Le conocemos Mr. Nicky.
No necesitamos haberle tratado a usted íntimamente para adivinar sus
jugadas, así como el torero no ha de vivir al lado del toro para enfrentarlo
en la arena. Por las muestras que ha dado, ya se vislumbra el panorama
de lo que usted cree que será Francia. Como dice el refrán popular: “Una cosa dice el burro y otra el que
lo está enjalmando.”
A estas alturas del
siglo XXI, cuando el imperio norteamericano está en plena decadencia,
Nicky se arrima a las políticas de George Bush. No es que lo haya dicho
sólo ahora, antes de abordar el avión y el yate de lujo de su amigo
el multimillonario Vincent Bolloré, que lo pasea por el mar mediterráneo
mientras las calles de Francia estan, digamos, ligeramente descompuestas;
sino que ha sido una prédica de toda su actuación política. No en
balde se le ha calificado como “un
neo-conservador estadounidense con pasaporte francés”.
Pero habría que advertirle
algo a Nicky, y es que los que enarbolaron las banderas del llamado
“neo-conservadorismo” (entre amigos: “neo-cons”), están cuesta
abajo en la rodada como George Bush, con el más bajo índice de aceptación
popular que jamás haya tenido un presidente estadounidense; Dick Cheney,
Paul Wolfowitz, Donald Rumsfeld, y sobretodo, el gurú intelectual de
todos ellos, el “filósofo” Francis Fukuyama, quien ha declarado
que los “neo-cons” han evolucionado en algo que el ya no puede apoyar.
Es decir, también les movió la alfombra. Los “neo-cons” se montaron
en una ola de espumas y se desplomaron. Fukuyama predijo el fin de la
historia, de las ideologías, de la lucha de clases, y la realidad acabó
con él y con los que a él se arrimaron. Por eso, es difícil de entender
que un “francés” como Nicky Sarkozy, no se haya dado cuenta de
lo que está pasando allende el Atlántico y con sus vecinos, el desventurado
Tony Blair, el anacrónico españolito de pacotilla Joe-Marie Aznar
y Silvio Berlusconi, que fue hecho polvo cósmico por los italianos,
y que no ha logrado remozar sus ideas ni siquiera con las innumerables
cirugías estéticas a las que ha sido sometido, para tratar de arreglar
lo que no tiene arreglo.
No creo que Mr. Nicky
sea un “neo-cons”, me resisto a creerlo porque nos lo han vendido
como el “non plus ultra” de la derecha, quien va a resolver los problemas
de la sociedad francesa a base de sablazos, bombas lacrimógenas, expulsiones
en masa de inmigrantes “indeseables”, sobre todo los árabes que
son muy ariscos y sobre quienes recaen todas las sospechas de ser potenciales
terroristas a los que hay que combatir con mucho denuedo, para tratar
de ser un émulo de Bush.
La sociedad francesa
no es como nos la quieren pintar. Chirac trató de maquillar las miserias
de Francia y gracias a su perseverancia, diríamos que lo logró. De
otra forma no se explica el triunfo de Nicky Sarkozy. La base electoral
de Chirac funcionó. Lo que no creemos que funcione son las medidas
para “flexibilizar” la semana laboral de 35 horas, con la pretensión
de que así se aumentaría la productividad y por ende, los salarios.
No creo que quien trabaje 10 horas diarias vaya a ser más “productivo”
que el que sólo trabaja 7 horas, pero lo que está en lo cierto es
que se aumentarán los salarios, por supuesto con mayor esfuerzo de
los trabajadores. Cuando se reducen los impuestos quienes generalmente
se benefician son los ricos, con el pretexto de que estos deben ganar
más para que esta riqueza pueda permear hacia las clases populares,
es --como decimos en Venezuela-- para que chispée hacia abajo. ¿Será
que Nicky Sarkozy no ha tenido noticias de Carlos Menem, Carlos Andrés
Pérez y Carlos Salinas de Gortari? Afortunadamente para Nicky Sarkozy
estos ejemplares todavía están vivos y los puede consultar. Me dirán:
son realidades diferentes. Si es verdad, pero las intenciones y el sustrato
son iguales.
Yo no estoy en el plan de estar dándole consejos a Nicky Sarkozy. ¡Válgame Dios!
Sólo pretendo alertar
a los muchos que entre nosotros que todavía estan creyendo en avecillas
canoras en estado de gravidez. No vamos a comparar la economía francesa
con la de otro país francófono como Haití; pero en el grupo de países
desarrollados en donde está ubicada Francia, las cosas no están marchando
bien. El crecimiento económico no es bueno, y últimamente se ha pasado
del puesto 12 al puesto 16 en la lista de los países con mayores ingresos
“per capita”. El desempleo sobrepasa el 9% y encabeza
el “ranking” de los países industrializados. Por otra parte, el
crecimiento de la economía francesa está muy lejos de ser “pujante”
pues se mantiene por debajo de la media de toda Europa, tiene una merma
de competitividad, más el problema del desempleo que ya hemos anotado.
En el último editorial de “Le Monde Diplomatique”, Ignacio Ramonet, su director, expresa lo siguiente para tratar de explicar lo sucedido en Francia:
“Pero los esfuerzos de Sarkozy y los apoyos mediáticos masivos de los que se benefició no explican, por sí solos, su éxito. No más que los efectos perversos, verificados una vez más, de la elección presidencial por medio del sufragio universal: personalización, demagogia, voto útil... Pesó sobre todo la ausencia, frente a la derecha y la extrema derecha, de una auténtica alternativa política. Nunca desde 1969 había sido tan bajo el total de los votos de la izquierda en la primera vuelta (36,44%). ¡Y con razón! El Partido Socialista se dejó imponer por las encuestas una candidata, Ségolène Royal, que por cierto logró borrar el traumatismo de 2002, pero sin ofrecer a las fuerzas populares una perspectiva movilizadora. Aun más cuando a su lado, el Partido Comunista, la extrema izquierda y los ecologistas no se unieron para prolongar tanto las grandes movilizaciones sociales por la defensa de la seguridad social como de las jubilaciones; el envión del “No” en el referéndum del 29 de mayo de 2005 y la cólera de los suburbios. Más allá de las peleas de aparato y de personas, el centro de la cuestión es en primer lugar la incapacidad de pensar una política anticapitalista a la escala de Francia y de Europa.”
Subsiste un problema.
Si Nicky Sarkozy no puede o no quisiera ser un “neo-cons”, ¿qué
hacer? Creo que la respuesta está al cruzar el Atlántico, mirar a
América, como inútilmente quisieron hacerlo los puertorriqueños.
Según el poeta Luis Llorens Torres, los “pitiyankis” (derivado de petit yankee) eran aquellos puertorriqueños que querían
y quieren hacer ver que son más norteamericanos que los norteamericanos;
que con el anhelo de ser aceptados como “iguales” tenían que convertirse
en caricaturas de los colonizadores. Trataron de ocultar sus propias
raíces, pisotearon su bandera, para izar la del imperio. Los “pitiyankis”
pululan por doquier, los vemos en Venezuela poniéndose al lado del
Imperio para mancillar a la Patria, para denostar de Venezuela. Cambian
de piel como las serpientes y aparecen como neo-liberales, “neo-cons”,
Chicago Boys, etc., pero el objetivo es el mismo. Pasó la época de
Ronald Reagan y de Margaret Thatcher, pero sus “ideales” mutaron,
se transformaron y reaparecieron con otras denominaciones. Creo que
el género humano no los recordará con mucho respeto.
De allí lo de Nicky
por Nicolas. Es mucho más chic! De allí la vehemencia en rechazar
el ingreso de Turquía en la Unión Europea, de “meter en cintura”
a los habitantes de la “banlieu”, de echar por tierra la semana de 35 horas,
etc. Es decir, la modernización de Francia, así sea a carajazos!
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