PETRO-HERNÁNDEZ
Freddy Gutiérrez Trejo
"Quiero, además, que sea esta pequeña obra donde hay tanto paisaje y emoción colombiana
recogidos directamente, muestra de mi amor a Colombia, fraternal tierra
en que viví días inolvidables"
Pedro Claver, el Santo de los Esclavos
Mariano Picón Salas
Julio de 1949
El próximo domingo 19 de junio de 2022, entre Vísperas y Completas, estaremos conociendo al ungido por la sociedad colombiana para presidirla e iniciar enseguida la gestión que corresponde según la constitución vigente en ese país. Dos candidatos están disputándose esa responsabilidad: el Sr. Rodolfo Hernández y el Sr. Gustavo Petro. Los análisis que se publican plantean que se trata de una elección reñida, con preferencias que cambian hora a hora y día a día. Pareciera un cónclave social que despierta la viva curiosidad de cercanos y lejanos esperando la fumata bianca.
No conozco al santandereano Hernández, excepto por las declaraciones de quienes lo juzgan por su desenvolvimiento en Bucaramanga, el cual, tanto en lo privado como en lo público, provoca más condenas que absoluciones. Particularmente, no han dejado de conmoverme los episodios vividos de la muerte por ejecución de su padre, y el secuestro y la desaparición desde hace muchos años de su hija, ambos actos realizados por las guerrillas. Todo esto, en el decurso del drama de la violencia que se manifiesta en ejecuciones extrajudiciales, secuestros, genocidios, despojo de tierras a los campesinos, paramilitarismo, falsos positivos y crueldad en actos infames como los ejecutados por diferentes actores en Bojayá, o en La Macarena o en otros muchos sitios.
Pero, a los efectos de la decisión que habrá de tomarse pronto, no veo, aun con los hechos vivídos, que Rodolfo Hernández tenga los conocimientos de historia y geografía indispensables para llevar el rebaño a ríos en los cuales corra agua fresca o, mejor dicho, tener el timón que llevaría el barco a buen puerto. En ninguna de sus intervenciones ha hecho referencia a la antigua Convención de Ocaña o las circunstancias que rodearon la pérdida de vigencia de la Constitución de Villa del Rosario, y tampoco asoma, según su pensar, las causas que originaron la violencia actual. Nada ha dicho de la confrontación rusticana entre liberales y conservadores en el siglo XX, o el nacimiento de las primeras guerrillas al mando de Guadalupe Salcedo.
Además, no parece tener conocimiento de una tierra bañada por el Pacífico y el Atlántico, que acopla los mares del parque Tayrona con la sierra nevada de Santa Marta y con la Guajira; o los páramos de Berlín o Monguí con la zona cafetera; o Ráquira, donde la arcilla cobra formas artísticas para presentarse como vajillas en las mejores vitrinas. Nada ha dicho de la amazonía y la necesidad de preservarla. Tampoco he oído de planes diferenciados para el Magdalena bajo, medio o alto; o proyectos para el Putumayo o el río Arauca que serpentea en la frontera colombo-venezolana.
Respecto a la relación de ambos países, lo escuché cuando dijo, palabras más, palabras menos, que los problemas venezolanos los resuelve el gobierno venezolano, y que los problemas colombianos los resuelve la administración colombiana. Pero ¿es que acaso no hay tratados bilaterales y multilaterales que obligan a ambos países? Entre ellos, omite las vías de solución acordadas para resolver, en las actuales circunstancias, la existencia del movimiento de enormes contingentes migratorios de venezolanos que tienen al territorio colombiano como espacio de destino, o de tránsito hacia otros espacios en el continente. Así las cosas, con Rodolfo ¿se moverá la población colombiana hacia el bastón de mando de ese pastor?
A Gustavo Petro lo conocí en Bogotá y sostuvimos en momentos distintos, dos o tres conversaciones sobre la realidad política de su país. Los intercambios fueron fluidos, y los temas estaban encajados en lo que ocurría en el campo de su tierra, la existencia del latifundio y las enormes desigualdades que derivaban de esa realidad. Estaba preocupado por las invasiones de pequeños fundos familiares por parte de los paramilitares, y los desplazamientos hacia ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Santander Norte y Sur, y otras que comenzaban a sentir el impacto del éxodo endógeno.
Posteriormente, entre el 2005-2006 nos encontramos en Washington, a donde él había concurrido a reuniones con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, como peticionario reclamante por asuntos asociados a masacres ejecutadas por paramilitares y, para esa época, también había sido invitado por el Diálogo Interamericano, a los actos que se rendían como recuerdo doloroso por la muerte premeditada y alevosa del chileno Orlando Letelier. Durante el 2013-2014 se celebró un congreso latinoamericano y Petro, ya en su condición de alcalde de Bogotá, me invitó junto a otros amigos, a un intercambio al que no pude asistir por compromisos previos.
El fuego de artillería contra Petro se ha dirigido, sobre todo, a su prehistórica militancia en el M-19 y le han endilgado acciones en las que nunca participó. Incluso, lo acusan por iniciativas de las FARC o del ELN, haciendo una amalgama mágica de fuerzas diferentes en su origen, composición, métodos y objetivos. Uno no sabe si lo hacen por ignorancia de la historia reciente, o porque forma parte de una estrategia perfectamente diseñada, con el propósito de impedirle su actual desarrollo político, y cerrarle el paso a su aspiración para ejercer la Presidencia de la República. Pareciera que hay de las dos cosas, y prevalece lo segundo: el acto alevoso montado sobre bulos.
Vale decir que el M-19 fue uno de los movimientos (uno de los primeros en el siglo XX) que levantó como sustrato ideológico el bolivarianismo, sin demagogias repugnantes, disfraces perversos, ni fanfarronerías altisonantes, y se fijó como objetivo la democracia que se construiría, según su ideario, sobre la base de un pacto social diferente al que había fundamentado las asociaciones políticas liberales y conservadoras, empalmadas en el Frente Nacional, que excluían cualquier formación política diferente.
Las ideas que predicaron tenían como base el examen de los problemas crónicos de Colombia y las soluciones que debían presentarse. Durante 1970 levantaron el movimiento Alianza Nacional Popular, ANAPO, antecedente del "M" el cual ganó las elecciones presidenciales, pero le fueron arrebatadas; estuvieron viciadas por un fraude obsceno cometido por el Frente Nacional. Los anapistas integraban a socialistas, cristianos, bolivarianos y nacionalistas, entre otros, pero que tenían como propósito común, desplazar a quienes dirigen a Colombia desde la segunda mitad del siglo XIX. Tales circunstancias alentaron la creación de la organización plural M-19. Nadie mejor que Gabriel García Márquez para narrar en el reportaje para la revista Semana, Bateman Cayón: misterio sin final, en el que resalta como botón de muestra, uno de los episodios que estremeció a Colombia.
Petro no promete el impulso a una asamblea constituyente, ni algún cambio en las normas sobre re-elección y, en cambio, ha planteado su fidelidad a la constitución de 1991, la cual serviría de base para una legislación tributaria razonable, y ha prometido que sus frutos permitirían la universalización de la educación, la prestación de salud, alimentación, y la ampliación de fuentes de trabajo, tanto subordinado como por cuenta propia. Es decir, ha puesto sobre la mesa problemas crónicos y la forma de atacarlos, con financiamientos cuyo origen impositivo se conoce. Ha reiterado que unos planes de esta naturaleza, no significarán, de ningún modo, un castigo a los capitales productivos, pero sí, la búsqueda de una sociedad equitativa.
Un tema que hoy está presente en los diferentes foros mundiales es el que atañe a la preservación de la tierra común, asociado al calentamiento global y los planes extractivos. He procurado conseguir opiniones de Hernández sobre esta materia y, hasta ahora, no he encontrado ningún planteamiento. En cambio, tuve la oportunidad de escuchar entrevistas a Petro, y tenía pronunciamientos sobre las limitaciones que impondría a la explotación de combustibles fósiles, como el carbón, petróleo o el coque, entre otros. Además, según él, limitaría seriamente la explotación minera del oro y del coltán. O sea, no repetiría la inmisericorde barbarie de Venezuela en el Arco Minero del Orinoco.
Debo decir, para finalizar, que tengo amigos colombianos costeños, cachacos, paisas y pastusos, que están con un candidato o con otro; con ellos sostengo intercambios con frecuencia. Todos aspiran que la contienda Petro-Hernández, no corra la misma suerte que otras, con desenlaces indeseables. La esperanza la fundan en el aire fresco que se respira por un impulso real de cambio del establecimiento bicentenario de Colombia. Esperamos que la voluntad de la sociedad se manifieste de modo universal, directo y secreto; y que ese acto volitivo se produzca sin trampas, chantajes ni coacciones, y que ese pronunciamiento ciudadano se exprese libre y constitucionalmente.
@gutierreztrejof
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