Una sentencia: el capitalismo (sistema económico) y la democracia (sistema político) son contradictorios, no pueden estar juntos porque no son compatibles. Parafraseando a Stallman, el sistema capitalista es muy bueno para una sola cosa: que unos pocos acumulen riqueza.
En efecto, lo que hace incompatible al capitalismo con la democracia es la acumulación desmedida de la riqueza, la cual pone en manos de un pequeño grupo de la sociedad tanto la capacidad de influir sobre las decisiones políticas (con mayor poder que el que les correspondería en una sociedad verdaderamente democrática) como la de acumular aún más riqueza que la que poseen, en detrimento de aquellos que no tienen acceso al capital.
El capitalismo es un modelo económico insostenible a largo plazo, ya que un sistema basado en la pura acumulación de capital provoca la miseria, la pobreza de las mayorías y pone en peligro la existencia de la humanidad por los altísimos grados de consumismo que su misma doctrina profesa.
Lo que más se acerca a la práctica capitalista, en cualquiera de sus presentaciones, ya que el capitalismo en su concepto es siempre salvaje, es el sistema político autoritario, ya sea dictatorial tipo Pinochet (con un legado de muerte en nombre del crecimiento económico sin humanismo) o tipo "democracia" norteamericana, donde la dictadura se expresa mediante el dominio de dos partidos elitistas que se alternan en el poder y presidentes elegidos por un consejo de notables escogidos por el pueblo. Es la dictadura empresarial constituida por políticos multimillonarios que conforman un poder legislativo fuerte y cohesionado con el ejecutivo. Adicionalmente, esta "democracia burguesa" jamás va a constituir un muro de contención contra el fascismo, por ser un modelo infame de dominación que se practica más fácilmente en el sistema capitalista, pues es precisamente en su interior en donde éste nace y se desarrolla.
Las consecuencias de todo ello se pueden resumir mediante hechos concretos: un informe de la ONU indica que los 500 individuos más ricos del mundo tienen más ingresos que los 416 millones de personas más pobres. Por otro lado, por cada dólar que se invierte en combatir la pobreza en el mundo, el imperio gasta diez en armas. Este resultado tan catastrófico es producto, en gran medida, del individualismo, una característica indispensable del capitalismo, elemento necesario para dar el paso hacia el neoliberalismo, lo que en resumen el Papa Juan Pablo II denominó, seguramente iluminado por el Espíritu Santo, “el Capitalismo Salvaje”.
Tradicionalmente ha existido el lugar común entre las minorías privilegiadas que los pobres tienen la culpa de ser pobres porque "no trabajan suficientemente para lograr comprar casa, carro y lujos", resulta que los seres humanos tienen distintas capacidades para realizar cosas o para acumular riquezas, y eso lo aprovecha aún más el capitalismo salvaje para usarlo a su conveniencia.
Los menos capaces se van quedando atrás como consecuencia de la competencia feroz, van constituyendo el "ejército de reserva", la fuerza laboral que requiere el mercado para mantener los privilegios de una minoría más capaz de apropiarse de los recursos, argumentando que los mismos son escasos para tanta gente. De hecho, la sociedad neoliberal-capitalista ha negado la libertad o autonomía de acción de los grupos que la conforman, debido a que gracias a la gran acumulación de los recursos -y al poder que genera su posesión- se desconoce el valor intrínseco del ser humano al medírsele y juzgársele socialmente sólo sobre la base de su capacidad para acumular riqueza. Las políticas relacionadas con estas doctrinas minimizan a su máxima expresión los programas sociales, para ellos son antiganancias, no son inversiones, el bienestar se logra sólo con la acción de la mano invisible del mercado, lo malo es que eso a la larga constituye una bomba de tiempo, ya lo vimos en Venezuela con el Caracazo de 1989.
El socialismo es el único sistema económico que existe en la historia de la humanidad capaz de provocar un verdadero despliegue de la democracia, la cual permite una distribución equitativa del poder popular. En este caso los hombres no actúan solamente por el deseo económico o el simple análisis de costo-beneficio, sino que también lo hacen en correspondencia a valores y metas comunes, hecho que los une para la acción colectiva. Con el sistema económico socialista, se facilitan las formas de decisión democráticas que ponen el énfasis más en la discusión y en la comunidad que en las impersonales y alienantes relaciones de mercado.
¿Cómo hacer realidad la práctica socialista? ¿Cómo llevar a cabo este objetivo? ¿Cómo evitar la repetición del fracaso de la Unión Soviética? Las respuestas a estas preguntas deben ser parte de un gran debate nacional.
Cada región tiene su historia e idiosincrasia distintas, por ello los modelos a implantar no deben ser copiados, los mismos tendrán que ser endógenos, sacado de las propias raíces de los pueblos originarios, un modelo que debe discutirse y debatirse con todos y todas.
El reto consiste en crear un modelo económico socialista que utilice los incentivos de manera de generar eficiencia superior al modelo económico capitalista, con la finalidad de lograr la igualdad de oportunidades en la búsqueda de la autorrealización, el bienestar, la influencia política y el status social de todo el pueblo.
La incompatibilidad entre Capitalismo y Democracia
La democracia y el capitalismo son incompatibles porque este último es una forma no democrática de organizar la economía. El capitalismo no organiza la producción y la distribución de la riqueza sobre la base de los derechos del pueblo sino sobre la base de la acumulación de la riqueza, que en gran proporción es poseída por unos pocos.
Los pobres sólo pueden mejorar sus condiciones de vida siempre que eso haga más ricos a los ricos. El capitalismo tiende a incrementar las diferencias sociales, que no han podido ser superadas a pesar de la intervención del Estado, por ser el instrumento mediante el cual la democracia burguesa ha intentado cumplir las promesas de justicia social.
Este instrumento funcionó parcialmente mientras la democracia burguesa y el capitalismo tenían el mismo tamaño, es decir mientras ambos eran de escala nacional. Sin embargo, mientras que el capitalismo se ha hecho global, las democracias burguesas siguen siendo nacionales. Esta desproporción ha impedido contundentemente que el Estado pueda corregir la desigualdad atroz que genera un único capitalismo global.
Kant divide al hombre en dos partes: por un lado esta la razón, por el otro las pasiones y los intereses. La democracia y, por lo tanto, el socialismo, son sistemas de la razón, de justicia y libertad universales. La democracia burguesa y el capitalismo son los sistemas de las pasiones y los intereses, sistemas de dominio y de poder.
Así mismo, se nos ha enseñado que la justicia se aplica en nombre de la razón. La justicia exige respeto a los derechos del otro, el sacrificio a favor de los derechos del débil, sin esperar que nos devuelva algo a cambio, éste es el sentido más profundo de la democracia. La justicia, por lo tanto, es una propuesta incondicional, se hace a cambio de nada. La razón (el socialismo) no tiene una energía propia que le permita cumplir sus propios ideales, su incondicionalidad. Las pasiones y los intereses (el capitalismo) en cambio, sí tienen una fuerza propia, atraen al hombre como la gravedad atrae a los cuerpos. Así la justicia, fundamentada exclusivamente en la razón, acaba cayendo bajo el peso de las pasiones y los intereses.
La democracia y el socialismo han basado su justicia en la fuerza inexistente de la razón, y por esto su falta de vigencia. Por eso, el socialismo (basado exclusivamente en una razón que presuntamente es autosuficiente) cayó, por ahora, bajo el peso del capitalismo, de los intereses y de las pasiones. Un mundo donde gana siempre el más fuerte, o el más competente. Por eso, por ahora, el capitalismo y la economía de mercado le están ganando la partida a la democracia y al socialismo.
Pero sí hay una esperanza, esa esperanza es el amor. La fuerza del amor es la fuerza de los débiles, es la fuerza que necesita la razón para cumplir sus proyectos y sus promesas, es en el amor donde puede aplicarse plenamente la justicia. Las tradiciones religiosas, y particularmente la cristiana, explican la potencia que implica sentirse amados como hermanos. La razón del socialismo apela a la democracia, a la libertad y a la igualdad mientras que el amor, políticamente comprendido, apela a la fraternidad, por lo que no se puede construir la democracia sino es sobre la base del amor a los demás. Es así como será posible encontrar el camino adecuado para que la democracia finalmente pueda vencer al capitalismo, un camino que nos permita organizar la economía de una manera democrática, es decir, crear estructuras políticas y económicas que nos sirvan para redistribuir la riqueza, garantizar los derechos sociales y controlar las fuerzas productivas para ponerlas al servicio del bien común, un socialismo en el que la igualdad se construye desde la libertad.
En tal sentido, el destino natural de la democracia debe ser el socialismo, que no tiene nada que ver con el sistema capitalista, donde la acumulación de la riqueza seguirá siendo el instrumento que soporta a la ley del más fuerte.
Las medidas políticas, económicas, sociales, educativas, tecnológicas y culturales de Hugo Chávez han sido dirigidas, en esta nueva etapa de la República Bolivariana, a la construcción del Socialismo del Siglo XXI, mediante una propuesta basada en el amor al prójimo y en la plena aplicación del cristianismo original, el mismo que predicó Jesucristo.
Capitalismo y Autoritarismo
El sistema político que más se acerca a la práctica del sistema económico capitalista es el sistema político autoritario. Es un autoritarismo que no es posible esconder: es el autoritarismo del dinero. Es el poder financiero el que marca los ritmos en la economía capitalista global. La dinámica de este capital financiero permite manipular la vida cotidiana de la población, en todas sus fases.
La mercantilización de cada vez más aspectos de nuestra vida cotidiana convierten a personas y países en esclavos del poder financiero, en tanto que el dinero se convierte en algo fundamental para conseguir la satisfacción de las necesidades dentro del entorno social, cuyo modo fundamental de obtención de dinero excluye de forma creciente a cada vez más población.
La imperiosa necesidad de dinero aparece como el mecanismo de disciplina por excelencia en el capitalismo global; las condiciones laborales, sociales, la dignidad humana y el entorno ecológico sucumben al poder del dinero, que emerge como mecanismo de explotación de todos los recursos existentes, concentrando y centralizando mediante su acción el poder económico y político.
Este poder es ejercido por las elites de poder mundial, cuya representación más palpable son las grandes corporaciones mundiales que controlan la mayoría de los más grandes e importantes medios de comunicación del planeta, manejan todo el flujo de la información, por lo que la gran mayoría de la población mundial conoce sólo lo que quieren mostrar estos medios, y solo lo hacen verazmente si está acorde con sus intereses económicos y políticos, mientras que la mayoría de los periodistas empleados de esos medios, callan sin preguntar por qué. Los intentos de la red Aljazeera y Telesur y los medios alternativos de comunicación, son solo pequeñas islas en el medio del océano.
Como consecuencia de ello, los valores democráticos, el igualitarismo, la solidaridad y los derechos humanos son desdeñados en el sistema económico capitalista, aflorando entonces inevitablemente la dictadura de la burguesía, la represión a los sectores más desfavorecidos y la complicidad con las corporaciones nacionales satélites de las corporaciones mundiales, lo cual finalmente constituye el semillero de la dictadura más perversa que ha creado el hombre, el fascismo.
Todavía hoy recordamos como los banqueros e industriales apoyaron y financiaron el ascenso de Hitler. Por ello el nazismo nunca se opuso al gran capital y en cambio sí combatió con saña todas las formas de socialismo. El fascismo ejerció un gran atractivo para la clase media, una burguesía que acarició metas de prosperidad, adquisición de propiedad y vio en el fascismo el vehículo para alcanzarlas. Por ese motivo la economía de mercado y la democracia son contradictorios y el fascismo es la demostración más fehaciente de esa incompatibilidad.
Regímenes de autoritarismo capitalista, como el de Bush, bien pudieran significar un regreso al fascismo, momento en que el neoliberalismo se ha vuelto más despótico y opresor en esta época de agresiones terroristas, que sirven para justificar la represión a pueblos enteros.
EE.UU ya está gobernado por una dictadura, la dictadura del dinero, la de los dueños de las corporaciones mundiales, que son los que realmente toman todas las decisiones reales, mientras dan a las masas la ilusión de democracia. Pero la "democracia" en EE.UU, así como en Europa y en otros sitios de Occidente, es sólo un engaño, una cáscara vacía. Es similar a las instituciones de la República de Roma al principio del Imperio, cuando el verdadero poder estaba concentrado en manos del emperador, un sistema depravado, explotador y agresivo.
El caso de Bush es patético, engañó al electorado, utilizó a su hermano que controla el estado de Florida para manipular los votos. Cuando se puso en duda el resultado, utilizó a la Corte Suprema que entregó la elección al perdedor. Fue una violación total de la Constitución de EE.UU, que no otorga derechos semejantes a la Corte Suprema, aunque obviamente, ni a ésta última ni al poder imperial les preocupa para nada su propia Constitución, la Declaración de Derechos Humanos o a cualquier otra cosa. Todo es decidido por el uno por ciento de la población que son los dueños de EE.UU.
Y la tan cacareada libertad estadounidense es claramente ficticia, allí no están libres los inocentes cuando no tienen dinero, los más pobres son frecuentemente reprimidos por la policía estadal y local. Realmente hay muy poca libertad real. En el pueblito del norte del estado de New York donde yo viví durante tres años, la noticia mas importante del periódico local era, muy frecuentemente, el rescate de un gato desde un árbol en medio de una nevada, mientras tanto el Papa Juan Pablo II convalecía herido de un tiro de revolver en la plaza San Pedro, al propio Presidente de EE.UU, Ronald Reagan, intentaban matarlo y ellos ni pendiente, simplemente a ese pueblo no le importaba más nada que no fuera su hábitat local. Y eso ocurre en absolutamente todos los pueblitos norteamericanos, no hay uno que se salve de estar adormecidos. Es la acción de un sistema infame que solo le interesa el consumo desmesurado, el placer de unos pocos y no el bienestar del pueblo.
El nivel de vida de las clases media y baja en EE.UU también es un mito, un ochenta por ciento de los estadounidenses se han estado quedando atrás desde 1973, fecha de la primera crisis del petróleo, y cada vez mas sus salarios se ven deteriorados. En la actualidad para poder sobrevivir es necesario que al menos dos personas sostengan una familia de dos hijos, mientras que en aquella época con un salario se vivía una vida satisfactoria. Mientras tanto, pocas personas se han hecho fabulosamente ricas, no mas del uno por ciento, y solo un diecinueve por ciento puede considerarse en condiciones cómodas, algunos comerciantes, abogados, profesionales, periodistas, políticos y banqueros se favorecen del sistema, quienes obviamente son aliados del imperio.
Pero este coloso tiene pies de barro, ya hay evidencias que el sistema capitalista se está cayendo por su propio peso, a causa de las colosales deudas que se han ido acumulando y la corrupción, que es intrínseca de un sistema económico sin la necesaria ética socialista. Esto tendrá que llevar en algún momento a una crisis monetaria de proporciones incalculables y a un grave deterioro ambiental que está ocasionando el exagerado consumismo capitalista, los cuales inevitablemente llevarán al desplome del imperio. El mismo pueblo norteamericano está destinado a derrotar a los dueños corporativos del poder imperial y abolir la dictadura del gran capital. Este pueblo estadounidense, que históricamente ha sido tratado por la élite dominante como estúpidos sin criterio, de ningún modo lo son, en realidad son todo lo contrario, solo hay que tener paciencia para que mas pronto que tarde despierte este digno pueblo, formado en su gran mayoría por trabajadores dignos de todos los estratos sociales, campesinos, obreros, profesionales, técnicos, intelectuales, que ya se están informando por distintos medios, incluido Chávez y su gran poder de comunicación, para deslastrarse de la pavorosa ignorancia en que los ha mantenido el gobierno, en complicidad con el congreso, los otros poderes del estado y los medios de comunicación.
Una vez que ese gigante dormido comience a moverse unido con los movimientos progresistas emergentes de América latina y el Caribe, todo el mundo será sacudido hasta sus cimientos, y una nueva luz se abrirá paso, una luz que ya está comenzando a alumbrar los pueblos de América Latina, la del Socialismo del Siglo XXI.
(*) Director General de Investigación y Desarrollo en Telecomunicaciones
omarcano@mct.gob.ve
marcano_omar@hotmail.com