Benedetti: la poesía como alimento cotidiano

Murió Benedetti y una siente como que un pedacito de la historia propia se va con él. Intento recordar cuándo fue que lo leí por primera vez y viene a mi memoria una adolescente casi niña, devorando los poemas del cumpleaños de Juan Ángel, Poemas de otro, Montevideanos, La casa y El ladrillo, entre otros y las canciones de Nacha Guevara, las de Serrat y aquello versos que decían:


Compañera

Usted sabe

Que puede contar

Conmigo

No hasta dos

O hasta diez

Sino contar conmigo


Luego vino la negra noche de las largas dictaduras del sur y del paisito de Benedetti, como él solía llamar al Uruguay y entonces, conocimos sus denuncias y su vehemente defensa de las Democracia y de los Derechos Humanos.


Ojalá que la espera

No desgaste mi sueño


Estoy segura que más de una vez me enamoré (y me enamoraron) con sus poemas. También viví despechos amorosos con un librito “sobaquero” de Benedetti, de esos que cargamos para arriba y para abajo, cual Galileos. Más de una vez fue mi regalo preferido para darlo y para recibirlo.


Porque gracias a vos he descubierto

(dirás que ya era hora

y con razón)

que el amor es una bahía linda y generosa

que se ilumina y se oscurece

según venga la vida


Me acompañó no sólo en las vivencias amorosas, sino en las políticas, sobrellevando esos guayabos que solo aquellos quienes han tenido una militancia intensa, podrán comprender de lo que habló. Ese dolor que desgarra por la expulsión de un compañero, por divisiones, por el fraccionalismo, por el incumplimiento de las promesas, por saber que las cosas no son por donde andan. Ese dolor sólo encontró sosiego en mí, leyendo a Benedetti.


Es mejor llorar que traicionar

Porque es mejor llorar que traicionarse


Recuerdo que una vez, el padre de un amigo, comunista militante, me comentó que él había sobrevivido leyendo Frank Fannon. Yo pensaba que mi vida militante había encontrado en Benedetti una fuente de inspiración y sosiego. Ignoro si he leído todos sus libros, creo que no, puesto que los cables dicen que son 80 en sus largos 88 años, pero leí muchos y me gustaba tanto la prosa como la poesía. El año pasado le dieron el premio del ALBA y me sentí regocijada. Hace rato que se merecía muchos reconocimientos.


Donde hubo fuego

Caricias quedan


Tengo la impresión de que fue un hombre feliz y tal vez por eso, más allá de la tristeza inicial de su desaparición, tengo como la certeza de que cumplió con su tiempo y su espacio mientras vivió y eso me reconforta. Mario Benedetti escribió con mayúscula su paso por las letras latinoamericanas. Se instaló en el corazón de quienes lo leyeron y ese vale más que muchos premios.


Cuando parece que la vida imita al arte, es porque el arte ha logrado anunciar la vida.


Termino esta nota con varia estrofas del poema Te quiero, uno de mis preferidos (cantado por Nacha Guevara) y la mejor manera que encuentro para recordar a Benedetti en esta hora de ausencia y de añoranzas… y de agradecimiento eterno por habernos dado la voz que algún momento necesitamos y no teníamos:


Tus manos son mi caricia

Mis acordes cotidianos

Te quiero porque tus manos

Trabajan por la justicia

Si te quiero es porque sos

Mi amor mi cómplice y todo

Y en la calle codo a codo

Somos mucho más que dos


Tus ojos son mi conjuro

Contra la mala jornada

Te quiero por tu mirada

Que mira y siembra futuro


Tu boca que es tuya y mía

Tu boca no se equivoca

Te quiero porque tu boca

Sabe gritar rebeldía

Si te quiero es porque sos

Mi amor mi cómplice y todo

Y en la calle codo a codo

Somos mucho más que dos


Y por tu rostro sincero

Y tu paso vagabundo

Y tu llanto por el mundo

Porque sos pueblo te quiero


Y porque amor no es aureola

Ni cándida moraleja

Y porque somos pareja

Que sabe que no está sola

Te quiero en mi paraíso

E decir que en mis país

La gente viva feliz

Aunque no tenga permiso


(mgonzalo@cantv.net)


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Morelis Gonzalo

Periodista y Docente Universitaria

 morelisgonzalo@gmail.com      @mgonzov

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