1. El capitalismo explotador y opresor con sus poderosas armas domina desde hace más de 500 años en el mundo; por ello las decenas de miles de organizaciones de izquierda radical en todos los países, que hemos buscado destruirlo, hemos fracasado. Sólo los marxistas radicales y los anarquistas han estado comprometidos a levantar al pueblo en la defensa de sus propios derechos. Las otras ideología “de centro, independientes, autónomas o neutras”, que usan los llamados progresistas: políticos, empresarios, intelectuales, terminan adorando el oro capitalista conservador. Para estar en condiciones de luchar por su libertad, el pueblo tiene que renunciar a toda la ideología burguesa/capitalista que durante siglos le han impuesto en la familia, la escuela, la iglesia, los medios de información que son costumbres, comodidades, miedos, religiones, padecidas en milenios.
2. Recuerdo que la escuela primaria y la secundaria me las pasé en blanco, memorizando y repitiendo las lecciones de mis maestros sin entender nada. Sólo hasta los 19 años de edad –estando en segundo de preparatoria o bachillerato – también donde ningún maestro nos habló de luchas sociales- cuando por la Revolución Cubana y las huelgas de ferrocarrileros en México, comencé a darme cuenta de la realidad y me inicié en el activismo opositor de izquierda. Recuerdo que un año antes (1958), por aquello del azar, me encontré tirados en nuestro humilde domicilio de la población, el libro del español RH Ibarreta: “La religión al alcance de todos” y el folleto del yucateco Antonio Betancourt: “Economía marxista”. Con ambas lecturas extremadamente casuales y en solitario, me hice antirreligioso y con el folleto de Betancourt –junto a los otros acontecimientos- entendí lo que era el pueblo explotado y oprimido.
3. Fue la Revolución cubana y los discursos de Fidel Castro (la Primera y Segunda Declaración de La Habana de 1961-62), así como el activismo antimperialista en defensa de Cuba, Vietnam, Ho Chiming y el Ché Guevara los que me despertaron; unido a esa situación internacional, estaba la explotación, la pobreza, la miseria y el hambre, de decenas de millones de mexicanos gobernados desde que triunfó la revolución burguesa mexicana de 1910-17, por gobiernos ladrones y asesinos, representantes del capital empresarial. Yo que viví con gran intensidad –como hijo de carpintero- en una población que sólo llegaba al quinto año de primaria, tuve que cursar el sexto año en Mérida, la capital de Yucatán y luego la secundaria en un internado para hijos de trabajadores. Así que en 1959 la revolución cubana y la gran huelga ferrocarrilera me salvaron de vivir con la conciencia burgo/capitalista de los medios de información.
4. En 1960 –por necesidad- me hice profesor de primaria y al mismo tiempo miembro de MRM (Movimiento Revolucionario del Magisterio othonista; en 1961 fundador del Movimiento de Liberación Nacional (MLN) cardenista y también –en 1962- fundador en Yucatán del Partido Comunista Mexicano (jruchoviano) al que renuncié cuatro años después para integrarme en el DF al espartaquismo, obligándome a conocer de manera paralela los fundamentos del maoísmo y el trotskismo que en aquellos años se debatía de manera abierta, sobre todo entre los partidos de Rusia y China. Desafortunadamente este tipo de grandes debates desapareció, cuando hoy los EEUU están desesperados porque Rusia, China, India e Irán, se han hecho muy poderosos. Los marxistas/anarquistas empujamos para enterrar al imperio yanqui y todo lo que huela a imperialismo opresor como paso a desaparecer a todo gobierno y desigualdad.
5. Pero, ¿qué significó para mí el capitalismo? La primera idea clara que tuve y vivía fue la profunda desigualdad social, económica, política y de todo tipo. Mi pueblo, de tres mil habitantes, 2,900 era miserable y 100 de clase media baja. La ciudad de Mérida –la aristócrata de los blancos- tenía (como hasta hoy) un 80 por ciento de familias miserables, 18 de clases medias y dos por ciento de ricos, sobre todo después que se desplomó en 1970 la producción henequenera y cordelera. Lo condenable es que la religión, el cine, la radio, los periódicos, los deportes y todas las costumbres, bloqueaban el pensamiento, la mentalidad de todo el pueblo haciéndole conformista al ver todo como “natural” o porque “dios así lo ha querido”. En los pueblos, a pesar de ser más miserables, existe mucho menos conciencia que en las ciudades donde la gente ve más injusticia y desigualdad y es menos conformista.
6. Pareciera que la conciencia social se desarrolla mucho más en las grandes ciudades porque allí está la mayoría de la gente, allí viven los grandes explotadores y políticos y allí son más evidentes el desempleo, la miseria, el hambre del pueblo. Lo que no impide que en estados como Oaxaca, Guerrero y Chiapas, surjan importantes luchas provocadas por la miseria extrema. Si el presidente AMLO quiere –de verdad- solucionar problemas, que empiece por expropiar las riquezas de los expropiadores políticos y empresarios que son un millón de millones de pesos; que duplique el salario mínimo; que decrete el congelamiento de precios y el fin del desempleo. Si no toma medidas radicales, se pensará una vez más que está jugando –como en sexenios anteriores- para entretener a la gente. Desafortunadamente no hay izquierda radical en México, desapareció en 1977 para hacerse electoral. (28/III/21)
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