Una de las cuestiones elementales sobre el capitalismo que puso en evidencia clara Karl Marx es que "la gran industria universalizó la competencia (ella misma es la libertad práctica de comercio, en ella el arancel protector no es sino un paliativo, un arma defensiva en la libertad de comercio) desarrolló los medios de comunicación y el moderno mercado mundial, puso el comercio bajo sus dictados, transformó todo capital en capital industrial, y con ello hizo posible la rápida circulación (la formación del sistema monetario) y la centralización de los capitales. Mediante la competencia universal obligó a todos los individuos a tensar máximamente sus energías. Destruyó hasta el límite de lo posible la ideología, religión, moral, etc., y allí donde no lo consiguió, hizo de ella una mentira palpable. Creó por vez primera la historia universal, en la medida en que la satisfacción de sus necesidades hizo depender a toda nación civilizada y a todo individuo de ésta del mundo entero, poniendo punto final al tradicional aislamiento y carácter exclusivo de las diferentes naciones solas". Tomando en cuenta lo anterior, en la actualidad observamos como algo normal e inevitable que ello ocurra, ya sea por medio del uso de la fuerza, pactos bilaterales o por diferentes medidas coercitivas que logren insertar a los países en el sistema-mundo que tutelan, con Estados Unidos al frente, las naciones avanzadas o desarrolladas del capitalismo. Sería difícil sustraerse de esta realidad cuando nos hallamos absorbidos por distintas redes de información que nos conectan, de una u otra manera, con los sucesos de otras latitudes, ejerciendo alguna influencia en la vida de todos.
Por ello, aunque no se quiera, las alternativas sistémicas al liberalismo capitalista que surjan tendrán que lidiar con esta realidad, estableciendo mecanismos que ayuden a preservar la independencia económica de cada nación, así como el delicado equilibrio ecológico, tan deteriorado a causa del extractivismo y la alta contaminación ocasionada por las grandes corporaciones industriales. La humanidad, en estos momentos históricos, podría encaminarse a un mejor nivel de convivencia y de igualdad social bajo nuevos paradigmas que sustituyan a aquellos que han prevalecido por más de doscientos años; lo cual implica echar mano a ideas o valores que fueran subestimados por considerárseles inviables o utópicos, pero que adquieren vigencia ante las incertidumbres, injusticias, guerras y devastación causados por los intereses neoliberales capitalistas.
En contraste con las decisiones recientemente asumidas en Madrid por la Cumbre de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), el presidente de China, Xi Jinping, dió a conocer al mundo la Iniciativa de Seguridad Global de su gobierno que se basa en seis principios fundamentales para: 1) la adhesión a un concepto de seguridad común, global, cooperativa y sostenible; 2) el respeto a la soberanía y la integridad territorial de todos los países; 3) la adhesión a los propósitos y principios de la carta de las Naciones Unidas; 4) la adhesión a la importancia de los legítimos intereses de seguridad de todos los países; 5) la adhesión a la resolución pacífica de las diferencias y disputas entre los países mediante el diálogo y la consulta, y 6) la adhesión a defender la seguridad en áreas tanto tradicionales como no tradicionales como el terrorismo, el cambio climático, la ciberseguridad y la bioseguridad. Una iniciativa que, entre sus objetivos, busca cubrir el déficit de gobernanza mundial, producido por las guerras iniciadas e instigadas por la clase dirigente de Estados Unidos ante el temor de perder la hegemonía detentada desde el siglo pasado. En un segundo plano, sin dejar de ser importante, es lograr remontar el déficit de desarrollo que afecta, mayormente, a las naciones de África, Asia y nuestra América, víctimas del colonialismo y la explotación de sus recursos estratégicos a manos de Europa y, ahora, de Estados Unidos.
El mundo pluripolar y multicéntrico que estaría configurándose actualmente requiere, básicamente, la unidad de los pueblos, no únicamente de acuerdos entre gobiernos que, en la mayoría de los casos, se basan en lo que debieran ser las relaciones comerciales sin considerar los intereses populares. Por eso, quienes promueven y defienden la globalización capitalista neoliberal se oponen a que existan naciones soberanas, en equilibrio entre sí o formando un tipo de globalización, cuyos valores sean opuestos a los valores que caracterizan al capitalismo; en lo que sería una confrontación norte-sur, distinta a las ocurridas en el pasado.