"El gobierno progresista no puede funcionar con las reglas de juego marcadas por el neoliberalismo". Estas son las declaraciones de Yolanda Díez.
Pues con esas palabras está dicho todo. Ya era hora de que alguien lo dijese porque todo mi discurso sociopolítico pasa por esa premisa. Una premisa presente desde 1978. Lo que llamó la causa de la causa de todo lo demás, agravada en España por la otra concausa: las reglas de juego en la política más cercana y doméstica por los franquistas respaldados por los tribunales españoles. En esto se resume la historia de España de estos últimos 44 años.
Por esto no se me habrá visto o leído detenerme, más que si acaso ocasionalmente y por descuido, en pormenores aislados por "importantes" que sean, que no faltan ni un día desde aquel políticamente hablando fatídico año. Si la premisa mayor, si las raíces de un Estado están, y lo están, viciadas por unas circunstancias fruto de maniobras profundas de franquistas, tanto políticos como magistrados, y a eso añadimos las reglas de juego del neoliberalismo que no son ni más ni menos las reglas de juego de las finanzas, de la banca y las del capitalismo atroz a las que se refiere Yolanda Díez, ya se nos dirá qué expectativas habían, hay, desde la transición hasta ayer. Se podrá hablar mucho de deseos de avanzar en justicia social, en igualdad de derechos, en libertades públicas, en protecciones sociales, en feminismo del bueno, no el deformado, etc. Pero todo eso depende de unos cimientos de cartón piedra. Tan pesados lastres no hay dios capaz de removerlos.
Todo viene determinado por la truculencia social y política que hay tras la andadura del estado español desde que feneció la dictadura. Ni el Consejo de Europa, ni la UE, ni los tribunales de justicia europeos, y en especial el de Derechos Humanos, son capaces de meter en vereda a una nación histórica y naturalmente extra-europea, o incluso contra-europea, como es esta España propiedad de las clases sociales dominantes y de una Iglesia capaz de apropiarse por las buenas de más de cincuenta mil bienes que fueron de propiedad pública pese a no estar registrados. Otro abuso insoportable que en otro país hubiera merecido el encarcelamiento de los peticionarios y de los mismísimos registradores de la propiedad que procedieron a las inmatriculaciones. Otro abuso propio de la bajeza típica de los mandamases de este país, que reza así: lo que es de todos es de quien se lo apropia…
España es una nación a la que pese a lo que pudiera parecer, le falta otro siglo por lo menos para aproximarse a las sensibilidades de los que están al otro lado de los Pirineos, pese a estar habitada por millones de habitantes inteligentes. Y no sólo inteligentes sino también prudentes, constructivos, cultos y talentosos que, por sentirse rodeados de envidiosos, de oportunistas y de ventajistas hacen como el armiño que prefiere permanecer dentro del círculo rodeado por la basura antes que atravesarlo para no perecer en el intento: tan pulcro es…