La mitad del Mundial Suráfrica 2010 está definida. Los octavos de final (o sea, ocho contra ocho) se encargarán de dar paso a los cuartos (cuatro contra cuatro) y éstos a la jornada final. Más allá de los que quedaron y de los que ya están de regreso a sus naciones, es innegable la emoción que todos despertaron. El torneo ha dado para todo. Sí, para todo: hasta para apreciar con asombro el tinte abiertamente euroncentrista que no se han preocupado en ocultar algunos narradores de los canales de televisión nacional que transmiten la competencia balompedística. Hasta bueno es que no lo hayan hecho.
No deja de impresionar que muchos, muchísimos de ellos “pujen” abiertamente por selección alguna. Pero más impresiona aún que ese “ligue” se haya notado manifiestamente a favor de oncenas europeas. Escucharlos narrar un juego de España, era escuchar a un español; si era Portugal quien estaba en el césped, era como escuchar a un portugués o hijo de portugués y así sucesivamente. Pero lo que más impacto generaron sus descripciones, es que la subjetividad –si no es eso ¿cómo se puede entonces llamar?- evidente también se hizo presente en aquellos encuentros donde el rival del extracontinental era una escuadra latinoamericana. Empleaban las mil y una explicaciones para justificar que el “grande” no arrasara con el “chico”. La vergüenza transoceánica parecía impedirles valorar que los débiles también despiertan. En fin, si algo pareció quedar demostrado es que pocos de ellos se han enterado de que la historia en cualquiera de sus dimensiones, tiende al cambio. Hasta hubo quien se atrevió a decir que “esos negros juegan bien”, refiriéndose a los integrantes de Ghana, ignorando que tales prejuicios raciales van en franca desaparición no sólo en Venezuela sino en el hemisferio todo. Cuando quiso aclarar, porque no tuvo más remedio que hacerlo, era ya tarde. La costura se le vio irremediablemente.
“Me gustaría verlos ante la vinotinto si algún día llega a clasificar” me comentó un compañero de trabajo. También a mí, le dije sin muchas esperanzas de que las cosas vayan a ser diferentes ante el micrófono.
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