Un hecho que ha debido atraer fuertemente la mirada de la prensa venezolana y de nuestros “demócratas” más obcecados, tan “preocupados” por la supuesta falta de libertad de expresión en Venezuela, es el ocurrido con unas declaraciones dadas en EEUU por el grandes ligas venezolano Oswaldo Guillén, mánager del equipo de béisbol “Marlins” de Miami. Guillén hizo unas afirmaciones sencillas en las que claramente mostraba sus simpatías con Fidel Castro, líder de la revolución cubana. Se trató de unas expresiones simples y cortas de admiración y respeto por una persona que, independientemente de las opiniones que sobre él se tenga, ha sido una referencia importante para su país, Latinoamérica y el resto del mundo, más que por su labor de tratar de construir el socialismo en Cuba, por su valiente y permanente posición antiimperialista frente a las pretensiones hegemónicas estadounidenses.
Guillén hizo sus comentarios con absoluta tranquilidad, sin aspavientos, sin meterse en profundidades y sin hacer ninguna referencia a los enfrentamientos habidos entre La Habana y Washington, mucho menos involucrando a la población de cubanos exiliados y sus descendientes en Miami, quienes siempre se han caracterizado, con algunas excepciones, por ser muy reaccionarios, sectarios, agresivos, despóticos y considerarse los genuinos dueños de la isla caribeña y su gente. A pesar de haber transcurrido más de medio siglo del triunfo revolucionario contra el gobierno dictatorial de Batista, el odio contra Fidel y su régimen está más que vivo y lo demostraron estos cubanos con sus acciones y presiones contra el ingenuo pelotero venezolano. La respuesta inquisitorial contra Guillén fue una sanción disciplinaria de suspensión por el lapso de realización de varios partidos de su equipo, aunado al rechazo fanático de la comunidad cubana mayamera.
Ciertamente, no me extraña ni el comportamiento gringo ni el de los cubanos de Miami, totalmente contrario a lo que proclaman y a las acusaciones que usualmente le hacen al comunismo y a distintos gobiernos incluido el nuestro. Los paladines de la libertad no aceptan ni siquiera la libertad de pensamiento. El reino de la Clinton, donde ésta se alza como justiciera implacable contra la supuesta inexistencia de libertades en Rusia, China, Ecuador o donde les parezca, exigiendo su restauración so pena de imponer sanciones contra sus gobiernos, no acepta que alguien opine en forma contraria a sus premisas. El país de yo no sé cuántas enmiendas constitucionales, que “garantizan” yo no sé cuántos derechos democráticos a sus habitantes, donde reina la libertad de opinión tan defendida por la Sociedad Interamericana de Prensa y por nuestros grandes empresarios de la comunicación, comete la iniquidad de sancionar a una persona, por el simple delito de decir lo que piensa.
Y no se trata de unas declaraciones de Guillén en Alemania cuestionando la existencia del holocausto judío, que en forma para mí también absurda e inaceptable puede significar la condena a prisión de quien así opine. Situación que tiene su explicación en el enfrentamiento del tradicional antisemitismo europeo, aparte de mostrar el arrepentimiento de la nación alemana por las acciones contra los judíos realizadas por los nazis a mediados del siglo pasado. Actitud que hoy el gobierno sionista de Israel, que no el pueblo judío, despliega impunemente y ante los ojos cómplices del mundo desarrollado y sus organismos internacionales contra la nación palestina. No. Guillén habló fue de Fidel Castro, muy distante y distinto de Hitler, aunque la afirmación estremezca a los irracionales ignorantes de aquí y de allá.
No he visto a nuestros “defensores” de la libertad revolcarse en el suelo de dolor y de ira ante lo sucedido a nuestro compatriota en el país “más libre y democrático del mundo”. No he visto al noticiero de Gobovisión machacando día y noche sobre este exabrupto cometido contra un connacional. Ni las protestas de los articulistas opositores. Pero eso tampoco es lo que me preocupa, lo que me da vueltas en la cabeza es que aquí tenemos también una fauna muy parecida a los sectores beligerantes de la comunidad cubana mayamera, que demostraron sus aptitudes dictatoriales y autoritarias en abril de 2002, hace sólo 10 años, que no significan nada, desde el punto de vista de la memoria, delante de los más de 50 años de la victoria de Fidel. Y el odio todavía existe… Guillén es su clara demostración.
Y de ganar aquí… ¿Es con ese odio que van a gobernar? Hacer oposición no puede ser considerado un delito, siempre que se haga dentro del marco constitucional. ¿Tendrán la suficiente autocrítica para reconocer sus responsabilidades en la división existente del país? Pues es una total falacia que el único responsable de la misma es el presidente Chávez. Por el momento, sin embargo, me bastaría que reconocieran su desatención a lo ocurrido a Oswaldo Guillén, su falta de solidaridad con esta estrella del deporte nacional y su indolencia ante un hecho impropio de suceder en una sociedad civilizada.
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