Duelo
Ha concluido la cumbre de Copenhague. La naturaleza y la humanidad están de duelo. Se saltaron el Protocolo de Kyoto, los acuerdos de Bali. EEUU, el principal contaminador apenas se comprometió a reducir sus emisiones en un 4%. Es un crimen, una victoria del capitalismo salvaje. Pero esta lucha se mundializó y ahora los pueblos tienen más conciencia.
Culminó la cumbre de los pueblos, a la que Chávez, en discurso clave para el futuro, calificó de bonita, llena de esperanzas.
La próxima cumbre será en México, en diciembre 2009. Pero “cuando el mundo se percate del estropicio, numerosas islas estarán bajo el agua, muchos glaciares habrán dejado de ser fuente de agua para cientos de millones de personas y el calentamiento global podría haber entrado en un proceso de retroalimentación positiva, con procesos acumulativos fuera de control”.
Si el mundo sigue fundado en el egoísmo racional, en la creencia de que el egoísmo es un vicio privado que tiene virtudes públicas (a través del mercado) y no se toma el camino de la cooperación Sur-Sur, de la solidaridad, del comercio justo, de la complementariedad, de la soberanía como base para la afirmación de los pueblos y del encuentro con los otros, del respeto a los derechos de la madre tierra, que pasa por comprender que los animales, las plantas, las piedras y todas las criaturas son nuestros hermanos, el desastre será inevitable.
Hay que presionar estas cumbres, incluida la Asamblea General de la ONU, a la que el Norte le dio un grave golpe en Copenhague. Otro paso para debilitarla y posicionar al G-20 como centro de los debates mundiales.
Pero la clave es desarrollar los movimientos sociales, el poder popular realizando en el día a día la salvación del planeta y de la humanidad. Este es el camino. Si faltaban argumentos contra el capitalismo Copenhague ha proporcionado pruebas irrefutables.
No basta con proclamar al socialismo como alternativa. El pueblo salva al pueblo. Si no se constituye el sujeto pueblo como unidad de espíritu, mente, cuerpo y naturaleza, comprendiendo que el ser humano es una prolongación de la madre tierra, que no hay derechos humanos sin respeto a los derechos de la naturaleza, el desastre será inevitable. No basta rezar, como dijo Alí Primera. Hay que actuar dando sin esperar nada a cambio.
Duelo
Ha concluido la cumbre de Copenhague. La naturaleza y la humanidad están de duelo. Se saltaron el Protocolo de Kyoto, los acuerdos de Bali. EEUU, el principal contaminador apenas se comprometió a reducir sus emisiones en un 4%. Es un crimen, una victoria del capitalismo salvaje. Pero esta lucha se mundializó y ahora los pueblos tienen más conciencia.
Culminó la cumbre de los pueblos, a la que Chávez, en discurso clave para el futuro, calificó de bonita, llena de esperanzas.
La próxima cumbre será en México, en diciembre 2009. Pero “cuando el mundo se percate del estropicio, numerosas islas estarán bajo el agua, muchos glaciares habrán dejado de ser fuente de agua para cientos de millones de personas y el calentamiento global podría haber entrado en un proceso de retroalimentación positiva, con procesos acumulativos fuera de control”.
Si el mundo sigue fundado en el egoísmo racional, en la creencia de que el egoísmo es un vicio privado que tiene virtudes públicas (a través del mercado) y no se toma el camino de la cooperación Sur-Sur, de la solidaridad, del comercio justo, de la complementariedad, de la soberanía como base para la afirmación de los pueblos y del encuentro con los otros, del respeto a los derechos de la madre tierra, que pasa por comprender que los animales, las plantas, las piedras y todas las criaturas son nuestros hermanos, el desastre será inevitable.
Hay que presionar estas cumbres, incluida la Asamblea General de la ONU, a la que el Norte le dio un grave golpe en Copenhague. Otro paso para debilitarla y posicionar al G-20 como centro de los debates mundiales.
Pero la clave es desarrollar los movimientos sociales, el poder popular realizando en el día a día la salvación del planeta y de la humanidad. Este es el camino. Si faltaban argumentos contra el capitalismo Copenhague ha proporcionado pruebas irrefutables.
No basta con proclamar al socialismo como alternativa. El pueblo salva al pueblo. Si no se constituye el sujeto pueblo como unidad de espíritu, mente, cuerpo y naturaleza, comprendiendo que el ser humano es una prolongación de la madre tierra, que no hay derechos humanos sin respeto a los derechos de la naturaleza, el desastre será inevitable. No basta rezar, como dijo Alí Primera. Hay que actuar dando sin esperar nada a cambio.
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