Óscar Yánes un usurpador del lenguaje criollo, un desmedido fastidioso
con un bigote transatlántico se tomó en serio su oficio de hablador
televisivo sin envidiarle nada a Marta Colomina con Así son las cosas
y con tal habilidad que se llevó por delante a muchos periodistas que
se han desacreditado solos y que hoy lamentan su muerte y hasta lo
recuerdan con benevolencia como caimanes del mismo pozo que, como
adecos y copeyanos: piden paz para su alma y otros a sus restos como
si fuera un desalmado de la política y de sus enredos y, que jamás
pudieron sentarse en La Silla caliente que después fue de Chávez por
méritos indiscutibles que Yánes le reconoció cuando quisieron
embaucarlo los Cisneros a través de ese personaje que partió sin rumbo
conocido.
El jalabolismo en este país es un arte que muchos practican y Yánes se
distraía en el canal Venevisión a sus anchas con una risa estrepitosa
que cubría buen espacio donde jugaba con la ignorancia de muchos
presentes como conservador de una parte del pasado que otros olvidan y
no se preocupan en buscar en las páginas de la Venezuela contemporánea
y él la encajaba en sus ideas con tal habilidad de placidez de artista
de Sábado sensacional que en un ir y venir de sutilezas preñadas de
consuelo se iban a entretener a quienes con admiración se
despatarraban con su risa en murmullos atípicos de distraídos.
Óscar Yánes con Fucho Tovar hizo su agosto en Margarita: viajaba a
bebérselo cada vez que quería y, con mucha paciencia de beodos por
encima de los 60 años lo sacaba del bar preferido a empujones como
carro que se queda sin gasolina por no marcar la reserva de tantos
tragos seguidos de buen escocés que les penaba las misericordias no
compartidas que en partidas entraban a la gobernación de Nueva
Esparta, facturando el espacio de tiempo que ambos disfrutaban
sentados en una mesa que viciados de torpeza brindaban y de ellos al
igual que otros allegados se apretujaban sus estómagos de confort con
una devoción de atracción amistosa que el Estado después pagaba. Otras
veces lo sacaba bailando la lancha Nueva Esparta cuando Fucho no podía
con el timón de su pea y algunas veces salían como gladiadores
entusiasmados a desplumar en privado sus añoranzas y picardías.
Así son las cosas cuando había mandarinas nada ácidas que chupar y
como buen entretenedor logró, vea usted pues, tres premios de
periodismo, un buen ensarte que no es modesto si de criticar se trata,
pero el medio se impone y la figura de Yánes levantaba tentaciones que
él ensartaba con una imponencia de miss que sin ser abuelo agarraba
besos al voleo y en el canal de la colina lo querían, aunque se perdió
con su risa engrasada de sarcasmos que al presidente Chávez nunca le
perdonó ser presidente y que revolcara a sus contrarios y, cuando iba
a Globovisión con el matacuras vomitaba a placer sus desavenencias
enquistadas y, los orgasmos prácticos ya no le salían como el cura que
da la bendición de boca y el dios de trueno se le opacaba.
Y frente a su cadáver más de uno le abrogará sus particularidades y
hasta se santiguará de imprudencia de modestia y con algo de culpa le
dará un último adiós con presunción de hablistán y como en el medio en
que se arriman los de la oposición sacarán a flotes sus dotes de rey
fornido con su intacta madurez sin apretujar las huellas de los pasos
que éste dejará y hasta lágrimas de desvergüenzan correrán por algunos
rostros y pañuelos pálidos sacudirán el momento a la despedida del
gran hombre que nunca quiso a Chávez como al mulato que veía, aunque
él con sus rasgos criollos, no deja una huella que lo nivele a la
oligarquía que no dejó de envidiar sin conformarse de su mala suerte
cuando, le servía de pretexto resaltar sus plácemes de alegría como
periodista a su servicios.
Tiembla la tierra y un cuerpo más se cubre de recuerdos que saltarán
de boca en boca como bocados de palabras calientes en premio a un
astuto servidor que hizo de la historia un pasatiempo y distrajo y se
distrajo sin mover una palanca de esperanza, pero levantó polvaredas,
dijo cuanto pudo frente a las cámaras que le dieron alas de provocador
y astucia para imaginar y consentir en sus remansos de acción la ira
encubierta que entra suavemente y sale bañada de complicidad sin
sujetar un apretar de disimulo que no encubra complicidades y él,
Yánes fue un cómplice más de los medios burgueses a su servicio y de
los Cisneros un sigúi bien pagado y publicitado.
Y como lo dije anteriormente, Óscar Yánes, se fue detrás de Chávez,
chupándose una mandarina engañosa de la que sacó todo el provecho que
pudo sin perturbar el gobierno, aunque trato de disparar ráfagas
explosivas contra la revolución con su acidez peyorativa y, se va en
una urna de conformidad como todo ser y, por ahí quedarán los vende
Patria dándole consuelo a los yanqui con un tuis de penitencia,
vanagloriándose de su alevosía compartida en murmullos de pésame por
el difunto. Y sobre mi caerán las plañideras inconformes.