Hubo algún momento, más sicológico que espacio temporal o histórico, en que la acumulación de experiencia en memoria generación tras generación, se aceleró al punto de hacernos sentir que caminábamos y caminábamos sin movernos realmente, porque los ciclos naturales se repetían y repetían dándonos la sensación de estar siempre en el mismo lugar.
Los más aventureros recorrieron el mundo completo para terminar uniendo el punto de llegada con el de partida una vez que cerraban el círculo. Y aunque en ese recorrido conquistaran medio mundo y todos los honores humanos, terminaban sintiéndose hombrecitos como todos, a los que solo les esperaba un cajoncito de madera y la descomposición de su cuerpo bajo tierra.
Entonces surgió la imperiosa necesidad de una dirección trascendente al rítmico repetirse de las estaciones cual reloj biológico. Una referencia cierta de avanzar, crecer, ganar terreno realmente. Una expresión de ese deseo fue aquella sentencia de la lógica racional, de que A siempre es igual a A y no puede jamás convertirse en B.
Lo cual es una abstracción imaginaria de la experiencia natural, donde todo se transforma y la vida misma huele a muerte, a descomposición, a retorno de los elementos a su sencillez original. Estas bases rudimentarias del pensamiento científico permitieron la acumulación de conocimiento, el desarrollo de lenguajes y escrituras especializados, que ya no se referían a la experiencia en el mundo, sino a lo que pensábamos, reflexionábamos, racionalizábamos de ella.
De ese modo las nuevas generaciones, en la medida de su acceso al conocimiento y su aplicación, se fueron liberando de las anteriores al no ser ya dependientes de la transmisión de boca a oído. Este conocimiento nos permite por ejemplo, construir un cohete y ponerlo en un punto del tiempo y el espacio que desconocemos, del que solo tenemos coordenadas imaginarias dentro de una red mental que hemos proyectado sobre el cosmos.
Y para todo ello no hacen falta ni tienen ninguna utilidad los sentimientos, la moral, el honor, la dignidad ni nada eso. Basta el necesario conocimiento y recursos, el evitar errores técnicos y todo el mundo puede repetir y constatar la experiencia. Parece pues una serie de reglas de universal validez. Por eso es un conocimiento pragmático.
Eso nos lo deja en claro la señora Hilary Clinton, cuando ante el senado responde que el intento de aislar al presidente Chávez por ocho años no dio muy buenos resultados. El es muy amigable y se fue a otras partes en búsqueda de negocios, y consiguió amigos que no convienen a nuestros intereses.
Así que ahora le estrechamos la mano, le sonreímos, le damos unos golpecitos en el hombro ante las cámaras como señal de beneplácito, y el da espaldas a nuestros enemigos y se viene con nosotros. Porque a fin de cuenta, como todos, lo que busca es hacer buenos negocios. ¿Y con quien más se puede y desearía cualquiera hacer negocios, que con los más ricos y poderosos, casi con el mismo Dios?
Todo eso de solidaridad y complementación entre los pueblos, no son más que cosas de personas y pueblos pobres e impotentes. Solo un disfraz para sus verdaderos intereses e intenciones. El presidente Obama, remata diciendo que en verdad no cree poner en peligro los intereses de EEUU dándole la mano amablemente, porque su poder de armamento es muchas veces superior al de Venezuela. Más claro hay que echarle agua.
Y lo mejor, es que no están mintiendo sino relatando su experiencia. Ellos aprendieron a planificar a futuros mediatos y lejanos y a concretar sus objetivos. No hablamos de 5 o 10 años, sino de cien, doscientos o quinientos si fueran necesarios según la amplitud del reto. Y pragmáticamente se convirtieron en la primera potencia del primer mundo. ¿O no?
¿Va quedando claro entonces cuales son los intereses de EEUU? ¿Vamos entendiendo qué es lo que reacciona ante nuestros intentos de soberanía? Estamos ante la visión y la fe de un pueblo. (Una raíz cultural tan mesiánica por ejemplo, como la milenaria visión que continúa guiando a Israel a futuro. Solo que expresada en términos racionales ya que en ese entorno se forjó. Fue la primera que hizo una separación entre la iglesia y el Estado laico por ejemplo).
Una visión a largo plazo. Fundamentada en herramientas que han demostrado hasta la saciedad su operatividad. Fueron el fundamento racional que pusimos en medio de la ciclicidad natural de nuestros cuerpos y sus sentidos. Nos dieron una dirección superadora y comprobable en los hechos, que abrió un camino y una referencia cierta “fuera de lo natural” y sus limitaciones. Ese conocimiento nos llevó a revolucionarnos económica y culturalmente.
Sin importar cuales fueran nuestras creencias, bastaba reiterar esas fórmulas para obtener los mismos resultados. ¿No es eso pura magia para una mentalidad sujeta a los determinismos de la ciclicidad natural? Hay que darse cuenta que en medio de esa mentalidad cíclica, surgió la visión de un futuro posible. Y esa visión fue concibiendo y creando las herramientas necesarias para traerlo a ser, para hacerlo presente y experimentable.
Sus resultados concretos los tenemos ante nuestras miradas y los experimentamos en este mundo moderno de transportes y comunicaciones, que aceleran el movimiento reduciendo cada vez más los tiempos y distancias iniciales de esa mirada. Hay que entender ese maravilloso proceso que desde la impotencia hizo posible desplazar la energía vital, sicológica, hasta lograr que esas visiones de futuro se sintieran posibles y nos movilizaran a la acción.
En pos de algo que solo existía en nuestra mente, en nuestra imaginación. Porque es obvio que en el paisaje, en el mundo no existía nada de eso. Era y sigue siendo aunque nos pase desapercibido, una maravillosa creación mental. Un salto desde el predominio de la memoria ancestral hacia el futuro imaginado. Que a su vez no era sino proyección de lo reconocido en nuestra experiencia. Pero era un salto intuitivo, una inspiración profunda. Era una iluminación, un elevado vuelo de la mente humana, que acelerada íntimamente, con la misma materia prima elaboraba una mirada totalmente diferente, nueva.
Sin embargo, si bien la mente cíclica, natural, tiene sus limitaciones, también la racional las tiene. Porque pese a todos sus logros, depende de un cuerpito que no importa cuales sean sus logros y cuantas veces recorra el mundo que hoy le muestran esos apéndices de sus ojos, los satélites, va a terminar nuevamente a los elementos desde los cuales se organizó.
Además parece que los seres humanos somos resistentes a abandonar por la fuerza nuestros sentimientos, creencias y hábitos. Y pese a todo el respeto que nos inspiran sus logros económicos y tecnológicos, sus recursos y su poder, no logran manejarnos como dóciles y predecibles piezas de su pragmático mecano o rompecabezas.
Ni siquiera con sus técnicas de manipulación sicológica, potenciada por los medios masivos de comunicación, logran imponer sus objetivos. Eso no puede estar más claro en el Medio Oriente por ejemplo. Donde la violencia desatada en Irak y Afganistán se está desplazando a Pakistán. Y resulta que Pakistán y La India, por esas veleidades de los poderosos, disponen de armamento nuclear y ya se han enfrentado tres veces en guerras.
Por lo que si el desorden y la violencia se generalizan, la situación se les va de las manos y de nada les sirve su conocimiento pragmatico, su poder se vuelve humo y comienza a devolverse contra ellos. A tal punto ha llegado el descontrol, que la OEA ha propuesto el retorno de Cuba, y la ONU le ha impuesto sanciones económicas a Israel por la destrucción en Palestina.
Y EEUU le ha exigido, al menos ante las cámaras y para que todos lo escucharan por tanto, que tiene que haber dos Estados. Aunque a muchos no les guste tienen que dejar de construir y abandonar asentamientos, tienen que respetar los acuerdos alcanzados, no con declaraciones de buena fe, sino mostrándole hechos.
Pareciera entonces que esa dirección mental precisa, capaz de concebir futuros y traerlos a ser, concretarlos en los hechos, esa visión pragmática que considera al planeta como un buen mercado donde hacer negocios, tampoco es del todo una dirección cierta de crecimiento y realización.
Se le ha pasado por alto y desconocía por ejemplo, que los recursos naturales resultarían limitados al incrementarse el nivel de consumo más allá de su capacidad para reprocesarlos. Y una civilización que no es capaz de generar sus propios recursos no es evidentemente viable ni autosuficiente, sino altamente dependiente, vulnerable y parásita.
Al llegar a estas circunstancias extremas, da la impresión de que los sentimientos no eran tan despreciables ni prescindibles, como nos parecieron en un principio de euforia por las enormes posibilidades que se abrían. Tal vez a nivel sentido, hasta corporal, como función natural que somos, sabíamos o intuíamos emocional y moralmente lo que no podíamos conocer entonces racional o lógicamente.
Resulta paradójico encontrarnos hoy en día el renacer de la sensibilidad humana, la declaración del día de la Madre Tierra o Pacha Mama, y enterarnos de que muchos pueblos dejaron asentados en sus tradiciones, con mucha precisión, más de la esperada “en unos supersticiosos”, los acontecimientos y hasta las fechas posibles de lo que hoy estamos presenciando, experimentando boquiabiertos.
Volviéndonos un poco románticos, podríamos hasta decir que en nuestros cuerpos como en el ecosistema, estaba escrita, dibujada la arquitectura interna de la existencia. Por lo cual podíamos de modos diferentes al racional, presentir, conocer esencialmente sin tanto desarrollo especializado, nuestra estrecha e interdependiente relación con todo lo existente, y las inevitables consecuencias de la violencia, de dañar lo viviente.
Pero por la vía del desarrollo del conocimiento racional, nos tomó cientos, miles de años, desarrollar en visiones, en imaginación, en pensamiento y comprobar en los hechos lo que ya sabíamos intuitivamente. Y así, como aquél que caminando hacia el norte recorrió el mundo entero para volver al sur, estamos de nuevo en el punto de partida, aunque un poco más resabidos.
Creemos en cielos que son moradas de los dioses y que serán premios post mortem para los que cumplan con las leyes divinas. Concebimos y construimos ingenios que nos llevan con precisión a la luna, sondas que nos informan las condiciones de Marte. Pero destruimos la Tierra y esclavizamos sus criaturas. Producimos alimentos y enseres como nunca, pero condenamos a miles de millones al hambre, la enfermedad y la muerte.
Da la impresión de que pese a todo lo que sabemos, continuamos aún buscando a tientas en lo desconocido una dirección cierta de crecimiento. La filosofía se vuelve impotente ante las exigencias de un mundo fáctico, y la ciencia y su tecnología lo hacen ante nuestros anhelos íntimos de felicidad, de paz, justicia, hermandad.
Por eso tras muchos caminos, tras una larga huella que podemos ver al mirar atrás, todo este recorrido de aciertos y errores, de dolores y placeres, vuelve a soñar un nuevo hombre, un mundo mejor. Esta vez ya no estamos en una época materialista sino energética. Esas energías a las que dimos formas y nombre de dioses, de fuerzas naturales.
Energías síquicas que se han manifestado creativamente transfigurando la faz del mundo cíclico, fuerzas naturales que la ciencia nos ha permitido manejar y canalizar para convertirlas en el movimiento acelerado del ser humano y su mundo a punto de revolucionarse. Y sin embargo, paradójicamente no sabemos que cosa sean esas energías y fuerzas. Como no sabemos que es la vida ni qué somos nosotros.
En estos días veíamos, gracias al satélite Vensat o Simón Bolívar, lanzado hace unos meses desde China y con su colaboración, en imágenes que parecían casi interplanetarias por la secuencia en que llegaban, la inauguración y “el fogonazo” del primer pozo de gas en plataformas marinas, aguas afuera. Lo cual marca un hito histórico para Venezuela.
En medio de la lógica celebración, “vi” la Venezuela del futuro que estamos trayendo a ser. Una Venezuela rica en energía y por tanto reservorio planetario para el desarrollo del siguiente siglo. Pero a diferencia del siglo anterior, un futuro que viene acompañado de una nueva sensibilidad, tal vez resultado del escarmiento de la experiencia sufrida, del círculo cerrado.
El futuro ya no lo vislumbramos como un mecano insensible de piezas reemplazables. Sino como la indispensable solidaridad y complementación entre los hombres, pueblos y naciones, que verdaderamente nos permitirá dejar atrás una organización generadora de fuerzas centrífugas, disipadoras, desintegradoras.
Para entrar en una generadora de fuerzas centrípetas, integradoras, que posibilitarán un desarrollo endógeno. Desde el centro de gravedad hacia la periferia. Solo que el centro de gravedad esta vez no es la visión del mundo, sino el ser humano postergado. La liberación del creador encadenado a sus máquinas e instituciones, esclavizado a sus creaciones.
Así la vida, la historia, el tiempo, sean lo que sean, giran una vez más sobre sí mismos para recomenzar. En su corazón un poderoso presentimiento, una intuición que la ciencia en muchos sentidos ayudó a develar. No es lo mismo una morada celestial post mortem cual premio de una vida de obediencia a incomprensibles leyes.
No, no es lo mismo que reconocer, ser concientes que nuestras emociones profundas, aunque no podamos entenderlas racionalmente, dan testimonio de lo que la existencia es, de lo que somos. Ahora sabemos que ir contra la vida, fue estúpido e ignorante y estaba condenado al fracaso desde su mismo primer paso. Porque es igual que ir contra nosotros mismos.
Sabemos que crecer implica reconocernos iguales a todo lo existente, tratarnos con la misma consideración y respeto. Lo supimos siempre, desde niños. Hoy lo conocemos también como dato y experiencia racional. Por eso las emociones y lo femenino vuelven a ser incluidas en la conciencia, como iguales o hermanas del intelecto, como iguales del cuerpo.
Es un cierre de ciclo, una moraleja y un nuevo principio. El entusiasmo de la nueva aventura comenzará a ser sentida como posible e irá sustituyendo progresivamente al fastidio y cansancio por lo agotado. Sentir la inmensidad ilimitada del espacio y del tiempo, una vez nos pase el susto y la sorpresa, nos liberará de la estrecha cárcel del ego en que nos sentimos atrapados, paralizados, casi sin poder respirar.
En el tiempo que viví en la Gran Sabana, tuve oportunidad de convivir con los indígenas originarios de esas tierras. Ellos me narraron que sus tradiciones dicen que la Pacha Mama es un ser vivo que se anonadó a su mínima expresión para que el ser humano, una de sus criaturas, pudiera jugar libremente en el jardín de su imaginación.
Pero los tiempos han de llegar y están llegando, en que la Madre Tierra comience a elevar su vibración y a evidenciar su movimiento, su vitalidad, su ser viviente, que es también el de todas sus criaturas claro está. Esa es la razón de la “inevitabilidad” de los fenómenos naturales y sociales que hoy presenciamos y experimentamos.
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