Europa se indispone

Si resultaba que Europa se cabreaba, entre otros motivos, por aquello de que las grandes empresas de la comunicación del imperio que, según se dice, pasarán olímpicamente de la censura — lo que aparentemente supone chafar el modelo de la verdad oficial y ofrecer la ocasión de que medren los que se ha venido a llamar bulos—, ahora resulta que ya no solo se cabrea, sino que se indispone con el imperio. Lo que evidentemente no es acertado, por lo que, tras reflexionar, sus grandes mandatarios acabarán agachando las orejas y hacer caso de la dirección tomada por el imperio.

El proceso de indisposición, iniciado por lo de la influencia mediática del negocio de las grandes multinacionales de lo que se llama información y comunicación, aunque solamente fuera entonces un cabreo, continúa con las divergencias surgidas en torno a la política del despilfarro, dominante por aquí —también conocida como política woke— y la política de contención del gasto superfluo —también llamada de la motosierra—. La primera ha cobrado gran arraigo en la UE por motivos sobradamente conocidos; da votos, tiene contento a parte del personal, es decir, a los beneficiados por su generosidad —pero no tanto a los paganos— , parece que va en la línea del progreso y fundamentalmente porque son demasiados los que viven de ella. Ahora el imperio cambia de tercio, y pone de moda lo de la motosierra, por una temporada, y deja a la sucursal europea descolocada, porque lo suyo es el despilfarro, el consumismo y los Estados desvalidos, sin soberanía y dependientes, para que, entre otras cosas, la idea de la globalización transite por buen camino y lo que llaman UE siga vida. Esa cuestión no es tan grave como parece, puesto que hay que tener en cuenta que lo de la motosierra solo es para reforzar política y económicamente al imperio, pero no ha sido diseñada para ponerla en práctica en la sucursal europea y sus colonias, que continuarán aplicando su política woke en interés del negocio capitalista, aunque vendido el proyecto a la ciudadanía como mejora. Pese a ello, el problema radica en que han levantado la liebre y se pueda llegar a pensar que los Estados adquieran autonomía y poder dentro de la UE y, ante el despilfarro imperante, venga el control del gasto público; lo que tampoco parece apropiado para el gran negocio montado en beneficio de algunos. La indisposición en este punto se traduce en actos de indisciplina frente al modelo motosierra, como pudieran ser, hacer permanente uso de la demagogia por los medios afines, alborotar al personal, movilizar a quienes viven del chollo o abrir de par en par las puertas estatales, llamando a que vengan todos a disfrutar de la generosidad estatal, cuyo coste lo pagan los otros.

Ahora para continuar con ese proceso de indisposición ante el imperio mandante, se ha empeñado en llevarle la contraria, y la UE se aferra a la política de la guerra, para dejar constancia de su autonomía de papel, lo que viene bien a los que viven del negocio armamentístico. Esta postura contestataria con el imperio resultaría ser una gran paradoja para quien se oferta como humano, pacifista, progresista y abierto. Pero mirando al fondo ya no lo es tanto porque quien manda es el dinero, resultando que el interés beligerante se impone sobre la sangre de las víctimas. Ya en el terreno mediático, que el imperio diga abiertamente no a la guerra, contradiciendo la tesis de salvar Europa, desmorona el proyecto europeo ante el personal influenciable, porque viene a decir a los creyentes mediáticos que quien manda realmente es el imperio, y está en posición de decidir por ella, en cuanto que dispone de los elementos decisivos, o sea, el dinero, la tecnología y la fuerza.

Por otro lado, la UE se empeña en hacer política de altos vuelos y no acaba de entender que es una organización burocrática basada en el dinero —también llamado remesas— como instrumento de control de sus subordinados. La burocracia está destinada a asesorar desde la trastienda y mostrar signos de autoridad prestada ante las gentes, es decir, algo para continuar percibiendo el salario. En este caso, lo que sucede es que lo que se vende no es política, sino burocracia, aunque la ciega entrega a la burocracia suponga perder el norte en cualquier organización que se precie.

En todo caso, parece claro que no es buena actitud indisponerse con el imperio cuando se es dependiente, y mucho menos seguir políticas de confrontación, con sus etiquetas de buenos y malos. Aunque lo del despilfarro y la guerra sean útiles para las grandes empresas que se nutren del negocio, para la burocracia que vive del salario y para los consumistas adormecidos, resulta que ya no lo es tanto para la ciudadanía responsable, destinada a pagar las consecuencias de las mal llamadas políticas, ya sea con sus vidas o su dinero, para que los ociosos dispongan de un espectáculo más.



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Antonio Lorca Siero

Escritor y ensayista. Jurista de profesión. Doctor en Derecho y Licenciado en Filosofía. Articulista crítico sobre temas políticos, económicos y sociales. Autor de más de una veintena de libros, entre los que pueden citarse: Aspectos de la crisis del Estado de Derecho (1994), Las Cortes Constituyentes y la Constitución de 1869 (1995), El capitalismo como ideología (2016) o El totalitarismo capitalista (2019).

 anmalosi@hotmail.es

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