EEUU de norteamerica: Qué ganó, que perdió y las consecuencias con el golpe en Honduras

En una conversa que sostuvimos Luis Eduardo Juliac y quien suscribe, en las Europas, “long time ago”, diferenciábamos “cultura” de “educación”. Conversábamos, concretamente, sobre el tema: Cuba. Las derechas, generalmente, no todas ellas, confunden “cultura y educación”, intencional y/o por ignorancia pero siempre con una intencionalidad inconsciente; ello no es nuevo que esas expresiones que, además de rayar el racismo, muestran el carácter “no ético” de esas derechas. Umberto Eco manifiesta que: “…cuando los demás entran en escena, empieza la ética. Son los demás, en su mirada, lo que nos define y confirma…” (Tamayo-Acosta, Juan José. “Nuevo paradigma teológico”. Ed. Trotta. Madrid, 2004, p. 123)

En ese marco, dos conceptos están regresando a la discusión político-ideológica: “revolución” y “golpe de estado”. Con respecto al segundo concepto, Walter Martínez, conductor del prestigioso programa “Dossier”, lo define con una claridad cristalina e irrevocable: “…un golpe…es [sencillamente]…un golpe”. Ahora cabe la pregunta: ¿Es un “Golpe de Estado” una “Revolución”? La Revolución Bolchevique se manifestó en dos estadios histórico-temporales: la caída de los Romanov y el triunfo de los bolcheviques sobre los mencheviques y el desplazamiento de Alexander Kerenski como alto jefe gubernamental por los soviets. La Revolución china, así mismo, se manifestó en dos etapa: “la propuesta de Mao Zedong de un gobierno de unidad nacional sin la presencia de Chiang Kaishek” y el triunfo militar de las tropas del partido comunista chino sobre las tropas del Guomindang del gobierno pro-norteamericano del arriba mencionado, Chiang Kaishek. La segunda etapa de la Revolución Vietnamita alcanzó el triunfo por las torpezas de los Gobiernos norteamericanos que, al desconocer las diferencias entre “cultura y educación”, fueron, militar y moralmente, derrotados por el carácter ético (la dignidad como una de sus manifestaciones) de los revolucionarios vietnamitas.

Sin necesidad de retrotraernos a la “Doctrina Monroe” (“América para los americanos”, como lógica política de la ideología protestante), ubicándonos en Centroamérica en las décadas de los años 60, 70, 80 y 90 del siglo XX, podríamos sacar en conclusión que los norteamericanos y sus Gobiernos no han conocido (“educación”) a los pueblos centroamericanos (“cultura”) sino que han sustentado sus relaciones, generalmente, con las clases privilegiadas (de origen europeo) para consolidar, mantener y doblegar en función de intereses tan pedestres como los objetivos pretéritos de las doctrinas imperialistas colonialistas: “control de espacios geográficos como expresión de poder dominante”. En los actuales momentos, esas ocupaciones, directas e indirectas, tienen dos objetivos concretos y fácilmente demostrables: la distribución de los estupefacientes de procedencia colombiana (cocaína, heroína, mariguana) y químicos mejicanos (LSD y otros), es decir, la “Ruta de la Droga” si se quiere comparable en sus objetivos comerciales con la “Ruta de la Seda”. El segundo objetivo, es el control militar tanto de la producción como de la distribución de la droga y de los centros de producción de materias primas.

Las expresiones imperialistas del siglo XIX nos podrían servir de las “variables” que fueron aplicadas para las expresiones de Poder de los Imperios europeos en sus procesos de transformación hacia una etapa superior del capitalismo; es evidente que el Imperio Británico junto con su Revolución Industrial se “adelantó” al resto de las “coronas europeas” en sus políticas imperialistas hasta que entraron en escena, en Asia, Japón y la expansión del novel Gobierno norteamericano hacia el Pacifico. Escenario, por cierto, que regresa, en la actualidad, a nuestra Historia cotidiana. Pero ese escenario tiene sus contradicciones con fuertes confrontaciones que vienen emergiendo en la medida que la reingeniería del sistema capitalista está solicitando espacios con “rutas comerciales” seguras y “centros de producción de materias primas” controlables por los países capitalistas.

Es evidente que el concepto “Superpoder” (quizás podríamos calificar de “Imperialismo del siglo XXI”) está en discusión teórico-práctico. Los excesos reales del sistema capitalista en el último cuarto de siglo del capitalismo del siglo XX, inducidos y/o como causa “natural” (sic) del propio desarrollo del capitalismo en sus etapas: “imperialista” y “globalizadora”, han obligado a esa “reingeniería pro-supervivencia” del sistema capitalista. Analizando el cuadro general actual de las realidades globales del escenario internacional ya superadas las realidades que se desarrollaron durante el siglo XIX y sus lógicas consecuencias expresadas, particularmente, durante la primera mitad del siglo XX, podríamos aceptar que ese escenario internacional actual tiene actores de “grandes magnitudes”, quizás expresadas en su tiempo por el mandarín e intelectual chino pro-Reformista del siglo XIX, Kang Youwei, en los países: India, Brasil, Rusia, China y los EEUU de América junto con la Comunidad Europea no como una nación sino como una comunidad de intereses de supervivencia. En ese marco, dichas “expresiones potenciales” comienza a reubicarse geopolítica y geoestratégicamente según sus propios intereses particulares además de sus capacidades: económicas, militares y de influencia políticas. Ese marco real y objetivo nos enseña que hay varios espacios geográficos de “mutuo interés” para esas “expresiones potenciales”: África; la Región del Caspio (Asia Central); la Región del Golfo Arábigo; y Suramérica como centros productores de materias primas plus se buscaría el control de los “mercados de consumo” como se manifestó durante la expansión del Imperio Británico cuando buscó al mercado chino como alto consumidor de opio y la India como productor de opio y exportador hacia aquel mercado chino además de consumidor de “bienes de capital” de primera generación de la Revolución Industrial inglesa.

En ese marco explicativo, los EEUU de América tienen un inmediato vecino competidor en Brasil y el potencial de crecimiento como “potencia” de ese país suramericano aun marcando las objetivas asimetrías entre ambos países. Brasil le “ha latido en la cueva” a los EEUU de América como líder en el “Grupo de Rio”, en la conjunción de la UNASUR y la propuesta de una unidad de criterios en lo militar para la Región al Sur del Rio Bravo, en el marco de la Mercosur y su creciente potencial militar adicionando los recientes descubrimientos de “bolsones de crudo” (petróleo) en las “profundidades abismales del liquido elemento”. Junto a ese escenario, Brasil tiene dos variables en positivo como son sus tradicionales acercamientos al África y las fuertes inversiones que realizaron en Iraq que nunca han sido canceladas en los sectores energéticos.

Por otro lado, los avances que ha tenido la Revolución Bolivariana y sus políticas de solidaridad tanto con PetroCaribe como con el ALBA hacia pueblos y Gobiernos con costas y ubicados, geográficamente, en El Caribe que, tanto geopolítica como geoestratégicamente, los EEUU de América considera, al Mar Caribe, como su “Mar Interior”, han tenido un muy importante impacto en los centros de decisión de “Política de Estado” del Poder (Mûller Rojas dixit) en el país norteamericano. La pregunta ¿Por qué los EEUU de América trasladaron la base del Comando Sur al estado de la Florida? ¿Por qué los EEUU de América se preocupan por la presencia de algunos barcos de la flota rusa en El Caribe? ¿Por qué los EEUU de América se han negado y vetado la recuperación y renovación de la Fuerza Armada Bolivariana? ¿Por qué de los “planes” “Colombia y Mérida”? ¿Por qué los EEUU de América han trasformado a la República de Colombia en una combinación de Israel-Líbano, es decir, el “Gendarme Necesario”?

Un escenario digno de “penetrar” para su análisis pero con la crudeza y objetividad que son necesarios porque no se está en un análisis de “contradicciones” entre países capitalistas sino en “la contradicción” entre una superpotencia que necesita imponer sus políticas en su entorno y el proceso revolucionario social titulado “bolivariano” que no está, en los actuales momentos, en sus actuales etapas, en contradicción con el sistema imperante capitalista sino en la implantación de políticas que buscan la horizontalidad de la plusvalía, el retorno a la dignidad de los pueblos originarios, el respeto y equidades en el marco de las Relaciones Internacionales, la educación y el rescate de la cultura de los países al sur del Rio Bravo.

Las realidades socio-políticas y económicas del siglo XXI que se han venido desarrollando al sur del Rio Bravo han “abofeteado la soberbia de las derechas”. Esas derechas pareciera que no tienen un conocimiento profundo del sistema económico que ellas mismas propagan, imponen y ejecutan, es decir, del sistema capitalista; mucho menos conocen las tesis fundamentales del marxismo solo conocen los paradigmas diseñados durante la “Guerra Fría” para justificar las intervenciones, golpes de estado, asesinatos, secuestros, desapariciones, y explotación de los pueblos que rechazan por su culturas.

En ese escenario descrito más arriba, los EEUU de América tenían, obligatoriamente, que “promover, apoyar y ejecutar” un “Golpe de Estado” en el ambiente americano pero tenía que ser dirigido contra un país que estuviera dentro del escenario de las políticas sociales que “inundan” a toda la América. El Golpe de Estado tenía que tener los elementos que no pudieron ser impuestos durante el Golpe de Estado contra Chávez Frías y la Revolución Bolivariana en el 11 de Abril del 2002, de ahí las similitudes entre ambos “golpes”. Los objetivos del “golpe” eran aplicar las mismas políticas tradicionales de la “Doctrina Monroe”; ello se percibe por lo “simplón-tradicional” tanto en la ejecución del golpe como en el perfil sicológico del “protagonista visual”, es decir, nos referimos tanto a Carmona como a Micheletti. Pero ¿era el golpe contra Mel Zelaya el objetivo fundamental del golpe? Tres sucesos noticiosos se han sucedido desde entonces: las declaraciones de Uribe Vélez en Panamá llamando a la “unidad militar” de Méjico, Panamá y Colombia bajo el escenario de combatir el “trafico” (léase muy bien: el “trafico”) de estupefacientes (drogas); la segunda noticia casi al unísono fue la declaración pública del ex-ministro de Defensa colombiano, Santos, como candidato a la Presidencia de Colombia, tema muy interesante tomando en cuenta el encomio que Santos le tiene a Venezuela, a Chávez Frías, a la Revolución Bolivariana y su consecuente anticomunismo militante; y como tercera noticia la declaración del más alto representante de la República de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, de informar, en el Día Nacional de Colombia, la decisión ejecutiva de la política militar de aprobada a aceptar el uso de bases militares colombianas por tropas norteamericanas. Cabria la pregunta, si las FARC y el ELN están siendo ya, pero ya, derrotados militarmente, ¿cuales serian las justificaciones político-militares de un aumento de tropas norteamericanas en suelo patrio colombiano?

Pues sería necesario recordar algunos “hechos históricos”. En primer lugar, el dictador vietnamita católico que, a posteriori, fuera derrocado, apoyó la presencia de tropas norteamericanas en Vietnam del Sur para combatir a las “guerrillas del Vietcong”. El resultado es de todos conocidos, el pueblo vietnamita arropándose en su cultura, derrotó a los ejércitos de la “superpotencia norteamericana”. En segundo lugar, en un artículo publicado en “Le Monde” por allá en los años 60 del siglo pasado, analizaba la importancia de Venezuela como país petrolero, las posibles acciones militares norteamericanas para el control de los centros de producción petrolero. En ese marco evidentemente objetivo, la utilización de las bases colombianas por las tropas norteamericanas provocara una asimetría en los “débiles” equilibrios en Suramérica porque no solamente esa decisión está afectando a Venezuela, su pueblo y su Gobierno Bolivariano sino también a Ecuador y al Brasil además de los países caribeños. Por eso, consideramos, que las declaraciones de Álvaro Uribe Vélez en Panamá y los planes “Colombia y Mérida” tienen su razón de ser militar

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Miguel Ángel del Pozo


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