No nos sorprende el amplio informe de quien nos relata todo el entramado que pudiera haber hecho posible los vínculos de Nicolás Sarkosy con la CIA. Para los latinoamericanos que hemos sido testigos de tantos golpes de estado y planificación de guerras intestinas como por ejemplo, las del Partido Nueva Joya en la isla de Granada ó el asesinato de la Comandante Ana María del Frente Farabundo Martí en El Salvador, el caso de Sarkozy es un replay de suspenso al estilo hollywoodense para agravio del pueblo que hiciera famosa la consigna Libertad, Igualdad, Fraternidad en la Revolución Francesa.
Lo que si nos llama a la reflexión es cómo un pueblo tan nacionalista como el francés pudo llegar a ese estado de retroceso al permitir que se llegara hasta allí. La respuesta que me doy pasa desde, por supuesto, el gran poder de los medios de comunicación audiovisuales e impresos, que incluye casas editoriales y empresas del espectáculo, que también en ese país están dominados por monopolios no franceses, hasta el efecto de la corrupción en los seres humanos. Y es en este último aspecto que quisiera ahondar pues como dicen por allí, si ves las barbas de tu vecino arder pon la tuya en remojo. Ya basta con vernos siempre víctimas de agentes externos aunque estos estén vivitos y coleando, riéndose de nuestra ignorancia.
¿Qué podemos hacer frente a un poder que parece omnipotente?
Hay algo que podemos hacer y es revisar los paradigmas que tenemos sobre nosotros mismos, debido a los cuales en una dinámica del perro mordiéndose su cola, les hacemos el juego a quienes pretenden imponerse con la manipulación de nuestras conciencias al llegar a percibirnos de la misma manera que ellos nos perciben. Esa ha sido una de las estrategias más refinadas y al mismo tiempo obvias de los planes de inteligencia de cualquier imperio en todas las épocas para legitimar su dominación. Imponernos una imagen errada de nosotros mismos y luego hacérnoslas creer, hasta llegar nosotros mismos a defenderla.
Lo hicieron con nuestros indígenas y lo seguirán haciendo hasta que decidamos lo contrario. Quebrar esta visión equivocada que nos impide percibirnos adecuadamente para saber quiénes somos es una tarea que requiere reflexión profunda que va desde lo filosófico hasta lo espiritual. Y que en la actualidad se está convirtiendo en la única vía de escape para quienes creemos en una verdadera liberación.
En la modernidad hay una tendencia a percibir al ser humano como una persona susceptible a ser influenciada si se tocan las teclas claves de sus sentidos, emociones, intereses. Para ello Pavlov hizo todo un estudio en Rusia donde demostró cómo actuaba el reflejo condicionado en los animales, con sólo asociar la satisfacción de sus necesidades a estímulos externos que lo gratificarán o castigarán, y a su vez estos estímulos con otros hasta convertir al animal, a través de una sucesión de condicionamientos, en esclavo de nuevas necesidades que nunca lo saciarían pues su cerebro ya no recuerda el vínculo original (deseo) de donde partió esa cadena de asociaciones.
Cambiemos la visión sobre nosotros mismos
Estas investigaciones fueron tomadas por Skinner en Estados Unidos y usadas en la II Guerra Mundial, así como explotadas al máximo en todo el desarrollo de la publicidad en el siglo pasado y en lo que va de siglo. Sus resultados se pueden observar de manera cruda en el entrenamiento de animales, en los cuales han sido capaces de enseñarlos a hacer casi todas las actividades humanas, aunque sea de una manera mecánica.
Esta visión se denomina en Teoría de la Comunicación como la Teoría Hipodérmica y aunque debería estar obsoleta, es buena parte de su base la que sostiene la imagen pasiva que nos dan del individuo y de nosotros mismos el conglomerado comunicacional-industrial que domina en el mundo entero, donde el hombre es tratado prácticamente con las mismas técnicas a través de las cuales se adiestra un animal.
Cuando nos descuidamos nos vemos actuando y reaccionando tipo robot, imitando y rebotando la imagen que nos venden en nuestra vida cotidiana, olvidando que esta visión unilateral del hombre, de manera exprofesa, niega la parte consciente, reflexiva, que existe entre el estímulo y la respuesta, donde además de los sentidos, emociones e intereses también están el razonamiento, la voluntad, las cualidades humanas como la verdad, el amor, la rectitud, la paz, componentes de la verdadera naturaleza del ser humano esperando para ser cultivadas.
Aunque nos sentimos muy libres, en realidad, nos sometemos a los dictámenes de esa visión mecanicista del hombre al no ver hacia dentro y hacer un gran esfuerzo en todo el sistema educativo y en nuestros medios de comunicación para resaltar la necesidad de desarrollar la vida interior en nuestros alumnos, radioescuchas y televidentes.
Incluso en nuestras campañas de publicidad y en el diseño de la programación, a veces reproducimos automáticamente, sin darnos cuenta, esa visión del individuo que lo empobrece cuando tratamos de imitar el entretenimiento, la recreación y el uso del tiempo libre de los otros medios de comunicación signados por esa visión unilateral del ser humano, que lo único que busca es el lucro y niega su verdadera naturaleza.
Existen programas educativos conocidos como Educare a través de los cuales se busca desarrollar la meditación, el silencio, la reflexión, la música, todas las expresiones artísticas como medios para lograr extraer de nuestra naturaleza estos valores humanos que nos definen como lo que realmente somos: seres espirituales. Esta es la única vía de escape. Sigámosla. No permitamos que el pragmatismo, el inmediatismo, el escepticismo, nos impidan hacer uso de esta gran oportunidad que tiene Venezuela para realmente vencer las sombras y hacer que florezcan nuestras mejores cualidades. Ni esperemos que el “mundo de afuera” cambie para empezar por nosotros hacerlo. Es la única manera de salir de cualquier tipo de condicionamiento.
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