Barack Obama ya es presidente
de los EEUU y hay quienes destacan su bondad personal y los elementos
positivos de su trayectoria y de su formación profesional.
Que una persona que
llegue a ocupar una posición tan trascendente, sea buena o mala en
lo individual es importante; igual si tiene o no talento y formación.
Pero de todas maneras no es lo más decisivo a la hora de gobernar.
Lo decisivo es a cuáles intereses responde, a quienes se subordina
y a quienes no, qué tipo de formación económica-social responde,
cuál sistema político-jurídico encarna y qué contenido tienen sus
ejecutorias.
Obama puede ser “buena
gente” y además sumamente inteligente, y eso es muy bueno; pero
más allá de esa valoración acerca de sus atributos, de lo que
personalmente ha sido o de lo que parece ser, hay que evaluar bien sus
concepciones y sus acciones políticas y medidas administrativas.
Obama tiene la ventaja
relativa -extraordinaria ventaja- de sustituir a Bush y a su equipo
de gobierno, puesto que peor que él o peores que ellos es difícil
conseguirlos.
Algo así –guardando,
claro está, la distancia -pasó aquí con el gobierno de Hipólito
mejía y la vuelta de Leonel Fernández a la presidencia de la república.
Hipólito resultó tan y tan malo que rehabilitó al simulador, y ahora
este pueblo lo tiene más “arriba del moño”.
No se trata de personas
iguales, ni tampoco estoy diciendo que con Obama vaya a pasar exactamente
así. Ahora de lo que se trata es de evaluar su discurso en la toma
de posesión y sus primeras medidas de gobierno.
- Injustificado reconocimiento a Bush y exaltación del imperio.
El discurso mueve a preocupaciones
serias.
“Agradezco al presidente
Bush su labor hacia el país”,
fue una de las oraciones iniciales de su pieza oratoria. Y la verdad
es que a no ser el desastre económico y social, el estado semi-policial,
la corrupción extrema, el militarismo infecundo y criminal, la aceleración
de la crisis capitalismo mundial… a ese señor no hay por donde agradecerle
ni desde la sociedad estadounidense ni desde el orden mundial que propició
su Administración.
En tales circunstancias,
las gracias a Bush de parte de Obama parecería tener lógica
por habérsela puesto fácil para ganarle las elecciones a los republicanos.
Y desde nosotros/as solo podría justificarse por haberle dado mayor
vigencia a las ideas de Marx, Engels y Lenin, y por concedernos la razón
a quienes insistimos en al necesidad de un nuevo socialismo.
“No nos disculparemos
de nuestro modo de vida, ni bajaremos nuestras defensas. Seguimos siendo
la nación mas poderosa y prospera del a tierra”,
remarcó el nuevo presidente. Pero en verdad esa palabras tienen un
mal olor a soberbia, a prepotencia imperial y a amenaza; además
de sobrevalorar un imperialismo decadente, pentagonizado y en crisis
mayor.
Con esa sentencia Obama
obvió el costo que para la humanidad, para los cuarenta millones de
pobres residentes en EEUU, para las decenas de millones de estadounidenses
consumidores de drogas, para las libertades en el planeta, para las
clases oprimidas y excluidas y para la paz internacional… ha tenido
el “modo de vida” yanqui.
Si el Papa de Roma pidió
perdón por el nefasto rol de su iglesia en la conquista y colonización
de América, que no deberá hacer la clase dominante-gobernante de los
EEUU para redimir sus culpas por sus crímenes y delitos de lesa humanidad.
Y muy especialmente la dinastía Bush.
La “grandeza” de los EEUU, que tanto y de manera tan reiterada
exaltó el señor Obama en el referido discurso, ha sido forjada en
gran medida a costa del exterminio de los pueblos originarios de Norteamérica,
del saqueo de sus posesiones, de la sobre- explotación de millones
y millones de nacionales estadounidenses, de la expoliación del tercer
y cuarto mundo, de la imposición de crudas dictaduras militares, de
múltiples invasiones y guerras de rapiña, de la práctica, unas veces
sublimada y otras veces descarada, de la usura y de la estafa.
No, esto no hay manera
de ocultarlo y luce ridículo y ofensivo que el señor Obama, desde
su sapiencia universitaria, se empeñe en dejarlo a un lado.
Los “emprendedores” alabados por Barack, que “atravesaron
océanos en busca de nueva vida”,
lo hicieron a sangre y fuego, y no tienen nada que envidiarles a los
españoles asesinos de indios. Por eso, exaltar de esa manera la conquista
y la colonización de Norteamérica, es mentir, es adulterar la
historia. Y esa es mala señal.
Pero peor aún es elevar
a la condición de héroes a los que cayeron en Khe Sahn, ejecutando
la frustrada y cruel ocupación militar de Viet-Nam, escenario
de numerosas fechorías imperiales. Compararlo además con los soldados
estadounidenses que desembarcaron en Normandía para combatir el fascismo,
es una ofensa a la inteligencia de los seres humanos. Si es ese el “viaje”
que dice “continuar”, hasta sus bondades habrá de esfumarse hasta
hacerse invisible: la razón de Estado terminaría convirtiéndola en
humo. Sería mejor pensar que de su parte solo será un recurso retórico
no interiorizado, en procura de tranquilizar a los halcones sedientos
de sangre.
- Enfoque superficial de una crisis mayor.
Obama exhibió una gran
superficialidad, no propia del talento y la formación que en verdad
se le atribuye, al abordar en el discurso comentado la crisis que afecta
la sociedad estadounidense:
“Nuestra economía
–afirmó- está muy debilitada, consecuencia de la avaricia y la irresponsabilidad
de algunos, pero también la población ha fallado al tomar malas decisiones
a la ahora de preparar al país para una nueva era”
Como si la crisis estructural
del capitalismo, la crisis sistémica, que estalló en su centro, fuera
tan sencilla de describir y presentara causas tan superficiales como
la “avaricia y al irresponsabilidad
de algunos”.
Como si la convergencia
de múltiples crisis: energética, tecnológica, inmobiliaria, alimentaria
urbanística, ética, de sobreproducción, medio-ambiental, financiera,
habitacional, militar…pudiera describirse de esa manera.
Como si la crisis más
profunda de ese sistema, a penas en su despliegue inicial, solo mereciera
esas líneas inconsistentes y alunas promesas vagas.
Como si las enormes desigualdades
sociales, agravadas en la era neoliberal del capitalismo, pudieran superarse
recurriendo al “llevar hacia
adelante la promesa divina de que todos somos iguales, todos somos libres
y todos merecemos una oportunidad de buscar total felicidad”
Habría que buscar la
lámpara de Aladino para llevar adelante ese propósito dentro de un
sistema capitalista en avanzada fase imperialista.
Habría que recurrir
a la Virgen de Lourdes, a ver si logra hacerlo después de innumerables
peticiones fallidas, en esta era de los grandes monopolios y oligopolios,
en este periodo de altísima concentración de la propiedad, ingreso,
riquezas y poder a favor de las elites capitalitas beneficiarias de
la “grandeza” de EEUU.
La superioridad en declinación
de los EEUU, centro del capitalismo mundial, no se supera ni con vaticinios
y deseos de ese tipo, ni haciendo referencia a la derrota del fascismo
y del comunismo como el legado de los antepasados estadounidenses que
lo aseguran como un país con un liderazgo supuestamente invencible.
Su crisis es demasiado profunda y su hegemonía demasiada destructiva
como para que la humanidad amenazada de sucumbir la soporte por mucho
más tiempo.
El fascismo fue derrotado
por una alianza de países y pueblos, entre los que jugaron papel relevante
las naciones soviéticas, los pueblos europeos, los partidos comunistas
y social-demócratas de ese continente. Lo que Obama llama “comunismo”
jugó un papel estelar en esa victoria, aportó los mayores sacrificios
y la más impactante heroicidad.
Y ese “comunismo”,
referido a la URSS y demás Estados de Europa Oriental, no lo derrotó
EEUU, sino que se derrotó a sí mismo; colapsó, se derrumbó, a consecuencia
de una profundad crisis estructural del modelo estatista-burocrático
imperante, que obstruyó la ruta hacia el socialismo y alejó más aun
el proyecto comunista.
Esas ofensas a la inteligencia
común en boca de un brillante egresado de la Universidad de Columbia,
son elaboraciones para confundir a ignorantes, recursos alejados de
una ética intelectual consistente, el cual que persigue insistir en
la perpetuidad del sistema en crisis.
Ninguna relación guardan
esas valoraciones con la falta de talento o de conocimientos de parte
de Obama, sino de su interés en no reconocer el carácter estructural
y sistémico de la crisis del capitalismo estadounidense y mundial,
para no plantearse los cambios revolucionarios que tanto se necesitan
a escala planetaria y en su propio país, para no admitir la tendencia
al colapso de la civilización burguesa y la peligrosidad del caos prolongado
que conlleva no sustituirla. En ese sentido el nuevo presidente de los
EEUU actúa a plena conciencia como un representante ilustrado (por
adopción) de esa decadente civilización y de ese sistema explotador
y espoliador.
Y lo hace inteligentemente
dentro de los límites que implica defender lo indefendible, siempre
prometiendo renovación e ingenio. Por eso, sus promesas divinas contrastan
con su preocupación por renovar las bases tecno-científicas del capitalismo
de la civilización industrial basada en el uso intensivo del petróleo
y otros energéticos en proceso de agotamiento.
Obama está conciente,
aunque no lo diga, que el sistema imperialista tiene carencias mortales
a corto plazo, si no transforma su actual patrón de acumulación y
por eso insiste tanto en “innovar”, al tiempo de culpar a la “población” de “fallar
en no preparar el país para la nueva era”.
Porque el capitalismo actualmente no tiene a mano la manera de contener
el agotamiento de la cultura técnica moderna ni de superar su
crisis tecnológica total. De esa manera se culpa al pueblo de lo que
ha sido esencial en esta etapa al sistema de dominación y a la supuesta “grandeza”
de EEUU, al tiempo que se promete superar la falla sin nada concreto
que avale la certidumbre de esa posibilidad.
- Un imperialismo suave y filantrópico: otro cuento de camino.
“A la gente de los países pobres –subrayó el nuevo presidente estadounidense- prometemos trabajar juntos para hacer que sus granjas prosperen y permitir que fluyan, las aguas limpias, para alimentar cuerpos famélicos y mentes hambrientas”
“Y aquellas naciones como la nuestra
–agregó- que disfrutan de relativa abundancia, decimos que no podemos
afrontar más la independencia de los que sufren fuera de nuestras fronteras,
ni podemos consumir los recursos del mundo sin tomar en cuenta sus efectos:
porque el mundo ha cambiado, y debemos cambiar con
él”
Bonitas palabras repletas
de falsedades.
Promesas que contradicen
la esencia de las corporaciones que Obama no se propone tocar.
El imperialismo como
tal está incapacitado para “trabajar
juntos” por esos propósitos,
porque eso es totalmente contrario su propia esencia. Su fortaleza,
sus enormes ingresos, son el producto de una dinámica de empobrecimiento,
contaminación, saqueo y explotación del resto del mundo y de una gran
parte de su sociedad.
En el caso de EEUU ciertamente
el poder empobrecedor de sus corporaciones se expresa hasta en su propia
sociedad, donde existen más de 40 millones de pobres y un proceso de
agravamiento de esa realidad a consecuencia de la recesión actual.
Más aun la economía estadounidense podía colapsar, y en todo caso
su recuperación estaría por verse y eventualmente sería a muy largo
plazo.
¿Dónde esta la fórmula
de Obama para cumplir tantas promesas generosas a los países pobres
y al mundo si persiste –como lo está haciendo- en el camino capitalista-imperialista?
Esas estructuras, que
motivan los elogios a la “grandeza” ese su país por su actual jefe de estado
y sus exhortaciones a mantener el “liderazgo
mundial”, tienen en su seno
y están dominadas por las personas más ricas del planeta, por lo que
a la vez están incapacitadas para reducir la enorme mancha de pobreza
que se extiende por el planeta y en su propio territorio. Ni siquiera
en el esplendor de la era keynesiana, a la cuál se quiere retornar
con enormes dificultades y obstáculos -y en medio deterioros mayores-
pudo ser eso posible.
Ese país tiene enormes
riquezas en poder de unos pocos y enormes carencias de materia primas
esenciales. Su locura consumista y el bestial afán de lucro de
sus elites capitalista motivaron el saqueo del mundo por sus poderosas
corporaciones, acompañadas de su inmensa y destructiva supremacía
militar. No es que EEUU “no
puede consumir los recursos del mundo”,
porque “el mundo ha cambiado”, es que ya consumió gran parte de los
propios y una gran parte de lo ajeno. La marcha atrás, sin que a la
vista su clase dominante tengan soluciones alternativas, equivale al
suicidio, y la historia de la humanidad no registra clase dominante
con vocación suicida.
Los “valientes” estadounidenses que “patrullan
lejanos desiertos y montañas”
fueron incorporados a nuevas guerras de conquista en zonas ricas en
recursos naturales imprescindibles para mantener ese “modo
de vida”
estadounidense, el cual que para Obama no merece “ninguna
disculpa”.
El nuevo presidente de
EEUU promete “un mundo de paz”, pero posterga las soluciones concretas a las
guerras de Irak, Palestina y Afganistán.
Promete paz y todavía
guarda silencio frente al Plan Colombia-Iniciativa Andina, destinado
a la conquista militar de la Amazonía.
Disponerse a dialogar
con sus adversarios es bueno, pero no basta, ni está claro, ni preciso,
hasta donde está dispuesto Obama a entender que los recursos que posee
o ambiciona la clase dominante estadounidense fuera de su frontera no
son suyos y que los territorios y puntos que ocupa militarmente su país
y su aliado israelí implican violaciones de soberanías y atentados
a la paz mundial.
¿Hasta dónde el “stablishment”
gringo, al cual Obama ya ha cedido gran parte de su gabinete, va a permitir
concesiones significativas en ese plano?
¿Hasta dónde el complejo
militar industrial va a desistir del negocio de hacer guerras?
Sus recientes exaltaciones
a su poderío y sus elogios a los soldados invasores como “guardianes de la libertad”, junto a su persistencia insistencia en recuperar
el malogrado liderazgo mundial de EU, pueden tranquilizar a los feroces
halcones pero no le hacen ningún bien a sus promesas de paz. Lejos
de persuadir a sus protagonistas y beneficiarios a desistir de sus propósitos
imperiales, los estimula a seguir en sus cuestionables y aborrecibles
andanzas.
El tema del terrorismo,
mucho más atenuado en sus labios y debilitado limitadamente con sus
primeras medidas sobre las torturas y la cárcel de Guantánamo, sigue
siendo un pretexto perverso, injustificado su uso reciente contra el
comandante Chávez y la revolución venezolana, y en algunas otras alusiones
generales y específicas. Seguir con la estigmatización de las FARC
de Colombia no le luce a quien guarda silencio frente a los genocidios
de Israel y las masacres del régimen de Uribe en Colombia.
Si no existieran Estados
terroristas, violencia institucionalizada de todo tipo (militar, paramilitar,
policial, económica, social, psicológica, cultural) no existiría
terrorismos de otro tipo. Pero en el discurso de Obama no hay ni señales
tenues de su disposición a contribuir seriamente al desmonte de los
estados y gobiernos terroristas aliados a EEUU.
Ahora me explico mejor
el por qué Barak Hussein Obama ha puesto tanto empeño en proclamar
que “no existen dos EEUU”, uno conservador y otro progresista,
sino que “solamente existen
los EEUU de América”.
Es que en su mente,
esa potencia mundial debe seguir siendo un espacio que concilie asesinos,
explotadores, ladrones, saqueadores y discriminadores con sus innumerables
víctimas. Que mezcle lo bueno con lo malo, que mejore las convivencias
estropeadas y la menguada seguridad social y ciudadana, que recupere
la legalidad e institucionalidad maltrechas.
Una nación “líder”,
hegemónica, dominante…que sencillamente piense en mejorar y ejecutar
más inteligentemente y más suavemente la forma de aplicar la violencia
y la dureza de su sistema imperialista, que ablande algunos de sus métodos,
liberalice situaciones odiosas, negocie conflictos, impulse programas
sociales revertidos por los republicanos, frene discriminaciones, supere
sus desgarramientos internos y logre mejorar su deteriorada imagen
internacional.
De ahí sus positivas
medidas prohibiendo las torturas declaradas y descaradas, anunciando
el cierre de la cárcel de Guantánamo, exigiendo a sus funcionarios
rendir cuentas y prometiendo sancionar la corrupción gubernamental,
congelando los sueldos escandalosos en la Casa Blanca (congelarlos,
pero no bajarlos) y liberalizando de nuevo los programas de ayuda al
aborto terapéutico y a los métodos anticonceptivos vetados por el
fundamentalismo republicano.
De ahí lo de contemplar
como sacar el pie del pantano de Irak, para meterlo más hondo en Afganistán;
lo de silenciar la horrible masacre israelí en la franja de Gaza y
contentarse con “consolidar
el cese al fuego” después
consumado el genocidio contra el pueblo palestino.
De ahí lo de anunciar
la eliminación de las restricciones de los viajes y el envío de remesas,
manteniendo el bloqueo a Cuba como arma de negociación. ¡Lastima que
la dirección cubana no le haya tumbado previamente los argumentos de
presión procediendo a darle paso a un tránsito hacia un socialismo
participativo, autogestionario, profundamente democrático, superador
del modelo centralizado- estatista-burocrático vigente y preventivo
de una nefasta restauración capitalista a lo gringo o a lo chino.
Cuidado entonces con
exagerar el “cambio” representado por Obama. Mejor examinemos paso
a paso sus hechos y escudriñemos en sus concepciones. Porque solo así
podremos valorar su gestión con verdadera justicia y no con ilusiones
y deseos inconsistentes.
Obama tiene por delante,
por detrás, por abajo y por arriba, un imperialismo pendiente de derrotar.