1. 75,000
mártires en el triunfo electoral
El triunfo
electoral del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN),
el pasado 15 de marzo en El Salvador, es un evento de dimensiones históricas.
Por primera vez, en quinientos años, la voluntad de las mayorías se
ha impuesto sobre la de una de las oligarquías más sangrientas de
América Latina. Así, el martirio de 75,000 caídos en la heroica lucha
contra la tiranía de los años ochenta, ha sido reivindicado.
No es el triunfo
que el FMLN había conquistado en la guerra popular revolucionaria (1981-1992),
cuando derrotó en 1984 a la Guardia Nacional y al Ejército asesino;
o cuando la ofensiva estratégica, en noviembre de 1989, tomó la capital
San Salvador y demás ciudades principales, como Santa Ana, San Miguel
y Usulután. En ambas ocasiones, la intervención del ejército más
poderoso de la tierra en el pequeño país de 21 mil kmq evitó el colapso
del aparato militar de la oligarquía.
La intervención
de Washington en 1984 causó una grave crisis en el FMLN, pero el replanteamiento
táctico-estratégico de las cinco organizaciones armadas y el repliegue
hacia el pueblo (“la montaña de la guerrilla”) pararon el avance
gringo-oligárquico y salvaron a la Revolución. La solidaridad internacional
jugó su papel de retaguardia estratégica, con hospitales, entrenamientos
político-militares, y, posteriormente, cohetes antiaéreos que llegaron
desde lejanas tierras asiáticas hasta cercanas tierras caribeñas.
Superada la crisis, la ofensiva estratégica de 1989 obligó a Washington
a negociar un modus vivendi de posguerra que planteaba el desmontaje
del militarismo, importantes reformas constitucionales y la incorporación
del FMLN como partido político.
2. Un gobierno
de centroizquierda
Como partido,
el FMLN tuvo éxito en elecciones municipales y legislativas, llegando
a gobernar las alcaldías más importantes del país y teniendo una
representación considerable en el Parlamento, aunque insuficiente para
bloquear la política económica del gobierno neoliberal de ARENA. El
Frente fracasó, sin embargo en tres comicios presidenciales consecutivos
(1994, 1999, 2004), lo que parecía indicar que nunca iba a poder derrotar
a la oligarquía en las urnas.
Pese a todo,
superando una serie de crisis internas; escogiendo al periodista Mauricio
Funes, de larga trayectoria anti-derecha, como candidato presidencial;
aprovechando el desencanto neoliberal por la crisis mundial; presentando
un proyecto de gobierno de centroizquierda que dio confianza a las clases
medias y dividió a la clase empresarial, un sector de la cual proporcionó
millonarios recursos materiales a la campaña del Frente, se logró
el triunfo electoral del 2009.
El resultado
de estos factores es un gobierno de centroizquierda, y no podía ser
de otra forma, porque el proyecto de izquierda fue imposibilitado en
1984 y 1989 por la intervención gringa. Era el único proyecto políticamente
viable para derrotar al partido de la oligarquía, ARENA. La alternativa
era quedarse en la oposición.
3. ¿Qué
significa ser gobierno de centroizquierda hoy en América Latina?
Ser gobierno
de centroizquierda en América Latina hoy significa ser parte de la
dinámica latinoamericana de avance de las fuerzas progresistas.
No hay, hoy día, un gobierno socialista en Tierra firme: ni gobierno
del Socialismo del Siglo XX, porque ninguno se basa en el Partido
Único y la economía de mercado no-crematística, regida por precios
administrativos y del mercado mundial; ni gobierno del Socialismo
del Siglo XXI, porque ninguno se basa en la democracia participativa
y la economía de equivalencias (valores de trabajo).
El carácter
de clase de esos gobiernos, tomando en cuenta sus considerables diferencias
nacionales, se define por tres grandes objetivos: el Estado de Derecho,
el Estado de Bienestar y la soberanía y dignidad nacional. Esta es,
también, la esencia política del gran triunfo popular en El Salvador.
No es el triunfo original de 1984 y 1989 del FMLN, pero abre las vías
de evolución hacia otro tipo de sociedad que estaban cerradas por el
férreo control de la oligarquía.
4. La refundación
del Estado
El principal
obstáculo para lograr la construcción del Estado de Derecho, del Estado
de Bienestar y de la soberanía, son las estructuras de poder
de la oligarquía. Esas estructuras están intactas, desde sus
Fuerzas Armadas, hasta la policía, el sistema judicial, el poder económico,
sus medios de comunicación, incluyendo sus apoyos internacionales,
como “Fuerza solidaria” que es una especie de “Brigada Mobil”
internacional de guerra psicológica sucia contra los gobiernos progresistas
latinoamericanos, particularmente Venezuela y Cuba, que cuenta en El
Salvador con el apoyo de grandes empresarios claramente identificados.
De particular
importancia es la reestructuración democratizadora del Estado oligárquico.
Esto significa, en lo inmediato, la elección de los cinco magistrados
de la Corte Suprema, de la recomposición del Tribunal Electoral, la
dirección del Órgano Legislativo y, de parte del Frente, la configuración
del Gabinete ministerial. Para las elecciones de 2012/2014, se trata
de alcanzar el apoyo de las mayorías del país.
5. La lucha
por el control del Estado
La derrota
electoral de la derecha ha abierto un vacío del poder central en el
país. Ante este vacío, ARENA ha reconcentrado su poder en una pequeña
oligarquía de cuatro expresidentes, cuya misión consiste en impedir
que el FMLN convierta el triunfo de una batalla electoral, en el triunfo
de una guerra entre dos proyectos históricos.
Hay, por lo
tanto dos dinámicas que intervienen en la refundación y la nueva distribución
del poder del Estado. La negociación entre la derecha derrotada y el
gobierno electo de centroizquierda, por una parte, y la negociación
interna de las fuerzas triunfantes, por otra.
6. Pueblo
y refundación del Estado
El triunfo
electoral fue obra de tres sujetos políticos: el pueblo, el FMLN, y
el grupo presidencial (Mauricio Funes y “Los amigos de Mauricio”).
El gran debate ahora es si esos tres sujetos deben nombrar a los
ministros del nuevo gabinete ---la cabeza del aparato ejecutivo
del Estado remodelado--- de manera equitativa, o ponderada. Si
los tres fueron los arquitectos del triunfo, ¿tendrá el pueblo el
derecho y el poder de escoger el 30% de los ministros? Y si la respuesta
es afirmativa, ¿cuál es el sujeto organizado que representa al pueblo?
Ante el enorme
poder del binomio oligarquía—imperialismo, la unidad de los tres
sujetos que construyeron la victoria electoral es esencial. Pero esa
unidad solo será invencible si su centro de gravitación es el pueblo.
Dos grandes lecciones del país lo confirman: el repliegue del
FMLN en el pueblo ante la intervención del imperialismo estadounidense,
que impidió su destrucción y el martirio de Monseñor Romero.
Previendo ser
asesinado por la oligarquía, Romero decía proféticamente: Si me matan,
resucitaré en mi pueblo. Y hoy está resucitando junto al otro gigante
de la identidad salvadoreña: Roque Dalton, asesinado por un comando
del ERP, cuyos miembros, entre éstos Joaquín Villalobos, viven hasta
este día en la infamia de no entregar los restos mortales de este gran
revolucionario centroamericano.
Ambos, Romero
y Dalton, junto a los 75,000 mártires, resucitaron en el corazón del
pueblo salvadoreño. Y así se ganó la batalla electoral por el derecho
a la refundación del Estado de El Salvador. Decía Roque en un poema,
“Todos los caminos de Roma llevan a la dialéctica”. En El Salvador,
todos los caminos del triunfo llevan al Pueblo.
hdieterich@gmail.com