En el mundo virtual todo se descontextualiza, todo se resume a fragmentos de imágenes que se emiten desde especificidades de la realidad. Los discursos también quedan descontextualizados y se asumen como verdades absolutas, cuando lo que debería estar en juego son las transubjetividades que permiten significar a partir de múltiples imágenes y discursos. En una concepción errónea, para los usuarios de las redes sociales, se puede escribir lo que se quiera y cómo quieran en el espacio virtual. Esto no es así, pues más allá de ficcionar personajes, transfigurarse en otro, ocultarse, camuflarse, hay una realidad y unos individuos que acceden a estas instancias tecnológicas. La Red no tiene vida propia, no es capaz de independizarse del ser humano, aunque diera esa impresión, frente a los teclados de las distinta máquinas con las cuales se accede al mundo virtual, están seres humanos que merecen respeto, consideración y que exigen responsabilidad y honestidad. Pero observamos que han sido los mismos comunicadores sociales los que más tergiversan y manipulan información en las redes, para favorecer una determinada corriente e ideas políticas y económicas. También se le adjudica un valor ilimitado a las opiniones, análisis e imágenes que por allí circulan. Desde las Redes Sociales se han asumido las banderas teóricas del Positivismo al atribuirle, en el mundo contemporáneo, verdad absoluta, objetividad, neutralidad y su utilización es sinónimo de progreso y desarrollo. También de allí emana un orden establecido para la vida social. No es un problema de posturas políticas, pues todas las perspectivas han recurrido a justificar sus acciones y posiciones a partir de lo que circula en la RED. Es un problema de la dominación hegemónica que es capaz de controlar, desde su raíz, lo que se reproduce en las Redes Sociales y hacerlas pasar como parte de la cotidianidad de los seres humanos.
Las Redes Sociales han logrado homogenizar determinadas imágenes y discursividades que se imponen desde la instauración omnipresente de la WEB. En este sentido, ejemplos de las matrices de imágenes y discursos que la dominación encauza son: Libia, Siria, Ucrania y ahora Venezuela. Este mundo virtual (Twitter, Facebook, Instagram, entre otros) ha desplazado la realidad, quebrando los análisis sobre la base de situaciones concretas y explicativas de los fenómenos sociales. Se ha transformado en la nueva Ortodoxia que todo la sabe, todo lo ve y todo lo puede. Dogmatismo virtualizado. Desde allí construyen el hipersimulacro de lo real. Ya no hay lugar para la duda, la sospecha, la posibilidad de pensar la realidad bajo otras premisas y prácticas. Las apariencias intercambiadas van a una velocidad imposible de asir para disgregar un porcentaje considerable de comprenderlas. Ese vertiginoso cúmulo de discursos e imágenes pasa, ante nosotros, en fracciones de segundos y se tornan verosímiles, ante la limitación de hacer análisis prudentes, sensatos y consistentes en un tiempo tan constreñido como el exigido por las Redes Sociales. Se juzga, condena e interpela a partir de prédicas e imágenes no constatadas o aclaradas. Todo pasa por las Redes sociales, si no está allí, no existe, no pasó, nadie lo vio, nadie lo dijo. La Televisión, Radio y Prensa se han rendido ante la extensión, expansión, velocidad y variedad de tópicos de las Redes Sociales. Allí no hay barreras de horarios, climáticas, fronterizas ni poblacionales. El instante, la inmediatez, el ahora, la rapidez son equivalente a Redes Sociales, no hay tiempo histórico definido, ni interesa mucho. Como si el Dios Cronos detuviera el tiempo y a la vez lo acelerara. A pesar de que creemos ser actores principales de este escenario virtual, solo somos espectadores de las tramas constituidas por las grandes corporaciones que producen y reproducen conductas delineadas para mantener los intereses de la dominación mundial. Es el teatro del disfraz multicolor que se asume como neutral y objetivo para asomarse con perogrulladas compartidas y colectivas que impregnan las sensibilidades más profundas. Las redes sociales son el Mefistófeles del siglo XXI, es capaz de hacer que los individuos sigan su lógica y sus designios sin miramientos, casi alucinando realidades, negando diferencias y construyendo antivalores.
En Venezuela, las Redes Sociales han mostrado sus garras de la peor manera, como herramienta para la negación de la democracia, propulsora de la violencia, exacerbación de odios, monstrificación del otro, aparato de resonancia de los instintos más bajos. La oposición venezolana fraguó la desestabilización y golpe de Estado con el apoyo innegable del gobierno gringo, pero desde las Redes, posicionaron a nivel simbólico la matriz de panegíricos e imágenes para su operatividad, progreso y propagación.
Ante este panorama, hay que saber lo que representa la Web en general como mecanismo de dominación que establece una agenda para simplificar la realidad y producir zombis con cerebros corroídos por el capital.
La tecnología debe servir para la liberación, para romper las ataduras, pero en estas condiciones la tarea no es fácil, pues el enemigo es poderoso con ramificaciones mundiales. Las redes sociales, que eran para acercarnos, acortar las distancias, compartir, informarse, relacionarnos con amigos y familiares, en Venezuela han pasado a ser estructuras para desestabilizar y envenenar los sentidos de mucha gente. Pero hoy debemos insertarnos en ellas de manera crítica y cuestionadora. Sin asumir verdades absolutas, sin pensar que ellas son las únicas fuentes para acercarse a la realidad, sin perder el contacto con lo colectivo y lo cotidiano, rescatar la interacción social como fundamento de cualquier análisis.