En ese hipotético escenario propuesto por Juan Manuel Santos hay que tomar en cuenta varias variables. La primera es que Santos declara como Ministro de la Defensa. En segundo lugar, cuando declara, lo hace como vocero de la “política exterior” del Gobierno de Álvaro Uribe Vélez. En tercer lugar, emite opinión sobre un “hombre de Estado” y líder fundamental de la República Bolivariana de Venezuela y la Revolución Bolivariana tanto, en el primer caso, como Vicepresidente del Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, Canciller y Ministro de la Defensa como por su trayectoria como “político y líder” de la izquierda del proceso político histórico de Venezuela. Como cuarta variable, en última instancia, es potestad del Gobierno Bolivariano de Venezuela decidir su política exterior y la designación de sus representantes diplomáticos ante los gobiernos y organismos internacionales.
Las declaraciones del Ministro de la Defensa de la República de Colombia, Juan Manuel Santos, consideramos, deja en una muy comprometida situación a los servicios de inteligencia, militar y civil, de Colombia cuando emite unas opiniones sobre un “hombre público y político de largo y densa trayectoria”, defensor de los Derecho Humanos como José Vicente Rangel. Quienes algo conocemos a José Vicente podemos percibir con claridad que tiene nortes profesionales muy definidos: político dedicado a tiempo completo a la política interna de Venezuela y periodista muy polémico. Dudamos que esté interesado en ser Embajador y mucho menos sentarse en el foro de la OEA. Posiblemente, le produciría “piquiña”, como decimos en buen criollo. Además, realizar un comentario como el expuesto por Juan Manuel Santos sobre José Vicente, inmediatamente, después de la Primera Cumbre de Latinoamérica y El Caribe, es estar “mal asesorado” en política exterior y de defensa sobre el movimiento de unidad que se viene desarrollando entre los países al sur del rio Bravo junto al significado de la UNASUR, de la reunión del Grupo de Rio en Santo Domingo que viene dejando en el “umbral de la Historia” a los Estados Unidos de América y Canadá.
Las declaraciones del ministro de la Defensa de Colombia, Juan Manuel Santos, fueron desautorizadas por la Cancillería colombiana: “…el Ministerio de Relaciones Exteriores desaprueba las declaraciones del Ministro de la Defensa, Juan Manuel Santos, con respecto a eventuales candidaturas a la Secretaría General de la OEA. El Gobierno de Colombia no se pronuncia sobre situaciones hipotéticas…" Analicemos. La Cancillería colombiana, en su comunicado, dice que “desaprueba” las declaraciones de Juan Manuel Santos con respecto a decisiones de ”política exterior” del Gobierno de Álvaro Uribe Vélez sobre “…eventuales candidaturas a la Secretaria General de la OEA…” ya que ello le corresponde decidirlo a la Casa de Nariño y a ser ejecutadas por la Cancillería colombiana y no comenta sobre el significado y posibles implicaciones que dichas declaraciones tienen acerca de un “hombre de Estado” de la República Bolivariana de Venezuela como lo es José Vicente Rangel; es decir, no las califica con respecto a Venezuela como declaraciones “personales” de Santos ni sobre la calidad y significado de las mismas en las relaciones bilaterales. Así mismo, informa que el “…Gobierno de Colombia no se pronuncia sobre situaciones hipotéticas…” no calificando las declaraciones de Juan Manuel Santos como intromisión en los “asuntos internos” de Venezuela. En última instancia, las declaraciones públicas y oficiales de la Cancillería colombiana están dirigidas a la opinión pública interna de Colombia.
El Ministro de la Defensa de la República de Colombia, Juan Manuel Santos, es el “personaje político-militar” más importante de Colombia después del Presidente Álvaro Uribe Vélez. Además es el “hombre de confianza” de Washington en lo que significa, en la práctica, la política “guerrerista” de Bush & Co. Y es, a todas luces, un hombre culto, inteligente y sólido ideológicamente con una visión a futuro de Colombia y, dicen, con aspiraciones presidenciales; además, sería la ”mano derecha” de Uribe Vélez. ¿Qué queremos significar con esta aseveración? La praxis política que se ejerce al más alto nivel del Estado y en el caso de Colombia cuando se ejecuta, día a día, la política de “seguridad democrática”, no se producen, en esos niveles de la Política de Estado de la República de Colombia, “declaraciones inocentes”. Por tanto ¿Qué significarían las declaraciones no tan inocentes del ministro de la Defensa de Colombia, Juan Manuel Santos?
La política de Washington, a pesar de las reiteradas declaraciones de George W. Bush en apoyo a Uribe Vélez, se está alejando de la Casa de Nariño. La política de la “seguridad democrática” pareciera que hubiera entrado en un “soft landing” lo que fue, evidentemente, aprovechado por los movimientos sociales, corteros de caña e indígenas de Colombia para requerir soluciones a problemas sociales globales que se viven cotidianamente en Colombia. El Presidente Uribe Vélez, en nuestro criterio, no “manejo”, políticamente, sus relaciones con el sector indígena lo que le produjo un impacto negativo en su popularidad. Por otro lado, lo que podríamos denominar como el “efecto de los falsos positivos” en la estructura militar, está, objetivamente, impactando a la cúpula militar, por tanto, está “tocando”, directamente, al ministro de la Defensa Juan Manuel Santos e, indirectamente, a Uribe Vélez. Para colmo de males, el asesinato del dirigente indígena, a decir, por parte de algún miembro del ejército colombiano ha obligado a los representantes del Estado colombiano a dar declaraciones públicas que van desde las necesarias investigaciones del caso en Colombia para “evitar investigaciones” de organismos internacionales hasta las fuertes declaraciones Uribe Vélez con respecto a las fuerzas armadas colombianas.
En ese mismo orden, el proceso de unidad continental de países de Latinoamérica y El Caribe y las políticas sociales de participación, redistribución de riquezas, cooperación, integración y solidaridades en la solución de problemas sociales básicos son objetivos políticos, económicos y sociales que van en detrimento de las políticas de los EEUU de América. Si a ello le agregamos acuerdos en materia militar, la presencia de la IV Flota norteamericana en aguas del Caribe, del Atlántico y del Pacífico no tendrían razón de ser y/o los EEUU de América se verán en la imperiosa necesidad de alcanzar acuerdos de “buena vecindad compartida” con los países de la Región.
Frente al escenario, inmediatamente expuesto, los neoconservadores y las derechas nacionales e internacionales, objetivamente, van percibiendo como las sociedades de los países de El Caribe, Centroamérica y Suramérica van creciendo en conciencia, oportunidades, y bienestar alejándose de las praxis políticas e ideológicas del sistema capitalista que se impulsan, en el marco de las políticas de la Dependencia, desde Washington y los centros de poder europeos. No estamos sugiriendo que esos procesos políticos al sur del rio Bravo son anti-sistema capitalista; son movimientos nacionalistas, progresistas, de desarrollo sostenido y horizontal en la producción de materias primas y elaboradas que tendrán un impacto en la economía global capitalista. Los países al sur del rio Bravo tienen materias primas, agua, tierras cultivables y población que son el potencial más importante para la supervivencia del sistema capitalista. Por tanto, objetivamente, son el lugar a “controlar, manipular, someter y explotar” por parte de las más grandes e importantes trasnacionales.
En ese escenario arriba descrito, son dos los países que están presentes, sentados pero alejados de la “unidad continental”: Colombia y Perú. En el marco de esa realidad, Méjico ha captado que la “crisis financiera” va a impactar en su economía con previsiones de “pronóstico reservado” lo que ha obligado a Felipe Calderón a objetivar sus realidades socio-económicas y mirar “con buenos ojos” al sur.
Una posible solución
de las derechas nacionales e internacionales y de los neoconservadores
a la realidad en “pleno desarrollo” de los países al sur del rio
Bravo, sería desarrollar situaciones de inestabilidad social, económica
y de una continua y permanente matriz de opinión negativa. Es decir,
ir desarrollando una “guerra de baja intensidad” de opinión negativa.
En ese marco, las declaraciones del ministro de la Defensa de la República
de Colombia, Juan Manuel Santos, podrían estar en perfecta sintonía
con las políticas que, desde su Despacho, se han venido impulsando.