El sistema mundial capitalista se sigue caracterizando por la existencia de una jerarquía de países, esta vez con la participación de potencias que fueran concebidas bajo la ideología marxista-leninista (en el caso de Rusia, luego de la implosión de la Unión Soviética) o marxista-maoista (en el caso de China), que ahora le disputan la hegemonía a Estados Unidos en el terreno económico, tecnológico y militar. Las asimetrías económicas que ésto ha provocado se expresan en un desarrollo desigual en todos los continentes que obligan a uno u otro gobierno a tratar de llegar a acuerdos con los gobiernos de tales potencias que no impliquen la pérdida o la reducción de sus respectivas soberanías, especialmente en el ámbito económico. Sin embargo, éstas son afectadas por las transformaciones estructurales del capitalismo y por el dominio tradicionalmente ejercido sobre una economía mundial, sometida a la lógica de la valorización; lo que explica, en parte, el enfrentamiento actual de Estados Unidos contra China y Rusia.
Estos centros de poder geográficamente distinguibles no han impedido el surgimiento de otros, quizá con una influencia menos visible o determinante pero igualmente importante, ya que, en conjunto, podrían inclinar la balanza geopolítica hacia uno u otro polo, conformando áreas específicas en cada continente que trastocarían la historia de subdesarrollo económico a que fuera sometida la mayoría de las naciones. La expoliación del conjunto del planeta llevada a cabo por las empresas transnacionales y las finanzas globales tendría así su punto culminante. No obstante, todavía habrá que emprender una lucha revolucionaria contra el capitalismo y el imperialismo, si se aspira a un nuevo orden mundial centrado en el respeto a la soberanía de cada nación y demás derechos y garantías proclamadas desde hace casi cien años por la Organización de las Naciones Unidas. Y esto no es simple capricho ni una vuelta al pasado.
Cualquier ascenso de los sectores populares que cuestione y ponga en crisis los regímenes políticos de cualquier país dependiente tendrá que confrontar no solo a la clase dominante local y a las fuerzas represivas que integran el Estado, sino también enfrentar la estrategia militar, económica y financiera que pondrá en marcha el viejo imperialismo para conservar su hegemonía. En la actualidad, según el criterio de muchos analistas, estaríamos en presencia de avances hacia la conformación de una clase capitalista y un Estado transnacionales que terminarían por extender su dominio a todos los países del planeta. Algo que se deja ver a medida que la reorganización del sistema mundial capitalista impone nuevos paradigmas, por lo que, siguiendo lo iniciado por el capitalismo neoliberal a finales del siglo pasado, se requiere que exista una fuerza laboral más barata y con menos derechos que exigir, menores impuestos, y flexibilidad en requisitos en materia del cuidado de la naturaleza, entre los elementos más comunes al momento de ponerse en práctica cualquier programa económico.
Durante un siglo, EE. UU. no afrontó desafíos considerables a su poderío. La situación, desde el inicio del nuevo milenio, cambió. Ahora la disputa por áreas de influencia, hace que muchas personas anticipen una confrontación mayor con Rusia y China, lo que implicaría una destrucción que abarcaría un escenario más extenso que el de la Primera y la Segunda Guerra Mundial. Por ello mismo, la actualidad y el significado del imperialismo quizá no tengan la misma connotación de la otorgada en su momento por Marx, Lenin o Mao, por citar algunos de los teóricos del comunismo que se dedicaron a su estudio. Esto no significa que sus aportes teóricos estén en desuso pero sí pueden contribuir a la comprensión de lo que es la realidad presente.