¡Qué tristeza! ¡Qué desasosiego! ¡Qué escozor! Es lo que se puede
llamar un terremoto sin epicentro, porque todo se lo tienen calladito,
aunque el conductor del programa no se va con el alma triste, deja un
vacío profundo que le descompone las coronarias perpendiculares a más
de uno que se descongestionaba con las horas en que trituraba su
tiempo, pegado al televisor como un asiduo receptor de todo lo que le
tiraba, Leopoldo Castillo, con sus selectos invitados desde
Globovisión sin pujar un hito de vergüenza: invadía sus hogares de
tinieblas que salían envueltas de sátiras efervescentes bien pensadas
que estrujara el momento a su conveniencia con la catapulta de su
odio, pero así son ellos, dios los cría y el diablo los junta y como
él y Zuloaga estaban ahí, ahí, cada quien haciendo de las suyas a su
manera como se habían acostumbrado a la calladita quebrando voluntades
que a la larga se hacen cómplices.
Y, es que el cántaro de las contradicciones, por más que lo refuercen
de ilusiones frívolas, tarde o temprano se rompe y el agua de la
discordia queda estancada y, por más que oculten sus pesares el daño
de la distracción deja su secuela de altibajos en que ellos a diario
se cocinaban a fuego lento y como Zuloaga tiene más dólares que el que
se puede llevar cuando se muera: vive contándolos a no ser que se le
pierda el camino que lo llevó al Dorado de sus corruptelas, quizás,
soñado por sus antepasados y, como ya no tiene velas en ese entierro
en que antes fue Kiko Bautista y Carla Angola con Roland detrás
salieron de Buenas Noches desde donde disparaban su andanada de
porquerías mediáticas a diestra y siniestra envilecidos de furia
postiza que se los tragó a los tres y, por ahí andan cazando dólares.
Y como lo que es bueno para el pavo también lo es para la pava, no ha
pasado mucho tiempo, para que sea el propio, Leopoldo Castillo, quien
con una prontitud sin desperdicio tiró las cartas sobre la mesa y
cantó flor de basto sin tener la boca seca, blasfemó de rabia y
puntualizó sin enojo al decir que los derechos se exigen, se reclaman
y los deberes se cumplen y, dado que el canal no le para a sus
demandas, ha decidido como lo decidió que, Aló Ciudadano, está demás
en ese medio y, antes que lo boten se va, profundamente hinchado de
alegría, aunque conmovido de sinceridad no se atrevió a decirlo como
le hubiera gustado mandar al chavismo al carajo, pero la vejez es un
mal indeleble que le llevó muchos años echarle bastante leña a los
partidarios de la revolución que jamás invitó a su programa y las
llamadas que le entraban estaban bien clasificadas, para el daño que
se necesitaban que hicieran en el momento que reforzara sus
pensamiento oposicionista capitalista y sus invitados profesionales,
políticos o no, siempre supieron jugar a su favor sin mucho ruego como
francotiradores.
Leopoldo Castillo, para muchos el ciudadano, para otros, el matacuras
como abogado conductor del programa, hizo de las suyas dentro de Aló
Ciudadano y con toda la saña de su persona, siempre lo puso al
servicio de un grupo de desadaptados que se hacían llamar
antichavistas y nunca dejó de ataca al presidente Chávez de la forma
más injusta que persona alguna pueda ser afectada y de ello se encargó
con perseverancia en poner entredicho las acciones del gobierno y las
mentiras siempre fueron el plato fuerte de ese programa que Mario
Silva desde La Hojilla no dejó de contratacar, poniendo al descubierto
el lado flaco en que muchos personeros invitados le jugaban sucio al
gobierno y al país con sus pésimas opiniones que eran desvirtuadas por
éste con la objetividad del caso en que a, Leopoldo Castillo, jamás le
importó o se interesó en corregir o aceptar el desvarío por el bien de
su audiencia que ahora deja en el péndulo de su ocaso prematuro o,
quizás se los encarga al buen espíritu de la piedad milagrosa.
El matacuras: no dejó de recrear a su público con buenas ráfagas de su
fetichismo particular y sobre todo no escondió su fascismo rencoroso,
atiborrado de racismo cuando sin razón ninguna se burló en uno de sus
programas del presidente de Zinbabwe, Rogert Mugabe, por haberse
quedado dormido en una reunión con el presidente Chávez y qué de cosas
no ha hecho y dicho que embarran a Aló Ciudadano de embrutecer y
enfermar a su seguidores con buenas dosis de la psicología eufemística
que pasarán al olvido como un mal menor de un mal servidor que
prostituyó de odio a tantos venezolanos que no supieron sacudírselo a
tiempo y ahora se va como Pedro por su casa hinchado de emoción
conciudadana.
A lo mejor la pestilencia sombría que deja lo cobije de amargura hasta
que el cuerpo aguante