“Que el fraude electoral jamás se olvide
Por razones de índole cultural, étnico, geográfico, histórico y político, México es parte de la América Indo Afro Latina y, en muchos sentidos, lo ha sido de manera influyente y trascendente. Esta parte de América es más que una simple región geográfica; es una heredad común que, independientemente de las veleidades de gobiernos, hermana a los pueblos entrañablemente y que, cada vez con mayor vigor, se entrelazan y comunican en afanes comunes. Lo latinoamericano ha sido siempre más sólido que lo panamericano; desde el sueño anfictiónico de Bolívar se advirtió la incompatibilidad de proyectos entre la zona anglófona sajona y el resto del continente hispano-luso parlante; la primera autoasumida con el destino manifiesto para dominar a la segunda, y esta en la lucha por su autodeterminación. Dos siglos de historia de atropellos e imposiciones confirman lo anterior. Creo firmemente que, al día de hoy, la lucha emancipadora es el factor de amalgama más importante entre los pueblos al sur del río Bravo.
Del lado de los gobiernos, gradualmente va aumentando el número y el peso relativo de los que, en mayor o menor medida, adoptan el proyecto de la autodeterminación y la integración regional autónoma. La semana pasada, en el marco de la Cumbre Energética Sudamericana celebrada en Venezuela, se dio un paso adelante en el proyecto integracionista con la constitución de la Unión de Naciones Sudamericanas y la designación de una Secretaría Ejecutiva con sede en Quito. Enhorabuena.
Me resulta muy lamentable que México esté al margen del proceso integracionista. Para el régimen espurio, la prioridad es la integración hacia el norte; sólo de manera supeditada se plantean las relaciones con el resto del continente. El caso del Plan Puebla Panamá, hoy extendido hasta Colombia, recientemente relanzado después del fracaso foxiano, ejemplifica claramente el papel de subordinación a Washington inaugurado por Salinas de Gortari y afanosamente cumplido por sus sucesores. No es más que arreglar el corral del patio trasero para el solaz del capital internacional y para la seguridad yanqui, con el objetivo de vacunarlo contra el virus nacionalista que abandera Hugo Chávez. En el colmo de la aberración entreguista, el PAN promueve en el Legislativo la derogación de la Ley de Neutralidad Bélica, instrumento básico de lo que ha sido una política exterior de estado, garante de la no intervención y de la seguridad nacional. Con tal derogación la derecha pretende allanar el camino para la aplicación del Acuerdo sobre Seguridad de América del Norte (ASPAN) crípticamente suscrito por Fox y ratificado por Calderón, ambos verdaderos traidores, para permitir bases militares y presencia de tropas extranjeras, obviamente gringas, en México.
Me resulta lógico que los avances que se registran en el ánimo integrador regional sean más sudamericanos que latinoamericanos; creo que se trata de bloquear la participación del gobierno de México, por esquirol, y como mexicano me avergüenzo. En diciembre de 2004 tuve la oportunidad de reclamarlo personalmente ante el Presidente Chávez (ver La Jornada 05/12/04) argumentando que la restricción geográfica sudamericana deja fuera al Caribe, a Centroamérica y, particularmente a México, que ha sido –le dije- el suelo de libertad para los hermanos perseguidos por las dictaduras, muchos recibidos por su Universidad Nacional que se define latinoamericanista, desde su escudo cuyo centro es el mapa entero de ella, desde el Río Bravo hasta la Tierra del Fuego, y bajo el lema Por mi Raza Hablará el Espíritu, identificando a la Raza Cósmica Vasconceliana, mezcla Indo-Afro-Latinoamericana, diferenciada de la Anglosajona. Confieso que en esa fecha me aventuré a asegurar que, a dos años vista, el pueblo de México retomaría el poder y, con ello, regresaría a la heredad común. Pronóstico sólo parcialmente cumplido; el pueblo tiene el poder de la legitimidad, pero la legalidad sigue secuestrada por los esquiroles vendepatrias.
La sangre llama. Más pronto que tarde, México tendrá un gobierno afín con los verdaderos intereses de su pueblo; entonces retomará su destino indo afro latinoamericano. Entre tanto asumo, como proyecto de convención geográfica, que el Sur de América comienza en el Río Bravo.
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