¡Ay Colombia!

«La historia es un proceso vivo, dinámico, dialéctico, constante: nunca se detiene. En la historia, el pasado no existe como fenómeno estático. El presente, viene siendo desde el pasado y el futuro, empieza ahora mismo», nos refiere el Historiador Juvenal Herrera Torres. Colombia es idea del genio de Francisco Miranda, quien soñaba con la construcción de un Gran Estado que aprovechara las similitudes culturales del sur de la América. Fue el Padre Libertador, Simón Bolívar, quien pudo hacer realidad el sueño Mirandino de Colombia, la Grande, la Gran Colombia. Anunciada por el Padre Libertador en la Carta de Jamaica, 1815, la unión territorial de las antiguas colonias españolas correspondientes al Virreinato de la Nueva Granada y la Capitanía General de Venezuela, logran concretar su unión tras el Congreso de Cúcuta de mayo 1821, con la aprobación de la Ley Fundamental de la Unión de los Pueblos de Colombia de julio del mismo año, hasta que finalmente sancionan su primera Constitución en agosto de 1821. Proceso fundacional, no exento de contradicciones. La declaratoria de Bogotá como la capital, reavivó el descontento entre los grupos oligárquicos surgidos tras la revolución de independencia. Las diferencias entre las oligarquías Páezistas en Caracas y Santanderistas en Bogotá, y en el medio el Padre Libertador, Simón Bolívar, intentando conciliar posiciones de poder antagónicas, se constituyó en un obstáculo insalvable para la estabilización de la naciente república, habida cuenta sus contradicciones y disputas. En septiembre de 1828, ocurre el magnicidio frustrado en contra del Padre Libertador, Simón Bolívar. Manuela Sáenz, enfrenta a los complotados y ayuda a salvar la vida del Libertador. La mano de Santander, asoma entre los complotados. Bolívar, benévolo, le perdona la vida. «Evidencias había de que Santander conoció las maquinaciones del complot. Tantas fueron las interpretaciones que se hicieron de la ley, que el gobierno terminó recomendando que no se fusilara a Santander; y esto, a pesar de que Urdaneta había encontrado, en el pareo con Florentino González y Carujo, serios cargos en su contra» (Bolívar y Santander, dos posiciones contrapuestas, José Sant Roz, 2010).

Ya desde entonces, Santander, conspiraba contra la Colombia Unida, conjuntamente con Washington. Dicho atentado, era una evidencia de hasta dónde se conspiraba contra la unidad Gran Colombiana. ¡Comenzaba el tiempo de las hienas! «El interés del Libertador por gobernar a Colombia se reducía exclusivamente al deseo y a la esperanza de que pudiera sobrevivir a la anarquía» (José Sant Roz). Fue, un producto de esas disputas que la oligarquía bogotana, constituida alrededor de Santander, que se planifica y ejecuta el magnicidio del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá, el 4 de junio de 1830, quien analizaba la situación de la siguiente manera: «La manera como Francisco de Paula Santander en Bogotá y José Antonio Páez en Venezuela, conspiran para quebrar el proyecto del Libertador. Me obligan a dejar el puesto a todos nuestros enemigos, que con sus apetitos y sus falacias llevan a la República al caos y a la ruina». Días antes, había sido designado presidente del Congreso Admirable para entrevistarse con Páez e intentar lograr acuerdos que procurasen salvar a la República Gran Colombiana. En Venezuela, le intimidan obligándolo regresar a Bogotá. José María Obando, Vicente Azuero, Juan José Flores y Antonio Mariano Álvarez, planificaban el sicariato, en acuerdo a los lineamientos de Santander. El coronel venezolano, Apolinar Morillo, había recibido una carta del general Obando, con las siguientes instrucciones: «La patria se halla en el mayor peligro de ser sucumbida por los tiranos, y el único medio de salvarla es quitar del medio al general Sucre, quien viene de Bogotá a levantar el Ecuador, para apoyar el proyecto de Bolívar para coronarse Libertador». El Congreso Admirable, cuyo objetivo era preservar la unión de la Gran Colombia, había fracasado y la secesión era cuestión de tiempo. Sucre, que lo había presidido, retornaba apesadumbrado por el colapso del ideal bolivariano. Cuando pasó con su comitiva por Berruecos, una voz le gritó: «¡General Sucre!». El joven General, volteó y en el acto sonaron los disparos. Apenas pudo oírsele decir: «¡Ay balazo!». Y cayó muerto el novel General cumanés, víctima de las intrigas y las ambiciones. Tres días antes de su muerte, el periódico «El Demócrata», de Bogotá, publicó el siguiente artículo: «Acabamos de saber con asombro de cartas que hemos recibido por el correo del Sur, que el general Antonio José de Sucre ha salido de Bogotá […] Las Cartas del Sur aseguran también, que ya este general marchaba sobre la provincia de Pasto para atacarla; pero el valeroso general José María Obando, amigo y sostenedor firme del Gobierno y de la libertad, corría igualmente al encuentro de aquel caudillo y en auxilio de los invencibles pastizos. Puede que Obando haga con Sucre lo que no hicimos con Bolívar». Los medios de comunicación de la oligarquía bogotana, antes de ejecutar la muerte del Gran Mariscal de Ayacucho, ya ejecutaban su muerte mediática. El Padre Libertador, Simón Bolívar, al conocer de su muerte dijo: «Se ha derramado, ¡Dios excelso, la sangre del inocente Abel! Lo han matado porque era mi sucesor». El sicariato y los magnicidios, se convirtieron en la forma de resolver las disputas de poder. De aquellos tiempos, proviene toda la violencia y la metodología criminal como la oligarquía bogotana resuelve sus disputas política y de todo tipo, valga decir: la violencia es su marca de origen.

Es la misma violencia, que lleva a un descendiente de esa oligarquía en los tiempos actuales: Iván Duque; a complotarse con delincuentes venezolanos, protegidos por su gobierno (Julio Borges y Juan Requessens) para intentar concretar en territorio venezolano, un magnicidio en grado de frustración con drones en 2018 en contra del Presidente Constitucional, Nicolás Maduro Moros. Intento frustrado, en que está involucrado el terrorista: Osman Delgado Taboski, protegido por Washington. Es la misma violencia, que ha caracterizado la supuesta «democracia» de ese Virreinato que aún no logra independizarse de las garras imperialistas de los EEUU. «Robusta democracia», seguramente así la definirá el sátrapa «Napeoloncito», que controla toda la vida interna de la otrora República de Colombia con sus bases militares, que la convirtieron en una vulgar granja monoproductora de cocaína, para satisfacción de consumidores ávidos de olerse todas esas hectáreas repletas de sembradíos de esa planta, con sus más de 104 mil hectáreas de hojas de coca y una producción estimada de 450 toneladas de cocaína o polvo blanco. El gran articulador de toda esa industria, siempre se ha movido tras las paredes del Palacio de Nariño: ayer Pastrana, Santos, Gaviria, Uribe y hoy Duque. Los Cárteles de la drogas, no han sido otra cosa sino simples ejecutores de unas órdenes que emanan de Washington y en Nariño, las cumplen al pie de la letra. Don Matarife, sin dudas ha sido quien por más tiempo ha sostenido bajo sus manos el control de esa industria en territorio del Virreinato. Solo que, la lucha de clases es una realidad inevitable y como tal, se ha hecho presente en dicho territorio, en los rostros juveniles ávidos de libertad y con ganas de poder contar con una verdadera democracia en su país. Ya basta de neoliberalismo y sometimiento a las directrices de Washington. ¡Basta de guerra! Clama la juventud del paro nacional. Esa juventud, que ha encontrado en el Pacto Histórico (Gustavo Petro y Francia Márquez) una esperanza, una oportunidad de poder hacer democracia. De vivir la democracia sin guerra, y se ha manifestado masivamente por el cambio con 8.527.768 Votos contra los distintos candidatos que les opuso la oligarquía bogotana aliada a Washington, léase: Rodolfo Hernández, Federico Gutiérrez, Sergio Fajardo (5.367.067 votos). Al pueblo colombiano, le ha llegado la hora de deshacerse de esa rancia oligarquía que se pudrió de tanto polvo blanco entre sus narices. Es la hora de la juventud en rebeldía y el voto como expresión de rechazo a la violencia y al narcotráfico, valga decir: al uribismo. Washington, hace piruetas para que un hijo de puta de los suyos, no desaparezca de la escena política nacional, en donde ha permanecido los últimos veinte años. Pilotea sus medios, quienes a esta hora hablan de «empate técnico» y que, por ello, cualquier cosa pudiese ocurrir. Sus ingeniosos delincuentes trabajan el fraude tras bastidores, mientras sus medios ablandan o al menos lo intentan, adormecer la opinión pública, tal cual lo hicieron en Ecuador con esa fraudulenta «victoria» de Guillermo Lasso. No hay posibilidad alguna, que el Pacto Histórico pueda ser derrotado este domingo 19. Razón por la cual, los Comités Contra el Fraude, deben estar alertas y organizados para enfrentar en las calles esa posibilidad -prevista y organizada- por Washington. ¡Ya basta Biden! Colombia, quiere y anhela vivir en libertad y en sana Paz…

Caracas, 18-06-2022



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Henry Escalante


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