La “Política comunicacional” del gobierno ha sido un gran fracaso

Es difícil entender como un gobierno que sufre la mayor guerra mediática que haya soportado país alguno en la historia política de América Latina, incluyendo Cuba, haya sido tan ineficiente e irresponsable en la ejecución de planes y proyectos en un área tan neurálgica y estratégica como la comunicación de masas.

Hace algunos días el presidente Nicolás Maduro, a propósito de la entrega del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar, erróneamente alardeaba respecto a la cantidad de medios públicos, alternativos y comunitarios que han surgido con el “apoyo” del proceso bolivariano, sin apenas razonar con argumentos más o menos válidos, que la cuestión no tiene que ver solo con la cantidad de medios, sino con la calidad de los contenidos, y, sobre todo, con los índices de audiencia.

Los resultados de la encuesta publicada el martes en Venevision por el presidente de Hinterlaces, Oscar Schemel, con respecto a la percepción que tienen los venezolanos de los medios de comunicación, debería llamar la atención del presidente Maduro y de todos los eruditos y expertos que lo acompañan en el diseño de la estrategia comunicacional del gobierno (si existe), incluyendo, por supuesto, al ministro Ernesto Villegas.

Según los datos de Hinterlaces, el 55 % de los entrevistados manifestó que tiene poca credibilidad en los medios de comunicación, el 25 % que tiene mucha confianza, mientras que el 17 % no tiene ninguna confianza en los mismos.

Pero el dato más relevante de la encuesta aplicada en un universo de 900 personas, es el que señala que el espacio informativo más imparcial y objetivo es el Noticiero Venevision con 36%, seguido del Noticiero Globovisión 16 %, La Noticia de VTV con 12% y Noticiero Televen con el 11%

Es preocupante que parte de nuestro pueblo considere que el Noticiero Venevision sea un espacio equilibrado, cuando sabemos que por el contrario es uno de los que más ha manipulado la información con el propósito de deslegitimar tanto al gobierno del comandante Hugo Chávez como ahora al de Nicolás Maduro.

Pero lo más preocupante, y es lo que queremos subrayar, es que es inaudito que luego de la formulación de tantos planes, proyectos, e inversiones millonarias en comunicación durante catorce años, aún no tengamos ni siquiera una televisora que pueda competir en audiencia con las privadas, muy a pesar de VTV, Teves, Vive, Antv (con excepto de Telesur), que lamentablemente tienen políticas editoriales inadecuadas que en nada se acercan al ejercicio del periodismo en su concepción más amplia y exacta. No puede un canal de TV, privado o público, ganar audiencia sino está consciente de que la información implica una ideología pero también una ética y una estética. El problema simplemente está en los contenidos y en la forma de transmitir los mensajes al público, no a un público, digo, sino a todos los públicos.

Los medios de comunicación administrados por el gobierno tienen una semántica barroca, cargada de un discurso serializado, plagado de lugares comunes, adjetivos y frases grandilocuentes que asfixian a los receptores, entre otras razones, por una sobredimensión de una parte de la realidad, y, lo que es peor, debido a una sobre exposición de los íconos y los símbolos del proceso bolivariano, situación que la mayoría de las veces produce un efecto totalmente contrario al que se busca. Parafraseando a Galeano: la persuasión al revés.

Para explicarlo de otra forma, lo que queremos ilustrar es que los medios de comunicación públicos, comunitarios y alternativos no tienen porque repetir de manera, casi automática, esa cantidad de frases hechas, lugares comunes, clichés y palabrería hueca, que en nada enriquecen la retórica chavista sino que más bien la empobrece. Lo peor de ese discurso chapucero, abundante y vacío, es que la mayoría de las veces no tiene significación en la praxis política. Por ejemplo no habíamos escuchado jamás algo más risible que referirse a la compañera sentimental del Presidente, o de cualquier gobernador o alcalde, como la “primera combatiente”. Eso lo puede decir un político, está bien, pero un periodista no está obligado a escribirlo.

Los medios públicos, no pueden cometer, por reacción inadecuada, los mismos errores que critican a los medios privados, como confundir términos básicos como “periodismo” , “publicidad” y “propaganda”, e incluso, incurrir en prácticas reñidas con la ética periodística, como ignorar las diferencias básicas entre los géneros de información y los géneros de opinión con el propósito de manipular una noticia determinada.

Nos preguntamos entonces, si en la Agencia Venezolana de Noticias (AVN) y la televisora Telesur se cuida el uso correcto del lenguaje periodístico, por qué no se hace lo mismo en el resto de los medios de comunicación del Estado. Quizás será por eso que tanto Telesur como AVN llegan con mejor efectividad y cobertura todos los públicos.

El presidente Maduro se equivocaba al referirse al auge de los medios alternativos y comunitarios como un gran acierto, porque si bien el número de ellos aumentó, no es menos cierto que la calidad y efectividad de los mismos está en entredicho. La gran mayoría subsisten de forma realmente precarias, sin el apoyo publicitario del gobierno, y, por supuesto, con una audiencia muy pero muy baja. De allí que el auge de medios públicos no ha tenido el impacto que debería tener, y solo ha servido para que la oposición siga mintiendo en torno a la supuesta “hegemonía comunicacional” del gobierno.

No podrá ser eficaz la estrategia comunicacional del gobierno, mientras que los ministros de comunicación y los directores de medios de las instituciones del estado, no puedan tomar decisiones importantes, sin ser influenciado por la tozudez y la improvisación de algunos funcionarios que no tienen ni idea del ruido que ellos mismo generan en los procesos de comunicación con el pueblo. De tal manera que dadas estas circunstancias siempre será más difícil atenuar los efectos de la guerra mediática y las operaciones psicológicas que a diario se ejecutan en contra de la estabilidad política, social y económica del país.

La política comunicacional, no solamente consiste en dar a conocer la gestión gubernamental, es necesario involucrar al resto de los poderes, y a las instituciones públicas y privadas que, de una u otra manera, ayudan a conformar la opinión pública. Esa política incluye el ordenamiento del espectro radioeléctrico y la aplicación de las normas que garantizan el derecho del pueblo a estar informado.

Debe haber un seguimiento sistemático de las políticas de comunicación y eso no sucede. Qué pasó por ejemplo, con la llamada guerrilla comunicacional, o con los tan cacareados productores nacionales independientes, para nombrar solo dos casos de un montón.

No se trata de cambiar metáforas por otras. Al fin y al cabo da igual hablar de Sistema Nacional de Medios Públicos, que del Sistema Bolivariano de Comunicación e Información. Lo realmente importante es que debe existir voluntad política para cambiar la realidad comunicacional con estrategias precisas y profundamente pensadas que ayuden a atenuar los efectos de una guerra mediática sin precedentes, que busca generar incertidumbre y violencia en el país.

Podíamos escribir páginas y páginas al respecto, pero por último me quiero referir a la negativa de los ministerios y empresas del estado, a colocar publicidad en los medios alternativos, no necesariamente comunitarios, mientras invierten fortunas en los grandes medios de comunicación, esos mismos medios que fueron artífices del golpe de estado del 2002, y continúan atizando la candela a través de la mentira y la intoxicación psicológica de nuestro pueblo.

Solamente el Banco Bicentenario invierte en el diario Ultimas Noticias y otros medios privados páginas y páginas de publicidad que cuestan 70 y 80 mil bolívares cada una, y los responsables ni siquiera atienden a los pequeños medios que fueron quienes nos salvaron del vacío comunicacional en abril de 2002.



Otro caso emblemático son las 23 emisoras del llamado Circuito Libre, emisoras independientes, trabajadas y promovidas por grupos de periodistas en todo el país, y que mueren de mengua, con créditos que pagar, sin que ninguna institución invierta un centavo de publicidad en ellas, a pesar de que la mayoría hacen un periodismo serio, equilibrado y responsable que intenta rescatar la dignidad de esta profesión, que García Márquez alguna vez calificó como la mejor del mundo.


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Jhonny Castillo

Periodista, presidente de la Fundación Lectura Crítica de Medios.

 jhocas10@hotmail.com      @heraclitando

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