el recuento de los votos se prolongue durante varios días, más allá de la fecha oficial de la elección, el tres de noviembre recién pasado. Debido a la cercanía de la carrera también habrá cuestionamientos legales de los resultados, especialmente de parte de la campaña de Trump que desde antes ha hecho dudosos reclamos acerca de un fraude electoral.

No obstante, como dijimos anteriormente, apenas importa quien finalmente gane la Casa Blanca y sea inaugurado como el presidente número 46 el 20 de enero próximo. Los últimos cuatro años de Trump han demostrado ampliamente que cualquier esperanza en torno a un mejoramiento en las relaciones de Estados Unidos con Rusia ha sido descartada. Trump no solo ha sido mantenido como mero rehén debido a una reactivación de los prejuicios anti rusos de la Guerra Fría dentro del establecimiento de Washington. Él prestó su propio toque personal para deteriorar las relaciones bilaterales con políticas tales como socavar las negociaciones para el control armamentístico, como también atacar el comercio energético de Rusia con Europa a través del gasoducto Nord Stream.

Por su parte, Biden ha declarado de manera más vehemente que Trump su antagonismo hacia Rusia. Existen razones para estar cautelosos de cualquier novedad en la Casa Blanca y cómo la política exterior de Estados Unidos podría tornarse aún más agresiva.

Lo que queda patentemente claro es cuán amargamente polarizada y dividida se ha tornado la política interna norteamericana. Esto se debe al históricamente fallido sistema bipartidario que durante décadas dejó amplios estratos de la población, en su mayoría de clase obrera, ajenos a la clase política. Existe una irreparable desconfianza y distorsión entre el pueblo norteamericano. Con respecto a esto, pareciera imposible para cualquier nominal ganador electoral sea capaz de ejercer su mandato.

Un mecanismo probado y confiable para estimular es el de "unir" al pueblo concentrándolo en torno a la bandera en contra de un seleccionado enemigo extranjero. Dado el difícil de manejar y fraccionado carácter de la sociedad norteamericana, resulta mayormente imperativo para la clase dominante norteamericana imponer algún nivel de coherencia con el propósito de restablecer la autoridad necesaria para ejercer el poder. Con la acuciante necesidad de concentrar un sentido de autoridad podría, por lo tanto, esperarse que la política exterior norteamericana se torne más agresiva y militarista durante los próximos cuatro años.

Por lo tanto, cualquier noción en torno a que la elección presidencial pudiera permitir algún tipo de benigno reinicio de las relaciones globales de Estados Unidos, está lamentablemente desubicada.

La nave del estado norteamericano ha mantenido en un curso acelerado hacia la colisión y el conflicto durante muchos años, sino décadas. El cambio de la figura del capitán en el puente de mando no va a cambiar el torvo curso de lo que ha sido determinado por los intereses de los Grandes Negocios, Wall Street y el complejo militar industrial del Pentágono en búsqueda de las ganancias capitalistas de Estados Unidos.

Sin embargo, habiendo dicho todo esto, el resto del mundo no debiera dejar que su hastío por la mala conducta de Washington le permita a este quedarse paralizado en sus agitadas ambiciones globales. El mundo ha cambiado dramáticamente desde aquellos días en que Estados Unidos era una formidable superpotencia. Nuevos centros de poder han surgido en un mundo multipolar, particularmente el cambio del paradigma en la economía global hacia China y Eurasia. Rusia y China están paulatinamente solidificando su asociación económica estratégica. Ellas están y deberían continuar estando en esa vía de codesarrollo con otras naciones y dejar que Washington se arrope con sus propios fracasos.

El resto del mundo de manera muy realista debería dejar de prestar tanta atención al espectáculo que brinda Estados Unidos. Es como ver un "reality TV show" el cual produce pocos resultados, excepto el de degradar y embobar al observador. Lo mejor sería levantarse del proverbial sillón y continuar construyendo una alternativa, es decir, un mundo real.

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