La Crisis Venezolana y el Sentido del Diálogo en México

LA CRISIS VENEZOLANA Y EL SENTIDO DEL DIÁLOGO[i] EN MÉXICO

Gustavo Márquez Marín (*)

El diálogo en México entre el gobierno venezolano y el gobierno de EEUU representado por el sector opositor de la derecha extremista pitiyanqui, representa simbólicamente el reconocimiento del fracaso de la estrategia del «gobierno dual» promovida por Washington, a partir de la auto proclamación (2019) como «presidente interino» del diputado a la Asamblea Nacional (AN) Juan Guaidó. De hecho, quienes están negociando y se reconocen mutuamente son, por una parte, el gobierno de Nicolás Maduro y por la otra la «Plataforma Unitaria» integrada por las organizaciones políticas que respaldan el «interinato» virtual del susodicho.

En ese diálogo no está representada toda la oposición, sino una fracción de ella hoy bastante disminuida. Las diferencias surgidas al interior de los partidos que conforman la «Plataforma Unitaria», en la confrontación entre las estrategias de la «ruta insurreccional» sustentada por Juan Guaidó y su grupo versus la «ruta electoral» impulsada por los sectores democráticos de la oposición[ii], terminó en su fragmentación. A la llamada «Alianza Democrática», conformada por los partidos que participaron en el diálogo nacional convocado por Maduro y en las elecciones de la nueva Asamblea Nacional (2020), no se le invitó al diálogo de México. Tampoco se invitó a la Alianza Patriótica Revolucionaria (APR) conformada por el Partido Comunista (PCV) y demás organizaciones y corrientes de izquierda disidentes del gobierno. Así como tampoco están, los movimientos sociales y organizaciones de la sociedad civil. Se trata de un diálogo excluyente entre el gobierno venezolano y el gobierno de EEUU que es quien realmente puede decidir si levanta o no las medidas coercitivas que le impuso a Venezuela, a cambio de una posible transición hacia un gobierno afín a sus intereses. Visto desde una perspectiva de clases, el diálogo de México es el escenario de una negociación entre dos fracciones de la burguesía venezolana que buscan acordarse sobre un esquema de cohabitación y reparto del poder. Entre la burguesía emergente, vinculada a China y Rusia, gestada en el seno de la burocracia a través de la acumulación mafiosa de capital y la burguesía tradicional, intermediaria de las grandes corporaciones transnacionales de occidente, principalmente de EEUU.

Más allá del carácter excluyente del diálogo, hay que reconocer que es un paso en la dirección correcta hacia la superación de la crisis político institucional del país, porque potencialmente podría permitir avanzar en el proceso de reinstitucionalización y retorno a la Constitución por la vía pacífica y electoral. Tanto el gobierno de Maduro como la facción golpista proyankee de la derecha extremista agrupada en la «Plataforma Unitaria», han rivalizado en su disputa por el poder pisoteando la Constitución. Sin embargo, este diálogo podría servir para promover una transición política que le permita al pueblo soberano, titular de la soberanía nacional, redefinir su destino en esta encrucijada histórica en que la tentación autoritaria y la injerencia externa amenazan la República. También podría servir para poner de relieve, la urgencia de atender la crisis social compleja que afecta a la sociedad venezolana, sometida a niveles de pobreza superior al 80% en el contexto de una hiperinflación espantosa, derivada de la profunda crisis económica y social resultante del agotamiento del modelo rentístico petro-dependiente primario exportador, de la corrupción y el burocratismo ineficiente del gobierno y, del impacto de las sanciones económicas criminales aplicadas por EEUU que han exacerbado el colapso de la producción petrolera, de cuyas exportaciones depende la economía de la Nación.

Hay que construir una oportunidad para que las víctimas de la crisis política pongan sobre la mesa del diálogo sus demandas. Para que los movimientos sociales eleven su voz para exigir que se priorice la atención de la emergencia social compleja que sufre la Nación. Para que se restituya el Estado de Derecho y de Justicia, se liberen los presos políticos y cese la persecución de los luchadores sociales, de los trabajadores y del movimiento sindical que reclama un salario justo y condiciones de vida y de trabajo dignas. Para reclamar el cese de las sanciones económicas criminales impuestas por EEUU y la Unión Europea, violatorias del derecho internacional y los derechos humanos de los venezolanos. Este es el sentido que debería tener el diálogo en México para que realmente sea útil a los venezolanos.

(*) Ex Embajador de la República Bolivariana de Venezuela en Austria y miembro de la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución

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[i]Auspiciado por el gobierno de Noruega con la facilitación del gobierno de México y el acompañamiento de los gobiernos de la Federación Rusa y Los países bajo.

[ii]Avanzada Progresista, Cambiemos, partido social cristiano COPEI y las fracciones disidentes de AD, UNT, PJ y VP.



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Gustavo Márquez Marín

Carabobeño, nacido en Valencia, ingeniero egresado de la Universidad de Carabobo donde también ejerció la docencia, durante la gestión del Presidente Hugo Chávez se desempeñó como Ministro de Industria y Comercio (1999), Ministro de Estado para la Integración y Comercio Exterior (2005-2007), Embajador en Austria y Representante Permanente ante los Organismos de Naciones Unidas en Viena (2001-2004), Comisario General del Pabellón de Venezuela en la Expo 2000 Hannover (1999-2001) y Miembro de la Comisión de Negociación con Colombia de las Áreas Marinas y Submarinas (1999-2001).

 gamarquez2@yahoo.com

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