“Lo siento, no estoy preparado para cubrir esto”, dijo el reportero ante la cámara de TV cuando la mamá de Hugo Chávez llegó al funeral del presidente venezolano. Ella lloraba desconsolada. La imagen hablaba por sí sola.
En otra situación completamente distinta (aunque el dolor es el mismo) el periodista de la cadena Al Jazeera, Al-Dahdouh, no pudo terminar su reporte sobre uno de los miles de bombardeos del ejército israelí en la Franja de Gaza. El reportero, ataviado con casco y chaleco antibalas, rompió en llanto. También en ese caso, la imagen hablaba por sí sola (de fondo se veían claramente columnas de humo y se escuchaba el tiroteo) y quedó como ejemplo de que la “objetividad” no existe, que los periodistas sienten y padecen cuando ven el sufrimiento humano y algunas veces toman partido por alguna de las partes en conflicto, generalmente por la más débil. Y lo sienten, acaso, más que el resto del mundo porque lo deben transmitir e informar tratando de conservar un poco de compostura, Pero ¿es posible esto? ¿Existe la neutralidad? ¿Usted qué cree?
El problema de los "apellidos"
La mayoría de los periodistas se ponen como apellido en sus cuentas de twitter o Instagram, el nombre o las siglas del medio para el cual trabajan hasta que...¡los botan!. Entonces no sólo es una pérdida de su identidad sino de la independencia a la hora de informar. El periodista pasa a ser propiedad del medio, como cualquier jugador de béisbol o fútbol. Lo que haga es asunto del medio, no suyo...
Durante la agresión de Israel a la Franja de Gaza se han puesto de manifiesto algunas situaciones que llaman a la reflexión y, por supuesto, el problema de la ética no escapa a ello.. Por ejemplo: el caso de la periodista Diana Magnay, de CNN, quien fue relevada de la cobertura del conflicto y trasladada a Moscú, después que en su cuenta de twitter ( @dimagnayCNN) ella criticara a unos israelíes que celebraban el lanzamiento de misiles hacia Gaza. Ella los llamó ”escorias” y la cadena CNN consideró que esto era “anti ético”, al igual que otros periodistas que incluso cuestionaron lo que denominaron un “comportamiento inapropiado” de la corresponsal, que arrojaría “subjetividad” a sus reportes. la periodista cambió ahora su biografía de twitter: Views expressed here are my own (las expresiones expresadas aquí son mías) para liberar a la CNN cuya línea editorial ya conocemos.
En otro evento y “por razones de seguridad”, la cadena norteamericana NBC retiró de la Franja de Gaza a su corresponsal, el periodista egipcio-estadounidense Ayman Mohyeldin. Le acusaron de parcializarse a favor de los palestinos por mostrar en su cuenta de twitter e Instagram fotos de familiares de las víctimas. Pero la cadena no soportó la lluvia de mensajes críticos de la audiencia y tuvo que reponer al corresponsal en su sitio…
Guerra y periodismo
La academia ha hecho un esfuerzo loable por dar al estudiante "pichón" de periodista, algunas herramientas que puede usar a la hora de cubrir un conflicto. Pero la realidad golpea fuerte y una cosa es estar cómodamente instalados en un aula de clases y otra muy distinta en medio de una guerra tratando, además de ser “imparcial”.
"El intermediario entre el conflicto y el público es el periodista, por lo que su responsabilidad social es mayor. Su selección lingüística debe obedecer a una intención de mediación y no de polarización. Por medio de sus actos de habla, estrategias, esquemas lingüísticos y conceptuales, el periodista protagoniza, junto con las partes del conflicto, la controversia pública, que pretende convencer, con argumentos, al “otro” y, más que todo, al potencial “nosotros” que es la opinión pública". (Charaudeau, citado en Fernández y Franco, 2010)
Entonces, informar públicamente a través de un medio de comunicación depende directamente del periodista y por eso la presión sobre él es brutal. De allí que sigo oponiéndome a la alegre frase según la cual “todos somos comunicadores”. ¡No!. Cuando se trata de información pública la responsabilidad recae exclusivamente sobre el periodista que la asume con sus virtudes y defectos y en tiempos de guerra, los mensajes que se emiten pueden incluso salvaguardar vidas.
Jaime Vázquez Allegue, de la Universidad de Granada (España), citado en Página 12 por el columnista Washington Uranga, afirma que “el corresponsal (de guerra) tiene en sus manos la responsabilidad de informar sobre unos hechos, pero también posee el poder de convertirse en un medio de presión y una manera de crear conciencia. Al mismo tiempo, el corresponsal sabe que con sus palabras y la información que transmite puede crear una determinada opinión pública y dar lugar a una conducta social. En cierto sentido, su responsabilidad ética incluye la capacidad de presionar sobre gobiernos y administraciones generando una opinión pública determinada o presionando a través de la información en una dirección específica”. Y agrega que “sólo de esta forma, puede ofrecer una visión completa y objetiva, humana y solidaria en la transmisión del estado en que se encuentra un conflicto”
La guerra real
En los manuales de cobertura periodística de conflictos, la Cruz Roja Internacional casi como un mandato establece que hay que privilegiar a las víctimas y en una guerra las hay de los dos lados. Pero cuando se estudia más de cerca el contexto de esta nueva agresión de Israel contra la Franja de Gaza no es difícil llegar al convencimiento de que Palestina se ha llevado la peor parte.
Cuando hay una guerra, además de los misiles, las balas y las bombas, hay otra artillería: la del pensamiento, como decía Simón Bolívar, la de la información, las noticias, la comunicación. A menudo se ha dicho que en una guerra la primera víctima es la verdad.
Durante el conflicto árabe-israelí, particularmente en esta nueva agresión de Israel contra la Franja de Gaza que ya cumple un mes, hemos visto que una cosa trata de mostrar Israel y otra muy distinta es lo que muestran los mensajes de twitter, las fotos de Instagram e, incluso, los reportes en vivo de las cadenas de noticias que ni siquiera han podido ocultar las que apoyan el sionismo y las políticas de Estados Unidos. Ya nada es "tradicional", tampoco la información.
No es que hay una batalla virtual en twitter. La batalla real se desarrolla en Gaza y si nos vamos a las definiciones teóricas, no habría dudas en denominar “genocidio” lo que desarrolla Israel sobre Palestina. Veamos: Genocidio: “intención de destruir total o parcialmente un grupo nacional, étnico, racial o religioso: a) matanza de miembros del grupo, b) atentados graves a la integridad física o mental de los miembros del grupo; c) sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física total o parcial; d) medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo (…). El genocidio está considerado como un crimen de guerra, según se lee en el Diccionario de Derecho Internacional de los Conflictos Armados, de Pietro Verri.
La afirmación israelí según la cual Hamás está usando a los palestinos como escudos de guerra, se cae por sí sola, a cuenta de los millones de mensajes, fotos, videos, que describen la tragedia y que, por cierto, ya supera la prolija cinematografía gringa sobre el holocausto nazi.
Según la ONU, la etiqueta "GazaUnderAttack" sobrepasa las 5 millones de menciones, contra 255 mil de "IsraelUnderFire" en menos de un mes de acciones.
El 20 de julio un palestino escribió en su cuenta de twitter: “quiero sobrevivir, si no lo hago, recuerden que yo no era miembro o militante de Hamás, ni tampoco estaba siento como un escudo humano. Estaba en mi casa”. Ese es un testimonio muy difícil de rebatir…