Todavía tenemos un mal periodismo

Dejar de decir o escribir que todavía tenemos un mal periodismo en Venezuela, es contribuir a que la mala fortuna se acentúe en las nuevas escuelas de comunicación social del país, escuelas inventadas por las universidades privadas y que solo sirven para graduar comunicadores y muy pocos periodistas.

Recuerdo con claridad, sentado en un los primeros puestos de una camioneta (afortunadamente nueva, porque el resto está constituido por ataudes rodantes) este comienzo de junio, cuando en una amena conversación saltó al aire una de esas preguntas que, en ocasiones, uno ya está cansado de escuchar y no quiere saber nada del tema:

-¿Por qué hay tantos periodistas malos, que ni siquiera saben escribir?

Casi al dar una respuesta, el mismo interrogador no formuló, ni elaboró, sino que soltó la respuesta que, a su entender, respondía a su inquietud.

-Fue una pregunta estúpida, porque la respuesta la sabe uno, es decir, esos carajos no leen ni las comiquitas, como nosotros solíamos hacer cada domingo. Ahora viven como drogados por los celulares, Ipod o mp3 y ni siquiera leen una paginita de un libro. Usted entra al Metro, en cualquiera de sus estaciones y por allí los ve a montones.

Y ese es el problema -continúa el colega- si tu no lees, no adquieres nuevos conocimientos. Pero es que ni siquiera tienen un diccionario. ¿Cómo vamos a tener un periodista creativo, un hombre que maneje, digiera el lenguaje, sepa interpretar y luego generar nuevas imágenes para los lectores?

El asunto no es nada nuevo, tiene sus añitos ya. Lo comentado por el colega se ha escuchado en otras camionetas y en otros vagones de las diferentes líneas del Metro caraqueño. Si comenzamos a direccionar nuestra búsqueda de las causas por las cuales tenemos un mal periodismo, hay que comenzar por las escuelas.

¡El lío comenzó por allí!

Cuando se llevó a cabo la renovación, particularmente en las universidades autónomas, hubo una amplísima participación estudiantil que veía en ese importante proceso una oportunidad para replantear la lucha social y las críticas hacia el interior de las universidades. La crítica enarboló banderas y todo estuvo bajo su óptica, la duda sobre la producción del conocimiento que recibía el alumnado corrió por todos los pasillos, la rutina de los docentes, las clases repetitivas, esas de carácter magistral y la ausencia de la investigación del docente y otras.

Se dijo de todo, en esa permanente lucha de quienes se inclinaban por la fuerza de la corriente burguesa liberal y los humanistas que pugnaban por lo social. La ocasión facilitó la elaboración de nuevos programas y pensum de estudios diferentes, alternos mas identificados con la realidad nacional y las posibilidades de un progreso social.

En la Escuela de Periodismo estuvo sobre el tapete la discusión acerca de optimizar y ampliar la visión del periodismo, de aceptar la amplitud del hecho de la comunicación y las teorías que se manejaban entonces. Con muy buenas intenciones inició ese proceso que incluyó la modificación de los pensum de estudios. Ya la comunicación como tal se abrió con todo su impacto, se ampliaron las menciones y, por allí, es la opinión de quien escribe, hubo una inclinación hacia lo que hoy algunos identifican como comunicación corporativa, que fue agarrando mayor peso en las oficinas de prensa de las empresas y luego algunas instituciones, abriéndose otro camino diferente al ejercicio del periodismo.

La antigua formación de los periodistas en la Universidad Central de Venezuela,UCV, también en la Universidad del Zulia, LUZ, aunque de esas escuelas hayan salido artistas, era una formación -si se quiere- certera hacia la creación de periodistas críticos, analistas, buscadores de noticias, buenos lectores e investigadores, personas identificadas con los principios del periodismo.

Y no es que uno la haya agarrado fuerte con el mal ejercicio del periodismo en Venezuela. Para ilustrar un poco ese manejo de la información, la comunicación corporativa a la que se ha inclinado el nuevo y mal periodismo, traemos lo que dice el reconocido periodista y escritor Ignacio Ramonet, y quien señala que hay una especie de «chantaje por la emoción» que ha sido unido a una idea que ha extendido la información que se transmite por televisión:

-"... basta ver para comprender. Y todo esto ha venido a acreditar la idea de que la información, no importa de qué información se trate (la situación en el Oriente Próximo, la crisis del sureste asiático, los problemas financieros y monetarios ligados a la introducción del euro, conmociones sociales, informes ecológicos, etc), siempre es simplificable, reductible, convertible en espectáculo de masas, divisible en un cierto número de segmentos-emociones. Sobre la base de la idea, muy de moda, de que existiría una «inteligencia emocional», esta concepción de la información rechaza cada vez más el análisis (factor de aburrimiento) y favorece la producción de sensaciones".

Y ese -aunque algunos lo hacen muy mal- es el periodismo que se aprecia en estos momentos, mucho mas empobrecido, por las carencias morales y la efímera intención de venta de la mentira por la verdad de los dueños de medios a través de comunicadores sociales no muy bien formados. Por todo ello, no solo es necesario rescatar el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa, SNTP, el Colegio Nacional de Periodistas, CNP y reformar la Ley del Ejercicio Profesional y, mucho mas allá, plantear fortalecer los estudios del periodismo y la comunicación.



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Pedro Estacio


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