Todo el mundo tiene, en algún tramo de su vida, sino en toda su extensión, a un vago como amigo, el cual se convierte en una infinita fuente de calamidades, por no decir en la ruina total. Pero al final, sin él o ella, los recuerdos carecerían de los acontecimientos que te niegas a confesar, y son estos los que conforman “la vida incontable”: un pilar vergonzoso que mientras se mantenga oculto, produce la fuerza devastadora por la cual, la existencia adquiere continuidad, hasta mas allá de la muerte, para que de alguna manera, aquellos que creemos que todo este esfuerzo tiene algún sentido, intentemos remediar lo irremediable.
Yo tengo el infortunio, no de tener a uno, sino a un grupo de ellos entre la lista de mis desgracias. Estos, como todo buen vago con algún resquicio de vergüenza, ocultan sus incapacidades en la difusa profesión del intelectual, y para colmo amparados bajo la mascarada del “humor incoloro”, tal vez por ello es que no pueden asimilarse a ninguna revolución europea de colores. Los que en sus eternos fracasos, no le dan ni por el cogote a Zapata. Son estos, los ociosos habituales, los que me han invitado a escribir un relato breve sobre “La Computadora de Uribe”, en su afán de crear un nuevo genero: “Cuentos de computadoras” que en su desarrollo destrone a los embaucamientos de los “Cuentos Chinos” o la porfiada persistencia del “Cuento del gallo pelón”, o por lo menos que compita con la vileza del “Paquete Chileno”, o en última instancia, que se equipare a la inverosimilitud del “Sueño norteamericano”. En fin, inventar algo en las postrimerías de la vida, que exija un mínimo de esfuerzo, y que este, de paso, sea ajeno; volcado a luchar en contra de la superfluidad de una empresa que no ofrezca resistencia alguna, y así pasar a la posteridad, arrebatándole al Presidente colombiano, la autoría material de “Los Cuentos de computadoras”
Incursionar en este novedoso género, paradójicamente, no es nada fácil, como en su ligeras apreciaciones, lo auguraron estos irresponsables. En principio hay que ser Presidente de un protectorado gringo. Gozar del prontuario, que si bien no te clasifica como parte de los “Poetas malditos”, si como creador de “Los Políticos Malditos”; no por bohemio y critico, sino por mitómano, inmoral y asesino en serio. Con compinches que van desde la cuadra de los “narcos”, hasta la cuadra de los “paras” pasando por la cuadra donde se mezclan todos los bandoleros: el parlamento neogranadino, cosa que tal vez es lo que seduce a estos insensatos amigos míos, ya que nunca han tenido las agallas como para experimentar las aventuras extremas que esta gente triunfadora y neoliberal, lleva hasta el límite de la muerte.
Teniendo la influencia neocolonial de un tipejo como este, el maestro de este genero, El Procónsul, ostentaras el poder que te permitirá romper la cadena de custodia, o simplemente te convertirás en la cadena de custodia misma, y por lo tanto tus deseos se harán realidad con solo teclear o cliclear, por no decir, manipular, la invencible computadora. Si yo estuviera investido de tal poder, utilizaría esa cadena, primero para amarrar a estos amigos, los locos de remate que ahora han creado la “Asociación Victimas de la Computadora de Uribe”, y luego pediría un documento en blanco firmado por las fuerzas guerrilleras, dueñas absolutas del manantial de la verdad y la veracidad, certificada por el gobierno colombiano, en donde yo pueda acusar, producto de mis antojos, a todos mis amigos y enemigos, embrollándolos en las mas perversas acciones, sobre todo en aquellas que apesten a comunismo, luchas populares y justicia social, cosa que me permita verlos extraditados, torturados y confinados a un limbo jurídico en algún campo de concentración en los EEUU, acusados de terroristas, ¡amen!.
Pero este género enfrenta al escritor con una nueva tragedia, el horror a la página escrita. Sin derecho a corregir estilos y matices, ni nada por el estilo. Con la grafía, fría o caliente, de una computadora sobreviviente a las más inclementes pruebas de calidad. Y al pie, una rubrica guerrillera que se arroga “el derecho de autor”. Y como en las cuentas mancomunadas, otra rubrica que avala la certidumbre de que todo lo escrito, es copia fiel y exacta de la realidad, de la Interpol, asociando de esta manera, nuestro incipiente subgénero al ya trajinado genero del suspenso policíaco.
Por ultimo, a falta de ideas, hablaremos de “el tema”. Este debe ser necesariamente, descabellado, para obligatoriamente descabellar, o como define con fría racionalidad cualquier diccionario: “matar instantáneamente, hiriendo con la punta de la motosierra en la cerviz”. Y aunque sus protagonistas no tienen por que ser calvos, dadas las características de la anécdota, por lo general, el antihéroe, blanco del poder destructivo de este infame genero, son líderes de pueblos que reclaman justicia. ¡Que de cosa tan demodé, en estos tiempos de desenfreno imperial!
En fin, “los cuentos de computadoras” son aquellos que satisfacen las necesidades de los documentalistas. En medio de un atolladero, apremiados por un embriagado emperador, exigiendo cualquier cuento para invadir y practicar magnicidios y genocidios, sus escribanos imprimen los documentos necesarios vomitados como churros por las computadoras de Uribe.
Montañas de Colombia 14 de mayo de 2008
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