Pasados los bombardeos vuelve el silencio. No en Gaza. Allí no cesan los gritos de dolor, y uno que otro bombazo sionista. Me refiero a la mudez de las pantallas. Y de los pantalleros.
La moda es fácil copiarla. Masificarla. Difícil es mantener la solidaridad. Palestina no necesita de nuestra lástima, esa falsa pose judeo-cristiana más propia de una teleculebra made in Miami que de la dura realidad de que hablamos. Palestina no necesita la limosna con que se quieren lavar las manos las mentes hipócritas. Todo lo contrario. La humanidad necesita a Palestina.
Me atrevo a afirmar, a riesgo de ser juzgado como profeta apocalíptico, que en Palestina la humanidad se está jugando la posibilidad de un mundo mejor. Lo digo sin pretensiones intelectuales. Como si hablara en una esquina de mi calle con los amigos juveniles. Detener a Israel es condición obligada para evitar una conflagración atómica mundial.
Moralmente la humanidad ha salido muy mal parada por la impunidad con que Israel ha cometido el más reciente genocidio contra el pueblo árabe-palestino en la pequeña franja de Gaza. Los asesinos sionistas apostaron cadáveres por votos. Hicieron politiquería con la vida y el dolor de seres humanos a los que ellos no consideran tales. Sus actos imponen un viceversa.
El imperialismo inglés, esa plaga tan cínica como dañina, les “regaló” a los sionistas media Palestina y ya se han agarrado más de la mitad de la otra mitad que le dejaron a sus originarios dueños. ¿Por qué no les dieron la mitad de Londres con la mitad de los sombreros de su absurda monarquía? ¿Acaso toda religión perseguida o incomprendida tiene derecho a un territorio para crear un Estado? Extraño y peligroso principio ese aún no vigente en código alguno.
La ONU es el mayor proveedor de papel sanitario de Israel. ¿Pero qué es Israel? El apéndice infectado y nauseabundo del imperialismo para mantener en jaque a la humanidad. Es un alfil envenenado para chantajear la paz mundial.
El problema no es que dejen tranquila a Palestina. Palestina es apenas la carne de cañón del género humano ante ese criminal inmune cuya sed de sangre tiende al infinito que es el imperialismo. El verdadero problema es la complicidad del silencio.
En ese frente de batalla se está definiendo qué modelo de humanidad queremos tener. O una apegada a principios de autodeterminación y respeto a las soberanías, con disposición a compartir las diversidades de los pueblos, amante de la paz y la búsqueda de la igualdad. U otra resignada al belicismo, prepotente, racista, egoísta, fervorosa sierva del dios dinero, chantajeada permanentemente por la mentira histórica y la manía autodestructiva de los acomplejados.
Mañana o pasado los gringos le podrían dar el Arauca o el Catatumbo colombiano a una secta equis ye o zeta, o la Amazonía completa a una congregación de iglesias perseguidas por el chavismocastrocomunismo, para que funden su propio Estado. O, a lo mejor, ya decidieron que Colombia juegue ese papel en Sur América.
Entonces Palestina ya no sería un lugar lejano que nos saca lágrimas de cocodrilos por los noticieros. Sería la cercana vivencia de los otros en nos. Y dudaríamos ser patriotas, para no ser llamados terroristas.
Simón Bolívar, El Libertador.