Robert Steuckers es un maestro del verdadero europeísmo. Ante la cuestión del sionismo, deja clara su postura desde el principio: como europeos, debemos preocuparnos por el sionismo en la medida exacta en que nos afecta -y nos afecta negativamente- esta ideología. Se trata de unaideología supremacista, muy ajena al judaísmo confesional y tradicional, una irracionalidad enganchada a una voluntad de poder que rebasa el propio ámbito humano de los judíos, pues también existe un fuerte movimiento de Cristianismo Sionista, el cual posee gran parte del control financiero y político de las Américas (no sólo de América del Norte) y que se está extendiendo por el propio solar europeo.
El actual conflicto palestino-israelí no es un conflicto europeo ni entre europeos, pero puede quitarnos el sueño con sobradas razones. Es un genocidio de dimensiones colosales. Las matanzas cometidas por el ejército israelí, así como el matonismo de sus colonos armados, y de la extrema derecha sionista que gobierna el microestado inventado en 1948, ofenden a la conciencia de cualquier ser humano. Son crímenes inspirados por una ideología supremacista, racista, conectada con los peores racismos del siglo pasado, extraña para la verdadera tradición de Europa. La cercanía geográfica del Levante, su posición estratégica entre tres continentes (Asia, África y Europa), y las dimensiones del genocidio cometido impunemente contra el pueblo palestino (pueblo nativo de la tierra ocupada por el Estado inventado y compuesto por musulmanes y por cristianos), son motivos suficientes de preocupación para todos nosotros. Es forzoso que conozcamos mejor al sionismo, y este libro ayuda a ello.
El libro de Steuckers ha salido a la luz en el "mejor" momento, momento aciago y que anuncia mayores catástrofes. En el instante de escribir estas líneas, los sionistas armados ya han matado a casi 25.000 palestinos en poco más de un mes. Las víctimas: la inmensa mayoría son civiles, personas no armadas que incluyen niños y mujeres. Los bombardeos indiscriminados, los ataques a hospitales, templos, refugios y demás objetivos no militares se han ganado la desafección de gran parte de la llamada "comunidad internacional" hacia el Estado judío, que pasa por el peor momento de popularidad y legitimación. Se han difundido imágenes de tratos humillantes a los civiles palestinos, y allí se han violado todos los derechos humanos y todas las reglas de la guerra, pues hasta la guerra tiene sus reglas.
Que un Estado inventado, repetimos, inventado en 1948 con elementos procedentes de los más diversos países y continentes, con la siempre siniestra participación británica y de la ONU (entidad que aquí, una vez más, "se ha cubierto de gloria"), no ha sido un progreso; que un Estado forjado con un cemento básico, la ideología sionista, sea un peligro para la Humanidad, y se haya conformado como una enorme base militar filo-yanqui, dotada de armamento nuclear, en un cruce de caminos como es Palestina, es un hecho que merece toda nuestra atención. Mientras exista Israel, y esos judíos americanos, rusos, polacos, y de mil lugares más, no vuelvan a sus países de origen, de donde no debían haber salido y en donde deberían haberse integrado mejor, o, también, mientras no resuelvan convivir en paz con los legítimos y oriundos habitantes de este trocito de Asia, nunca va a haber paz ni seguridad para Europa, pues Tierra Santa está demasiado cerca de nuestra casa.
El sionismo constituye una ideología supremacista sumamente peligrosa, que carece de base étnica o religiosa, es el fruto de una acumulación de supercherías, ideas inventadas de las cuales un judío informado y civilizado debe apartarse. Un judío que se toma en serio su condición (bien por tradicionalismo, bien por espíritu crítico o "post-sionista") debe rechazar con rotundidad esta versión antibíblica e irracional. Y de hecho es así, muchos millones de judíos en todo el mundo lo rechazan. Aunque no así los lobbies.
Los fundadores del sionismo son, como Sabino Arana o Adolfo Hitler, creadores de mitos artificiales, que contradicen las raíces históricas del supuesto pueblo al que quieren ensalzar, proteger o dotar de un Estado propio. Con maestría, Steuckers nos ilustra acerca de la vulgaridad de muchos de estos fundadores del sionismo, tanto en lo intelectual como en lo moral, y nos explica la contradicción abierta del sionismo con la propia historia -no la "memoria" manipulada- y la entidad rigurosa del problemático concepto "ser judío". A muchos de los sionistas del siglo pasado les hubiera dado igual pactar con Hitler o con el diablo, con tal de tener su Estado artificial, ubicado hoy en Tierra Santa como podría haberse situado en Uganda o Argentina. Para ellos era más importante tiranizar y practicar formas de apartheid, que es lo único que saben hacer en su actual invento llamado Israel. "Conceder" estados y tierras al primero que, usando la fuerza, los reclame, inventándose el pasado y poniendo bombas, trae las consecuencias que trae. Todos los pueblos de la Tierra deberían conocer bien lo que es la ONU y sus inventos.
Cada vez hay más gente comparando a Netanyahu con Hitler. Pero una cosa parece clara: la forma en que los ancestros sionistas de Israel "construyeron" su Estado se parece más bien a la de la ETA que a la del NSDAP, a pesar de la versión edulcorada de Hollywood. Poner bombas a unas "fuerzas de ocupación", dar tiros en la nuca y tener voluntad de crear un nuevo Estado con inspiración supremacista, recuerda mucho a don Sabino y a su herencia. El orden es el siguiente: primero Sabino, después Adolf.
Es un torrente de información de la mano de un sabio. Lean a Steuckers. Siempre se aprende. Con Robert siempre se refuerza el sentimiento de "verdadero europeísmo". Es un autor contemporáneo fundamental.