La Sociedad Interamericana de Prensa, algo así como el cartel de los dueños de periódicos y revistas del continente, que en gran medida pretenden ser también de la verdad y del honor de la gente, han puesto a circular una protesta o condena –porque siendo lo que son también se creen con derecho a ello – contra Venezuela, porque un tribunal, no el gobierno, aplicó una multa a “El Nacional” y al diario “Tal Cual” de Teodoro Petkoff.
La multa en cuestión, de poca cuantía, como se estila en la legislación venezolana de vieja data y hasta en la nueva como forma de reproducir aquella, como dijimos, la aplicó un tribunal de protección al menor, por la publicación en ambos diarios de una fotografía de un amontonamiento de cadáveres por considerarle una agresión a la niñez.
Por supuesto, uno bien sabe que ambos diarios, o quienes en ellos hicieron aquella macabra exposición no pensaron en los niños, es poco probable que lo hagan o lo hayan hecho, sino en sumar un tanto más en contra del gobierno. Eso fue en el año 2010 y por salir de Chávez todo valía. Por supuesto, desaparecido el presidente, uno percibe que todo sigue como venía. No era por él, sino por culpa de unas políticas puntuales, todavía vigentes, que afectan a mucha gente deseosa que todo vuelva al pasado “glorioso” del puntofijismo.
La SIP, socia y copartidaria de los diarios mencionados en la tarea de intentar desprestigiar a todo gobierno progresista, porque con los gringos no se meten ni por equivocación, como ahora cuando se les denuncia por medio de Snowden de estar espiando al mundo, hasta a los integrantes de ella misma, vuelve con la misma cantinela fastidiosa por repetitiva y embustera, que se trata de un atentado a la libertad de prensa y en particular de nuestro gobierno.
“La libertad de prensa”, que para la SIP no es más que la de hacer negocios con la mercancía de la noticia y la difamación, está por encima de los derechos y salud mental de los niños que preocupa en exceso, como debe ser para todo ser sano y buena fe, al tribunal que aplicó la sanción.
Esa SIP, que en oportunidades ha estado bajo la presidencia de personajes patrocinadores de dictaduras como la de Pinochet que se “cagaron en el alma” de esa libertad de prensa y lo que es más valioso, la de expresión y la vida, le importó poco las difamaciones del diario de Miguel Otero Castillo – aunque pareciera se lo debe completo a Alfredo Peña – contra venezolanos honorables, por lo que ha sido sancionado penalmente dos veces.
Ya en el 2004, el juez procesal de Caracas, Juvenal Barreto, condenó a Ibeyise Pacheco, periodista de El Nacional, a 9 meses de cárcel, que según luego supe, en esta “dictadura persecutoria” los pagó en su casa, con toda comodidad, por difamar de manera continuada al coronel del ejército Angel Alberto Bellorín, acusándole de “alterar calificaciones universitarias para graduarse de abogado y expedientes militares para lograr ascenso”, según la fuente consultada.
La SIP, como el CNP, encambimbados en la misma línea, nada dijeron en favor de la ética, tanto del periodista como el medio que se prestó para aquella infamia contra los derechos humanos y el deber de informar con objetividad.
Ahora mismo, apenas dos o tres meses atrás, otro tribunal de la república, condena a El Nacional, a pagar la cantidad de 4 millones y medio de bolívares fuertes, una cuantiosa cantidad en dólares americanos, por la campaña continuada de descrédito, emprendida por la misma periodista contra el Dr. Adolfredo Pulido Mora.
Este juicio, se inició en los tribunales de la república, hace 21 años, lo que revela que dicha práctica es de vieja data. Pero cuando la periodista escuchó la sentencia del primer caso mencionado, con desparpajo se justificó e intento cubrirse de “méritos”, diciendo que “esa sentencia no me quita el sueño, pues forma parte de una persecución política de Chávez”. Para decirlo en el lenguaje coloquial de ahora, eso fue “curpa e Chávez”.
El caso que atañe al Dr. Pulido Mora, en el cual El Nacional y la periodista ya nombrada, aparecen como responsables y objetos de sanción, se produjo cuando poca gente en este país había escuchado nombrar a Hugo Chávez.
Como todo el mundo sabe, la SIP no se sintió tentada ni siquiera a amonestar verbalmente a su socio Miguel Otero, como el CNP a la periodista afiliada a esa organización, en este caso por violación del Código de Etica del Periodista y los derechos de un ciudadano inocente.
Pero las sanciones y sobre todo las pecuniarias contra El Nacional no cesan. Por razones diferentes al ejercicio periodístico, pero si inherentes a la moral y buenas costumbres, ahora más recientemente, otro tribunal admite una demanda contra el diario caraqueño por casi 4 millones de dólares, de parte de Alfredo Peña, ex periodista del mismo y ex alcalde Caracas, por una vieja deuda, derivada de un intento del segundo de proteger la empresa periodística. Advertimos a quien esto lee y desconozca detalles, Alfredo Peña es un enemigo del gobierno, ahora autoexiliado en Miami para evadir la justicia. No es pues un agente del gobierno.
Por este asunto, la Fiscalía General de la República, solicitó y obtuvo de un tribunal competente la congelación de los bienes del demandado, para proteger al demandante en sus derechos y la privativa de libertad de éste. Se presume, por la enorme cantidad de dinero, que en eso pudiera haber un hecho punible.
Hasta ahora, la SIP no ha abierto la boca. Puede ser que ante tantas incógnitas y antagonismos entre propietarios, legales o no de capital, la organización opte por hacerse la desentendida. Aunque por correspondencia a la “moral impoluta” que debe imperar entre sus miembros algo debería decir. Porque si no se trata de un asunto del ejercicio periodístico – lo que no les importó en los antes comentados – sí que es sagrado para ellos el “respeto a los negocios” y “entre bomberos no se pisan la manguera”.
A menos que los gringos le metan la mano a Miguel Otero Castillo, como se la están metiendo a quien bien por los momentos le sirvan, El Nacional pudiera entrar en caída libre; pues aparte que nadie o casi nadie le para en los quioscos, donde suele quedarse tristemente, entre multas por difamación y deudas misteriosas, va quedar en el pelero y en total desprestigio, lo que es mucho peor. Lo lamentamos porque fue el diario preferido de nuestra juventud, el Miguel Otero Silva.
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