Refiere Edgar Allan Poe en una de sus historias (El entierro prematuro) la angustia de su personaje ante la muerte, personaje quien, por causa de una afección extraordinaria que suspendía sus funciones vitales sin morir realmente, temía constantemente ser enterrado estando aún con vida. Para conjurar sus temores, hizo arreglos de modo que le tuvieran a la mano un ataúd con dispositivos de apertura desde su interior, para escapar, dado el caso que le ocurriese tragedia tan espantosa.
Su angustia permanente era que "muriese", pudiendo permanecer en tal estado largo tiempo, obligando al protocolo médico de entonces a declararlo "muerto" y a enterrarlo, su tragedia final. Se precisaba de procedimientos y artilugios no paridos por la ciencia todavía para declararlo muerto con certeza, sin incurrir en equívocos (horror para el caso). Esperar que trascurriera bastante tiempo sin notar que el cuerpo se descompusiera era una medida poco práctica en la situación vital del personaje; o constituye una omisión habilidosa del relato, desde el punto de vista de la ficción envolvente.
Tal situación de certificación de muerte ante la evidencia de un cadáver putrefacto es lo que acaba de hacer hoy el Fondo Monetario Internacional (FMI) con el asunto de la crisis financiera o la llamada recesión económica, dejando ya de lado el célebre cuento del escritor estadounidense. Con el aplomo y certeza que pueda derivarse de una situación pestilente de no vida -digámoslo así-, declaró sin más que EEUU entró en una recesión que durará hasta el 2.009, y que era cierto el cuento ese de que se había empezado a vivir una crisis desde hacía rato, con millones de contribuyente perdiendo empleos y hogares.
La borrasca de la crisis se había visto levantar, pero, como dijimos, podría ser ilusoria, y el FMI temía cometer un garrafal error de certificación institucional, proponiéndose esperar tener las pruebas en la mano. Ver para creer, como diría un Santo Tomás. Hasta hace dos días que, con gran desparpajo, finiquitó el asunto y decretó que, en efecto, había crisis, y crisis para rato (bueno, en sus términaos, para un año). O dicho de otro modo: hasta hace dos día fue que sintió, como consorcio plutocrático mundial, lo que otros ya sentían hace años en carne viva.
Fue necesario que corriesen las lágrimas, primero, y la sangre, después; o, como se dice en el país: que la sangre llegase al río, para actuar. Para abrir el pico y dignarse a reconocer la amarga derrota de un sistema político y económico que sólo ha servido para afincar a una poderosa minoría en el poder mundial, sobre la base del engaño a esos otros miles de millones restantes en que consiste la población de la tierra. Cosa sería hoy, por cierto, porque no se puede perder la credibilidad y el prestigio del mando prestidigitador sobre tantos millones de seres humanos agrupados en sociedades necesariamente políticas. ¡Ojalá no se llegue al extremo de que, para mantener el "modelo" (hoy en crisis), se tenga que combatir la pobreza matando realmente a sus pobres! (La costumbre es hacerlo mediante guerras).
Fue necesario que se rompiesen los diques y ocurriese luego la inundación para asumir posiciones que evidenciaran que el sistema capitalista y neoliberal, como toda cosa humana, no era una perfección. Que muchos quedasen en la calle, sin empleo y sin hogar, y a veces hasta bajo tierra (en EEUU ya hay significativas cifras de suicidio), para animarse a declarar oficialmente la sandez de que hay una crisis. Que el libre mercado ha sido derrotado por sus propias hormonas, o por una cosa parecida a lo que ocurre en los organismos vivos con la llamada autoinmunidad, proceso defensivo biológico sin embargo autodestructivo.
Por primera vez en una década el desempleo mundial apunta a alcanzar la cifra de 200 millones, según cifras de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), con el nuevo aporte de los 20 millones que le arroja la presente crisis, o recesión, para utilizar la expresión certificatoria del FMI. Tres de cada cuatro ciudadanos estadounidenses sostienen que la situación es bastante mala, según medición de una cadena informativa adlátere del mismo sistema de las mentiras (CNN). Y lo peor, desde el punto de vista del sistema modélico que siempre se ha afanado por venderse como la panacea económico-política de la sociedad mundial: el Estado tuvo que mediar en los mercados, intervenir sobre la banca, para salvarlos, inyectándole unos $700.000 millones, acabando con la epistemológica aseveración de la libertad de mercado del sistema neoliberal. Como hacen los Estados socialistas, pues, ni más ni menos, al intervenir para regular, no creyendo en instintualidades desbocadas de la condición animal como figuras rectoras de la razón y moral humanas.
Una amarga verdad en momentos de crisis o, volteando la expresión, una crisis por la eventualidad de amargas verdades. Como sea, parecía ya insostenible que el cinismo mundial de la clase económica dirigente siguiese cabroneando que no ha pasado nada, para no aporrearse tanto el orgullo, para alimentar ególatramente la autoestima y subirla hasta niveles de ficción con el cuento de que es un breve capítulo de desperfectos en la trama. Para intentar salvar, sobremanera, la pócima ideológica de los embrujos, y seguir engañando a granel a los idiotas, cuando no sometiéndolos por la fuerza de las armas para que crean por creer.
Resulta aterrador que la gente comience a dudar sobre las virtudes de su modelo de vida, cuando no a sufrir sus consecuencias depredantes ciudadanas. ¡Y en los mismos EEUU, sede ideológica del capitalismo mundial! Millones de almas tendrían que ser convencidas de que, a pesar de todo, el modelo es el modelo, y que no tiene caso voltear la mirada hacia otros, llámese comunismo, poder de la gente o socialismo, susurros fantasmagóricos del pasado. ¡Vaya, vaya, con estos ídolos del juicio para no mirar realidades!
El FMI, como organismo plutocrático que busca preservar sus niveles convincentes de credibilidad (vaya pleonasmo), sus niveles engañosos de salud imperial, miente cínicamente sobre una realidad ominosa o deja de hacerlo cuando la verdad ha exterminado a millones. Así de simple. Decir lo que dijo, reconocer que el cadáver apesta cuando florean los gusanos, es un infinito acto de burla institucional que pone en entredicho la inteligencia humana, si se considera que es gente muy docta, formada en las "mejores" universidades del mundo. Lo mismo ocurre con sus negaciones.
Ya usted lo vio: tardarse en reconocer lo que ya es un río que arrastra cadáveres, no más porque le conviene propagandistamente a su semántica de dominio, es un acto más bien que se encuadra en un paradigma de la desaparición, de la decadencia, porque la tontería podría ser una edad de la vida, pero no una eternidad. Y así mismo como aseveró que "hay crisis", obligado por la conveniencia de las arremolinadas circunstancias, también juega con los imbéciles del mundo cuando pronostica que se extenderá la recesión hasta mediados del 2.009.
¿Usted le cree, tanto al FMI, como a cualquier otra institucionalidad de la explotación mundial, como la Organización Mundial de Comercio (OMC), el G-7 o la ONU misma, toda esta parcializada con los más poderosos? Ni en sueños se animaran hacia la verdad, esto es, que todo un sistema se puede estar quebrando, aunque de los cadáveres sea notorio que empiecen a brotar moscas. Siempre fiel al eslogan institucional del sistema del capital: la realidad personal del uno sobre la social de millones. Egoísmo versus altruismo.
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