Al aprobar la nueva constitución, con más del 60% de los votos, los bolivianos reafirmaron que el camino de la revolución latinoamericana es pacífico y democrático. Siguiendo la ruta trazada por la revolución bolivariana en Venezuela y luego, por el pueblo ecuatoriano, Bolivia se colocó en la vanguardia revolucionaria del continente. Ha comenzado una nueva época histórica en ese hermano país, porque el protagonismo en la construcción de una nueva sociedad cohesionada, multiétnica, pluricultural, fundada en la justicia, la solidaridad y la libertad, estará cada vez más en manos de los trabajadores del campo y la ciudad. Después de 500 años de explotación segregacionistas, con el liderazgo firme e inteligente de Evo Morales, los pueblos originarios y los ciudadanos de la “hija predilecta de El Libertador” finalmente han sido redimidos por sí mismos, al convertirse en hacedores de su propia historia.
La nueva constitución le da piso a un Estado plurinacional, comunitario, libre, independiente, democrático, descentralizado y con autonomías territoriales. También se lo da al establecimiento de una democracia participativa, representativa y comunitaria. Rompe con el estado centralista y monocultural para abrirle paso a otro participativo, incluyente y deliberativo desde la base. Se constitucionaliza el dominio público de los recursos naturales, mineros, energéticos y biodiversos. Pasa a ser un asunto de Estado la soberanía alimentaria, la erradicación del latifundio, la función social de la propiedad y el estímulo a la economía social.
Haciendo caso omiso del reconocimiento de la comunidad internacional, incluyendo al de la Casa Blanca, los prefectos de “la media luna”, nuevamente pretenden desconocer la voluntad popular, ratificando su postura antidemocrática y secesionista, expresión de una oligarquía apátrida que se niega a perder su privilegios, manteniéndose aferrada a un modelo latifundista de explotación semifeudal violador de los derechos humanos. Evo ha dicho que no habrá marcha atrás porque el soberano ya se pronunció. Es un buen augurio de que la historia seguirá su curso y hacemos votos porque así sea.
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