Honduras profundas

Extrañas similitudes nos muestra la historia. Veamos algunas para luego ir hacia donde nos interesa llegar. Pinochet decía que en Chile no se movía una hoja sin que él lo supiera. Luego, su vieja cobardía, esa que le atribuía en grado sumo el general Lee, aviador y también golpista, le hizo retractarse y negar saber qué es lo que hacían las fuerzas que se le subordinaban. En Inglaterra, su carencia de valor le hizo buscar conmiseración, encobijándose en una silla de ruedas, a la cual abandonó apenas tuvo la seguridad y la certeza, de encontrarse en Chile.

La silla de ruedas milagrosa, también le sirvió para inspirar lástima a Dick Cheney cuando abandonaba la vicepresidencia de EEUU. Tiempo atrás la uso el bombero Valladares que le sirvió para que España y Francia le solicitaran a Cuba su liberación. Este sujeto admitió poner bombas en ese, su propio país. Al llegar a Europa, hizo lo que luego repetiría Pinochet, se paró y para asombro de los que le observaban, echó a andar.

Un general, comandante general de las FFAA de su país, se aprestaba a retirarse a dormir, cuando le golpean la puerta de su casa. Al abrir, irrumpe un grupo de civiles muy excitados que le pide al general que revise un documento que le entregan. Comienza a leer y al concluir señala que observó que faltan dos páginas. Ahí extrae uno de los presentes de su maletín un manojo de hojas, de las cuales separa dos, precisamente las dos faltantes entregándoselas al general que de inmediato se apresta a leer.

Su rostro se fue transfigurando, y lleno de cólera pidió que le explicaran tal desvergüenza. Se trataba del Acuerdo de Talara por el cual se le entregaba a empresas extranjeras el petróleo peruano. Tan lesivo a los intereses de la nación fue ese trato, que debieron arrancarle esas dos hojas. Obvia decir que hablamos del dignísimo general Velasco Alvarado. Minutos después llegaba a la casa de Belaúnde Terry, presidente peruano, a quien sacó de su cama y tal como estaba –empiyamado-, lo expulsó del país.

En la madrugada de hoy, 28 de junio de 2009, un comando armado y encapuchado de la fuerza armada hondureña, irrumpió en el domicilio del presidente del país, Manuel Zelaya, y violentamente, lo expulsó de Honduras. Para estos militares felones, el amor de Zelaya por su pueblo y por su patria, no le es admisible a la canalla.

Como se puede ver, a veces algunas similitudes guardan diferencias diametralmente opuestas. La silla de ruedas la podríamos identificar como la patente de la cobardía, en tanto que la expulsión de un gobernante por los mismos agentes y con la misma metodología, entraña dignidad para unos y oprobio para otros.

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Cuando se habla de Honduras, se habla de un país con todos los elementos para tener en su seno, una población feliz. Pero no es así. La distribución de la riqueza es tan desigual, que contabiliza casi un 80 por ciento de su población por debajo de la línea de pobreza, de la cual sale una mitad que se encuentra en la miseria. Casi un 40 por ciento de sus niños menores de 5 años, padecen desnutrición crónica. Decenas de jóvenes eran hasta hace muy poco tiempo, ejecutados por los cuerpos de seguridad.

Tiene aún Honduras en pleno siglo XXI, comunidades que no acceden ni a la electricidad ni al agua. Por supuesto que tampoco tienen vías de comunicación.

Una parte importante de su población abandonó el país y le aporta con sus remesas, más del 25 por ciento del PBI. ¿Cómo era Honduras antes de la asunción de Manuel Zelaya? Tomemos unas palabras de Eduardo Bähr, uno de los más sólidos intelectuales centroamericanos, nacido en Honduras. “Sr. Relator: En Honduras estamos confundidos por el impacto que ha causado la resolución en contra de nuestro país, sobre todo porque ha sido presentada ante las Naciones Unidas por nuestro poderoso aliado del norte, país con el que siempre nos hemos identificado, a quien constantemente hemos servido y al que históricamente hemos dado, pidiéralo o no, lo que ha querido, como concesiones de tierras, vidas, haciendas, animales, mar, playas, minas, flota marítima, braseros inmigrantes, cerebros, transplantes de órganos infantiles, bananos, etc.”.

Seguimos con las palabras de Bähr:” Mientras él nos ha distinguido, con calzarnos la democracia, ponernos presidentes, entrenar nuestro ejército, regalarnos tecnología, atender a nuestros políticos en sus hospitales, prestarnos sus hermosas playas para que nuestros ricos vacacionen, hacernos empréstitos de gran importancia para el desarrollo de nuestra clase política gobernante y enseñarnos el camino del bien, entre otras muestras de su bondad”. (1)

Honduras es un país cuya clase política como se ha visto por lo anterior, está totalmente supeditada a la voluntad del imperio, al cual para su soldadesca le concedió a través de un Tratado, inmunidad absoluta de la cual hicieron uso cuando sus militares, luego de cometer delitos comunes en suelo Hondureño, no fueron sometidos a la justicia de ese país. También le cedieron parte del valle de Comayagua para su base militar.

Esta situación de república bananera es precisamente la que quiere cambiar el presidente Zelaya. Era inadmisible admitirle tal propósito. Desestratificar una sociedad tan injusta no le podía ser permitido por los caporales que son los que siempre han mandado en el país. Hay que entender a este como un botín que se reparte entre pocos.

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¿Qué delito se le atribuye haber cometido a Manuel Zelaya? Simplemente la intención de agregar en la próxima elección, una cuarta urna que recibiría la opinión a favor o en contra de su propuesta de reformar la constitución. El resultado no era vinculante y serviría solo como una encuesta, algo muy normal en una sociedad moderna. Si alguien dice que esto no es democracia ¿qué será lo que entienden como tal?

Ordenó que para tal fin, las fuerzas armadas repartieran las 13 mil urnas en los distintos centros de votación. Al general Romeo Vásquez le escuchamos referirse al asunto a través de TELESUR. Dijo que es amigo de Zelaya, y que lamentaba mucho no obedecerle su orden, pues entendía que la misma era inconstitucional. Nos salió un abogado constitucionalista, el personaje. Dijo que consultó con distintas personalidades la licitud de esa orden, las que le corroboraron lo que pensaba de su legalidad. Su superior, el presidente de la nación le destituyó de inmediato. Entonces aparece como conejo en sombrero de mago, un abogado que recurre con un amparo, la medida.

El órgano que oficia como alto tribunal, decide que el general no ha cometido ninguna falta como para que se le destituya, y ¡ordena!, nada más y nada menos que al presidente Zelaya que lo restituya en su puesto. Pero, el general ¿se manejó dentro de los parámetros que le establece su condición de militar? El primer valor de un militar es la disciplina, ¿el general lo respetó? Por supuesto que no, y eso él mismo lo declaró. Sería extraordinario que esa baja corte nos dijera en qué país del mundo un militar que no acata la orden de su presidente no es detenido, juzgado y encarcelado ipso facto.

¿La condición de militar activo, le permite ser deliberante? Por cierto que no, el militar no delibera. La función del militar es mandar y obedecer. Punto con todo lo demás. El general no acató la orden de su superior, como él mismo lo reconoció. Pero además deliberó, de acuerdo con sus declaraciones, con personas de distintos estamentos, que no cuesta trabajo ubicar en el sector militar, político y empresarial.

El Golpe perpetrado contra la democracia hondureña puede calificarse como sui géneris, pues fue basto, burdo y tosco hasta superar la irrisión. Tiene sin duda similitudes con lo sucedido en abril de 2002, en Venezuela, donde un empresario llevado por su ambición, pretendió consumar su usurpación birlando sus compromisos con los otros dos personajes con los cuales formaría la junta dictatorial a implantarse. No faltó tampoco el apócrifo papel con la firma de la renuncia del presidente Zelaya. En Venezuela fue idéntico. La diferencia fue que en Venezuela lo hizo un periodista (que dejó de serlo hace ya tiempo), que leyó ese papel pero sin exhibirlo a la audiencia.

La situación con el Golpe hondureño es muy distinta a la venezolana en cuanto a sus respaldos. Aquellos golpistas de su frustrado abril, contaron con el apoyo de algunos gobiernos latinoamericanos, que se sumaron a EEUU, promotor del intento, y con la España de Aznar, ese criminal que aún no comparece ante tribunales para hacer frente a los crímenes que ayudó a perpetrar.

Hoy, casi toda América condena la violación flagrante que se comete contra Honduras. También, como vimos en abril, el valiente pueblo hondureño está sin miedo en la calle, reclamando la reposición del gobernante que libérrimamente se dio. Nos ha mostrado una grandeza que solo los pueblos son capaces de mostrar. Los felones no podrán esta vez.

(1)- EDUARDO BÄHR. Carta para el relator de la ONU en relación con los derechos humanos. Rebelión 08-05-04

roosbar@cantv.net


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Roosevelt Barboza


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