El pasado domingo el Zócalo de la Ciudad de México se volvió a colmar. Como ya es costumbre, los agoreros del desastre nuevamente se equivocaron. El Movimiento de Resistencia se consolida y se acrecienta a pesar de la parafernalia mediática que lo combate e, insistentemente, lo da por muerto. Andrés Manuel López Obrador convoca y reúne a más de cien mil personas para cumplir el postulado democrático de reconstruir el país desde abajo y con la gente. La Asamblea Informativa se vio enriquecida por una muy clara presencia de representantes de todos los estados y de un gran número de municipios, con lo que se confirma su carácter nacional. Destaca el entusiasmo y la voluntad común de transformar la agobiante realidad. Se canta y se protesta, se aplaude y se rechifla. Es pueblo revitalizado. Hay Patria y está en pie de lucha.
La información: el Movimiento se estructura y organiza; operan los comités estatales y los municipales; AMLO concluyó el recorrido por todos los municipios del país; se dio la batalla que detuvo el intento privatizador del petróleo; se formularon propuestas para combatir la crisis y se promovieron reformas legales para eliminar monopolios; se dio respaldo solidario a los movimientos sociales de protesta y defensa de intereses legítimos, destacadamente el de los trabajadores electricistas, respetando su propia dinámica y, lo más importante, se mantiene la esperanza de hacer la revolución de las conciencias por la vía pacífica. Contra la manipulación informativa y el linchamiento mediático, la comunicación alternativa y la organización social alimentan la vigencia de postulados y la cohesión interna del Movimiento.
Fue asamblea de definiciones. La más importante: el movimiento es político y se prepara para lograr el poder en las elecciones del 2012 y con AMLO como candidato presidencial, sin dejar de considerar la posibilidad de que Marcelo Ebrard entre al quite en caso de contar con mayores posibilidades de triunfo. No por sabida es menos importante la decisión. Con la gente no puede jugarse a las maniobras cortesanas, ni es tampoco el estilo de quien dirige el movimiento: no se vale nadar de “muertito” y dejar correr los acontecimientos para, al final, salir con que siempre sí. También es importante la definición de que, no por buscar la toma del poder por la vía electoral, se van a mediatizar las demandas del movimiento social, las que seguirán su rumbo sin importar el costo sobre la imagen del candidato; eso ya se dejó debidamente comprobado por estos tres años de desgaste y linchamiento mediático.
Vale la pena detenerse a reflexionar sobre el particular, en términos de dar respuesta a quienes, de buena fe, consideran que son incompatibles las luchas social y electoral. El régimen del cinismo y la indolencia que caracteriza al representado por el bipartidismo prianista ha demostrado que no se tienta el corazón, ni la razón, para despreciar al pueblo y a sus demandas. Ya tienen demasiado gruesa la piel y no les quita el sueño que la sociedad se manifieste en contra de sus acciones de gobierno; se dan por satisfechos con la apuesta al adormecimiento por la vía de la propaganda mendaz y machacona. Cada puñalada al pueblo va acompañada por una feroz campaña de mentiras, orquestada desde las oficinas de sus “ezpertos” en mercadotecnia política (¡joder!). Suponen que es suficiente por los resultados de las encuestas desarrolladas por ellos mismos. Hay que recordar el impacto que tenía una huelga de hambre hace veinte años; el impacto era casi demoledor; en el mundo cayeron gobiernos por un ayuno bien manejado, incluso la CIA lo incorporó a sus recetas contra los regímenes que eran adversos al imperio. Al poco tiempo la medida tomó auge y, por cualquier motivo, se declaraban las huelgas de hambre hasta que se desgastó y los tiranos siguieron tan campantes. Lo mismo pasa con los cierres de carreteras o avenidas; antes que preocuparse por ellas, los gobernantes se regocijan promoviendo el odio de los afectados contra los promotores de la medida de fuerza. Sólo quedaría el recurso de la huelga general que, de darse, tendría el efecto demoledor buscado; no es por casualidad que el neoliberalismo abandonó el objetivo del pleno empleo; les resulta muy funcional que exista un ejército de desempleados en espera de la mínima oportunidad para reemplazar a un trabajador en huelga, desde luego acompañado por otro ejército vestido de verde y con armas letales. Después del triunfo de la Revolución Cubana, gestado por la acción guerrillera, no se ha vuelto a lograr nada por esta vía, a menos que sea patrocinada por el propio imperio (caso de la contra nicaragüense).
No queda de otra que jugar con las propias fichas de la oligarquía y emprender nuevamente la lucha electoral. No quiero decir que sea fácil su aplicación, también corre la experiencia de que, después de los triunfos de Chávez, Evo y Correa, se han complicado las cosas para quienes intentamos el cambio democrático. El fraude electoral en México es clara muestra de lo que el régimen de la oligarquía es capaz de hacer para mantenerse en el poder.
El esfuerzo tiene que ser mayúsculo e imbuido de un enorme patriotismo. Se requiere movilizar a un gran ejército ciudadano para lograr una votación incuestionable y de otro ejército de cuidadores de la legalidad del voto. Todo parece ser muy cuesta arriba, pero la recuperación de la Nación lo amerita y habrá que dar la batalla. Me queda claro que, en este esfuerzo, no tienen cabida las contemplaciones negociadoras ni las medias tintas de la izquierda moderna. Es preciso ir por todo.
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