Mis respetos a los patriotas argentinos que, haciendo alarde de dignidad y coherencia, declararon a George Bush persona non grata en su visita de Noviembre de 2006 a Mar del Plata, en ocasión de la frustrada Cumbre de las Américas, expresándolo con la más nutrida manifestación imaginable. Lamento que el anuncio de la próxima visita del nefasto personaje a México –desde luego tampoco grata- no haya provocado una muy merecida convocatoria a repudiarlo. Repito lo dicho en otras ocasiones: no es sencillo dormir junto al dragón. Nuestro profundo antiimperialismo suele ser en extremo prudente y cauteloso, vergonzante incluso. El dominio yanqui, en nuestro caso, llega a ser apabullante y, por lo visto, somos muy pocos los que manifestamos el repudio a que el extraño enemigo ose profanar con su planta el suelo patrio.
El pequeño fuhrer arma una gira selecta por Latinoamérica al efecto de intentar detener la ola de antinorteamericanismo que inunda a nuestros pueblos y, particularmente, a intentar formar un bloque espurio que frene y haga contrapeso al ejemplo –para sus intereses, maligno- que ofrece la Revolución Bolivariana de Venezuela y de su líder el Presidente Hugo Rafael Chávez Frías. Cuenta, desde luego, con la servil obsecuencia del ilegítimo y espurio Calderón para hacer el trabajo sucio, junto con unos otros pocos títeres. Son sus ya escasos peones pretendiendo retrasar el jaque anunciado.
No es una mera coincidencia que aquel que asumió la formalidad presidencial a media noche y a hurtadillas, para luego recibir la banda en insólita y apresurada ceremonia entre bayonetas, reciba a su patrón en una recóndita hacienda de Yucatán, convertida en hotel de gran lujo y exclusividad, por la mano misteriosa del prestigiado magnate Roberto Hernández, hacedor de los milagros de convertir la miseria de muchos en la riqueza de pocos, FOBAPROA mediante, entre otras narco-linduras. ¿Acaso el emperador no merecería ser recibido en la capital del país? Dicen en mi pueblo que el miedo no anda en burro; ahí, en la capital, sí que se desbordaría la prudencia para montar la movilización del rechazo rotundo a quien encarna la causa de un importante sector de nuestros sufrimientos como nación y como pueblo.
Para colmo de impertinencias, la malhadada visita ocurre en el peor momento para el visitante, cuando en su país fue derrotado en las elecciones legislativas de noviembre de 2006 y el rechazo a su fracasada invasión a Irak es mayoritario; cuando su gurú de la economía, Allan Greenspan, augura una severa recesión para el segundo semestre del año en curso, con efectos desastrosos para sus satélites, México en primerísimo lugar; cuando varios gobiernos latinoamericanos aprenden a caminar por rutas de independencia con resultados exitosos; en fin, cuando las canicas ya no están del lado del imperio. Pero la mayor impertinencia le corresponde al tal Calderón que, heroicamente, se aferra al mástil del barco en pleno naufragio, haciendo gala de solidaridad con quien comparte el origen fraudulento de su elección.
Como coincidencia, en días recientes la Cámara Americana de Comercio, en reunión con Calderón, sin el más mínimo respeto a su virtual investidura, se dio el lujo de hacer chantaje diciendo que hay más de 18 mil millones de dólares esperando a que se formalicen las reformas estructurales, advirtiendo que podrían irse a otros países más “competitivos”, o sea más dispuestos a entregar sus recursos patrimoniales y a sacrificar a sus trabajadores… y Calderón apechugó, como también lo hizo con los españoles que de igual manera le hacen chantaje.
Me queda claro. México no tiene nada que esperar de los Bush, los Calderón ni de los inversores extranjeros que los acompañan. Sólo fraudes de todo tipo, desde los electorales hasta los comerciales, pasando por todo tipo de agravios, pueden sostener sus anhelos de rapiña. Por eso el fraude electoral jamás será olvidado. Por eso la movilización sigue su marcha para recrear un México diferente y digno.
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