La libertad de Ingrid y el exterminio de la insurgencia colombiana

El sentido humanitario, muy de moda por cierto, al igual que la amañada lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, colocan de muevo a la gran mayoría de la comunidad mundial, ante el inevitable trance de tomar un único bando frente a la puesta en libertad de la señora Ingrid Betancourt. Por supuesto, el acuerdo civilizatorio de las fuerzas de derecha, no deja otra alternativa que la de expresar obligatorio júbilo por el mediático acontecimiento, pues quien no lo haga así, corre el peligroso riesgo de ser reseñado como enemigo de la paz. Pero esto no es más que otro vil chantaje, al cual están sometidos permanentemente los hombres y las mujeres del mundo, obligados por el contradictorio y amoral sistema de relaciones impuesto por la hegemonía imperante, la que determina que las FARC secuestran, mientras el gobierno y el estado colombiano imponen la ley y la justicia.

Si la tarea fuera, como realmente debiera ser, reconocer los derechos de Ingrid Betancourt, cuyo cautiverio obedecía a los delitos cometidos contra el pueblo colombiano por la oligarquía de ese país, a la cual ella representa y defiende, hoy mas que nunca, dada su revitalizada imagen política después de seis años retenida por las FARC-EP, pero primero y antes que nada, reconocer los derechos y brindarle justicia a millones de colombianos y colombianas torturados, desplazados y masacrados; la decisión se presentaría muy sencilla de tomar. Así como el gobierno de ese país, en nombre de la oligarquía, mantiene en las mazmorras a los insurgentes presos por el ejercito de ocupación, los derechos individuales de una persona, aunque sagrados, no pueden estar por encima de los derechos de todo un pueblo, mas aun cuando esta persona con su carácter, su pensamiento y su actitud, ha demostrado reiteradamente, ser enemiga de los campesinos y de todos aquellos que se defienden de las agresiones del colonial régimen colombiano, y esta enemistad no solo la manifiesta en el terreno de las ideas, sino además, lo demuestra en el terreno de las acciones.

Desde esta óptica, yo no me sumo al júbilo de la hipócrita opinión mundial, incluyendo lo expresado por la dirigencia progresista, que en nombre de la izquierda, la que impulsa los cambios en las sociedades del sur, enarbolan los sentimientos de jolgorio hacia este personaje, no solo dejando en segundo plano a millones de seres invisibilizados que sufrieron y sufren las tragedias provocadas por los verdugos imperiales, sino desdeñando de soslayo, sus derechos de manera igualmente masiva. Esto no quiere decir que me moleste su libertad, independientemente de la forma en que la haya conquistado, sino lo que esto significa para el pueblo colombiano, y en particular para las FARC, su brazo armado. La libertad de Ingrid (y aquí si importa la forma como lo presenta el gobierno colombiano), es un triunfo para esa oligarquía y para la estrategia que rodea de un manto de aislamiento, soledad, olvido y asfixia a esa guerrilla bolivariana, convirtiéndola en el chivo expiatorio del proceso emancipador de la región.

De esta forma el pueblo colombiano, no solo sufrirá la humillación de soportar de nuevo, la candidatura de una representante de la cultura imperial (Ingrid “La Francesa”) a la presidencia de esa amada patria, sino que se la tendrá que calar en la máxima dirección de su destino, para que su corazón que duerme y sueña en Paris, defienda con vehemencia, como lo ha hecho en estos días de libertad, los intereses galos, como imposición de los acuerdos a los que arriben las negociaciones de las fuerzas en pugna, cuyo peso hará sentir como siempre, con su inconfundible política internacional de sangre, fuego y extorsión, los Estados Unidos. Y aunque esto pareciera inaudito y descarado, incluso para ingenuos factores de derecha en el mundo, si es que existen, basta con mirar someramente el absurdo escenario de la realidad colombiana, en donde un gobierno asociado al negocio de las drogas, los paramilitares y mercenarios extranjeros, ejecutando miles de asesinatos y desapariciones como expresión de de la subyugación al imperio, no solo es impuesto para que continúe las políticas de exterminio en un segundo mandato, sino que como premio es apuntalado a un tercer ejercicio de facto. Esto sucede como producto del ejercicio de trampas y toda suerte de delitos, ante la mirada atónita de propios y extraños. Así que La Francesa, a la vuelta de un tiempo, quizás mas corto de lo que la prudencia les recomienda, la veremos sentada al lado de los Presidentes y Presidentas de Nuestramerica, frenando como lo hace el actual gringo, la unidad de los pueblos del sur, única posibilidad de independencia real.

En este sentido sería bueno preguntarse ¿Cual sería la reacción que los franceses de todas las tendencias, adoptarían si la señora Betancourt, manifestara su intención de convertirse en La Alcaldesa de París? ¿Serian capaces de acompañarla en tal empresa e ir más allá de colgar su foto en la fachada del cabildo? ¿Cuales serian las acciones a ejecutar por el orgullo francés, si esta ambiciosa dama, exteriorizara sus aspiraciones de convertirse en su Presidenta? De seguro que cualquier riesgo que corriera su integridad, en el divino aire parisino, sería asumido con la comprensión que proporciona la civilidad europea.

La libertad de Ingrid pesa como cuando se fuga un corrupto de la cárcel y se va a territorio imperial a disfrutar lo expoliado al pueblo. En este caso Ingrid se va a la comodidad europea a saborear el triunfo que debió obtener la honestidad de las FARC. Cada palabra suya en los escenarios de la política mediática, es una amarga sentencia de exterminio para el oprimido pueblo.

¡Patria, socialismo o muerte! ¡Venceremos!


miltongomezburgos@yahoo.es




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Milton Gómez Burgos

Artista Plástico, Promotor Cultural.

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