La república federativa de Brasil se dispone a celebrar comicios presidenciales el próximo 2 de octubre del presente año. Esto representa sin duda un acontecimiento peligroso y crucial para el futuro de la democracia y los derechos humanos en el gigante sudamericano.
El expresidente Lula Da Silva se ha lanzado oficialmente a la carrera electoral para “devolver el fascismo a la alcantarilla”. En este sentido, las fuerzas democráticas de un gran sector de la izquierda, en coalición con sectores de la derecha, suman esfuerzos en una política frenteamplista cuyo objetivo central es derrotar a Bolsonaro.
Vale la pena conocer algunos aspectos relevantes que se han manifestado en torno al proceso electoral de parte y parte.
Unirse a los divergentes para ganar a los antagónicos.
Lula ha maniobrado eficazmente aplicando el principio de Paulo Freire, al conseguir como compañero de fórmula el respaldo de su antiguo oponente de centro derecha Geraldo Alckmin, a quien derrotó en las elecciones de 2006. Alckmin, católico conservador, abandonó su decadente partido de toda la vida para consumar la alianza con la izquierda. Esta ha sido una de las razones por la cual el otro sector de la izquierda carioca Alternativa Socialista/PSOL va con candidatura propia.
Ante las críticas suscitadas tras la conformación de la dupla, Lula reiteró lo central de su mensaje electoral: “No nos enfrentaremos a cualquier oponente, sino a uno que representa la antidemocracia, el antiamor, la antipaz, la antieducación y el antidesarrollo. Un adversario que representa la ignorancia, la violencia y el fascismo”.
Bolsonaro se autoproclama “El garante de la Constitución” tras cuestionado indulto presidencial.
Se prenden las alarmas por el posible desconocimiento de los escrutinios electorales y la intervención de la Fuerzas Armadas luego de que Jair Bolsonaro indultara a Daniel Silveira condenado a prisión tras amenazar a jueces de la Corte Suprema, exigir su "clausura" y la del Parlamento y promover una "intervención militar".
Bolsonaro se proclamó “El garante de la Constitución” colocándose por encima del Tribunal Supremo y las instituciones encargadas de administrar justicia. Como es bien sabido, el mandatario ha polarizado con posturas y frases ofensivas contra las minorías y las mujeres. Además de desestimar el conocimiento científico en relación con el cambio climático y la pandemia de coronavirus.
En este contexto, se ha dedicado además a desacreditar el sistema electrónico de votación, que funciona desde 1996 y el gobernante considera, sin pruebas, "fraudulento".
Asi mismo, la Conferencia Episcopal advierte sobre la posible "ruptura del orden institucional" en Brasil.
“La democracia brasileña, aún en construcción, no puede ser colocada en riesgo”, señalaron los religiosos, que hicieron alusión al presidente Jair Bolsonaro y su campaña de reelección.
Estos signos y síntomas de patologías fascistas, y muchos otras, han de alertar al electorado brasileño sobre la necesidad de optar entre retornar a la civilización o proseguir en barbarie.