Asumir el siglo XXI no es poca cosa. No tanto por darle la bien merecida connotación futurista a nuestra era sino por plazos de tiempo que nos establece la misma naturaleza y el sentido común. La especie humana le debe una corresponsabilidad al planeta que habita y a su descendencia. La política mundial entonces, no se escapará a las luchas de sobrevivencia y de justicia que ya se hacen indispensable y que son motorizadas por la urgencia ante el destino de destrucción social y planetaria.
La hegemonía autodeclarada de los miembros del G8 acerca de nuestros destinos es un absurdo desde todo punto de vista, el G8 no podrá ser representante de la globalidad pues es representante más bien de los intereses perversos de sus propias potencias.
No representan a la mayoría quienes dominan a la mayoría, no hablan en nombre de la democracia quienes no la ejercen a la hora de hablar, nunca nos podrían representar precisamente quienes gobiernan a las naciones que causan el peor daño a nuestra ecología. Un ejercicio diplomático, una repetición más de lo que año tras año hemos visto en Japón, Alemania, Rusia, Reino Unido, Estados unidos, Francia o Canadá será más de lo mismo, correr aún más una arruga que va llegando al borde del abismo.
Este encuentro en L’aquila del Club de los 8 no servirá sino para seguirnos sentenciando al desquicio social y ecológico si los gritos de la humanidad entera no son escuchados. Más de lo mismo cuando ya no nos queda tiempo, ropajes burocráticos y excusas de las 8 naciones más grandes para continuar su dominio y destrucción social y ecológica. Es hora de gritarles en la oreja hasta desbaratarles los tímpanos, si algo marca el nuevo siglo es la capacidad que las tecnologías nos brindan para actuar.
La humanidad se despierta ante el espanto de un final irremediable: las guerras, los desplazados, el hambre, la basura, la extinción de especies, el deshielo de los polos, la contaminación, la capa de ozono, droga, delincuencia, desórdenes climáticos, militarismo y así una interminable lista. Un nuevo orden mundial es imprescindible para sobrevivir y toda esta lista son sólo los síntomas terminales que el imperio de la mercancía y el valor de cambio nos imponen, necesario es cambiar. Ya bien hemos dado muestras de que la voz de todos comienza a ser un arma necesaria e importante, la especie se concientiza como tal y asume responsablemente su deber de defenderse y no puede pasar por debajo de la mesa esta reunión que ocurre en Italia.
Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia como miembros principales, más Brasil, China, India, México y Sudáfrica como representantes de la 5 principales potencias económicas emergentes tienen la posibilidad nuevamente de ubicarse ante la humanidad y definir si sus principales ocupaciones serán la de amparar ecocidios e injusticias sociales para preservar los intereses ególatras del desarrollo de sus naciones o ser los auténticos voceros de todas y todos los que habitamos el planeta.
Nada nos indica que las cosas cambiarán, en verdad es que somos nosotros los llamados a cambiarlas y para ello es necesaria, valida y urgente la presión, la protesta, el reclamo de todos desde todas las naciones, desde todos los pueblos. Las juventudes tienen que luchar si quieren tener un planeta donde vivir, si quieren garantizar a sus hijos aire con que respirar y agua para preservarnos .L´aquila deberá presenciar un nuevo sismo, no telúrico como el que la castigara el pasado 6 de Abril, sino humano, un terremoto de protestas que ojalá y sean escuchadas y no terminen como hace 6 años en Génova con la muerte en manos de la policía de un joven estudiante. Son varias las exigencias de la humanidad: el respeto a la decisión de los pueblos a su autodeterminación, el cese de las guerras de dominación, la igualdad de clases sociales, el final de la explotación del hombre por el hombre y el final de la agresión a nuestra ecología. Que los destinos de nuestra humanidad sean determinados por todos nosotros, en verdaderos ejercicios de consulta a nivel mundial para la toma de decisiones, en ejercicio de la verdadera democracia y para lo que exigimos entonces que el G8 sea sustituido por el G192, en donde todos los países del mundo participen, discutan y decidan nuestros destinos o de lo contrario que el G8 se disuelva definitivamente.
Qué gran oportunidad para volver a verle el hueso al presidente Obama, toda la prosa ecologista con que en su campaña cautivó a todos sus seguidores tendrá en L’aquila su prueba de fuego; todas y todos debemos asumir la denuncia constante, la protesta continua y nuestra voluntad de expresión durante la reunión del G 8, hay que definir con contundencia qué grupo es más representativo, si los elegidos y exquisitos presidentes de las naciones más comprometidas con el desastre de nuestro planeta; el G8, o el nuevo G Todos.
Por un hombre nuevo, un solo planeta, una sola especie y un solo orden mundial.
¡Venceremos!