No importaba la hora, el día, ni el lugar. Viendo el Club de los Tigritos en las tardes, o viendo en la noche a Horangel y los doce del signo. El resultado del martirio existencial, arrojaba la misma canasta de manzanas amarillas.
Miedo a preguntar, miedo a esclarecer, miedo a confrontar. A veces los rumores de billetes rojos, terminan dañando la salud mental de los más inocentes.
Debo confesar que la supuesta niña fantasma, que se observaba en una publicidad de la bebida achocolatada Toddy, transmitida las 24 horas del día en la televisión venezolana de señal abierta, durante la espectacular década de los años noventa, fue el primer trauma cognitivo que recibí en mi verdadera vida.
Demasiado niño para apagar el televisor, demasiado niño para vendarme los ojos. Demasiado niño para comprender la verdad.
Yo sentía un profundo temor inexplicable, desde que el hiperactivo nieto llegaba cantando su "Me desespera, me mata". Al principio la crisis psicológica necesitaba escuchar esas palabras, para activar con premura la confusión, la ansiedad y el escalofrío que recorría mi cuerpo. Pero con el paso de las repetitivas imágenes, el juego parapsicológico se convirtió en una demoníaca adicción.
Nadie sabía de mi demoníaca adicción. Era la primera vez que estaba lidiando en soledad con lo desconocido, sin que el entorno familiar supiera, resolviera y olvidara lo sucedido.
Fue mi primera batalla contra mi propia locura. Poco a poco, el enfermo placer de ver la cuña de Toddy, fue consumiendo el bienestar de mi vida. Me gustaba sentir el miedo, el morbo y la paranoia, cada maldita vez que pasaba frente a mis ojos, ese delicioso mensaje achocolatado.
De pronto, el niño aplicado que cumplía con sus tareas en el comedor, ahora tenía miedo de estar solo en el comedor. El niño que cerraba los ojos y le rezaba a diosito, ahora tenía miedo de cerrar los ojos, y perderse en el frío de la oscuridad. El niño que conversaba de todo y con todos, ahora se retraía en pensamientos que jamás hallaron la paz holística.
En un abrir y cerrar de ojos, me convertí en una cosa temerosa, asustadiza y problemática. Estaba librando una inédita guerra psicológica, mientras el gato comía y me maullaba al final del borroso pasillo.
La familia decidió irse de vacaciones a Valencia. El menor de la casa acataba la orden del rey, pese a no entender el destino de las órdenes nupciales.
Cuando partimos del holocausto, sentí una extraña sensación de paz, de tranquilidad y de felicidad. Sin embargo, no contaba con la astucia de la televisión basura, que recorre todos los puntos cardinales de Venezuela, y que NO le importa el infierno que sufren sus víctimas, mientras siga llenándose los bolsillos de virtuosa sangre.
Abriendo las maletas y sacando la ropa, escuché el desafinado "Me desespera, me mata" ¡WOW! Afilado cuchillo apuñalando el corazón del ciego. Fue una experiencia tan pero tan horrible, que me causa risa estar escribiéndola.
Cuando volví a presenciar la cuña de Toddy, todos los demonios empezaron a recobrar sus estrellas de platino. Para colmo de males, los compadres no se cansaban de hablar una y mil veces sobre la bendita niña fantasma. Todos metían las manos en el fuego, sin saber que yo me estaba quemando vivo.
Tanto me quemé, que un día quise olvidarme de todo el incendio. No quise ver más televisión, no quise escuchar chismes ajenos, y no quise hablar con nadie.
Me perdí en mi mundo de insomnio, de pesadillas, de silencios y de secretos. El maniático terminó siendo el maniático. Me sentía muerto en vida. Sentía que después de haber sufrido tanto psico-terror, había perdido la capacidad de asombrarme, de curiosear y de sonreír.
Puede sonar muy exagerado, pero así me sentía en aquel tiempo.
Aquel tiempo necesitaba de muchísimo tiempo, para recomponer la confianza, la autoestima y la seguridad personal. Como un ángel caído del cielo, llegó la varicela y sus 40 días de asueto, que me permitieron descansar de toda la esquizofrenia adquirida.
En esos días de enfermedad, me dediqué enteramente a mis estudios. Desde la comodidad del hogar, hice todos los trabajos, todos los exámenes y todos los dibujos, que retrataban un nuevo comienzo en mi vida.
Tras recuperar mi salud al 100%, estaba listo y feliz de regresar al aula de clases. Lo primero que hizo la maestra con sus alumnos, fue agruparlos en equipos para realizar un Phillips 66, sobre la niña fantasma del comercial de Toddy.
¡WOW! No lo podía creer. Fue un balde de agua fría para mis hormonas, para mi cerebro, y para la Humanidad. Estaba muy niño para gritar prueba superada, y aunque intenté ser mentalmente fuerte para cumplir con esa actividad escolar, sentía que todo mi esfuerzo para olvidar el perverso pasado reciente, se estaba transformando en un perverso futuro cercano.
Ese fue el verdadero problema. Olvidar antes de superar. Debemos hacer lo contrario. Primero superar el problema, para luego poder olvidarlo.
Fueron años difíciles de rememorar, porque el torbellino psicológico vino acompañado de la fatalidad de Mortal Kombat, del cuchillo que pasaba con rapidez entre los dedos de la mano, y del reto de no pestañar por 5 minutos de obsesivos tics nerviosos.
Loco, loquito, loco. No hubo cita en el sofá del psiquiatra, porque una vida no basta para dormir en el sofá. Yo sabía que la silueta fantasmagórica de tres hombres y un bebé, NO guardaba relación con la niñita fantasma de Toddy. Pero por desgracia, los niños siempre aprenden por la técnica de observación.
Yo aprendí a sobrevivir con mis torturas mentales, y a quedarme con el maldito primer lugar, en todos los malditos cuadros de honor. Ese magistral tiempo de antaño, se lo robó una extraña fórmula magistral, que no quiso darme la mágica receta, para recuperar el magistral tiempo perdido.
Lo que me dio a cambio, fueron horas y más horas de Bullying, de lágrimas, y de soledad.
El tiempo una vez más se lo llevó el tiempo. El suicidio siempre rondaba mi ventana, pidiéndome a gritos la apagadita flor del desierto. Mi cobardía no quiso saber más nada de ella, y por eso me refugié de por vida en sus palabras.
Es cierto que al final estaremos irremediablemente juntos, pero NUNCA voy a romper la afilada punta del lápiz.
Con la punta de aquellos lápices, aprendí a ser el único dueño de mis triunfos, de mis fracasos, y de mis debilidades. Empecé a sentir el abismo del Mundo, por la terquedad de mis propios ojos, y NO por las páginas del horóscopo dominical.
Sentía que la papelera de la basura en tercer grado, podía ser el Cristo Redentor de cualquier buen samaritano. No me daba miedo pensarlo, ni decirlo, ni escribirlo. Dicen que lo que no mata fortalece. Y todo el desconcierto por el comercial de Toddy, me ayudó a cuestionar la supuesta realidad que estamos viviendo, y la realidad real que se ciñe a diario en las violentas calles.
En esas violentas calles mandan los tigres del Norte. Con su plata son capaces de matarle la sonrisa al Rey Momo. A mi casi me la destruyen, pero por suerte me volví alérgico a la lactosa. También me volví alérgico a los malditos medios de comunicación privados, que juegan con la salud mental de los lectores, de los radioescuchas y de los televidentes, solo por la maldita ambición de ganar más y más plata.
No les importa las consecuencias emocionales que sufren los niños, jóvenes y adultos, por sus malditos bodrios publicitarios, por sus malditas noticias tergiversadas, y por sus malditas estrategias comunicacionales.
Para ellos, el fin siempre justifica el medio para conseguirlo. Inventan rumores, inventan historias, e inventan fantasmas.
Mientras el sabor de Toddy se siga vendiendo en todos los supermercados, nadie querrá ser el villano de la heroica película.
Mientras la gente no se canse de invocar a la pobre niñita fantasma, nadie querrá apagar las nueve velas del festivo cumpleaños.
Y mientras el polvo de la metralleta licuada, siga mezclando, disolviendo y bebiendo el trágico canibalismo corporativo, pues siempre se avistarán niños fantasmas, ovnis, duendes, chupacabras, humanoides, y demás lucrativos fenómenos paranormales.
Cuando el festival del consumismo decaiga en las ventas, y señale el fatal mensaje de Game Over, entonces las estrellas capitalistas crearán rápidamente un nuevo producto comercial, un nuevo bulo viral, y una nueva campaña publicitaria, que obligará a comprar ese nuevo engaño de factura 100% venezolana.
El marketing jamás reconoce su culpa dilatoria, y discrimina a las víctimas de los abusos audiovisuales. Solo quieren vendernos jingles, caras, frases, abdominales y demás mensajes subliminales, sin un ápice de sacro remordimiento.
De a poco me fui olvidando de la cuña de Toddy, pero siempre estuvo merodeando en los ratos del recuerdo. Hay situaciones que definen tu personalidad, tus sueños y tu vida. Por más que intentes redefinir esa línea, la curvatura siempre apunta al origen de la primera línea. Es muy difícil entenderlo, pero vale la pena trazarlo de punta a punta, y contemplarlo con un sórdido aplauso.
El bendito tiempo expiró más rápido que Hercólubus. Y hoy 21 de septiembre del 2015, me preguntaba si realmente superé la amarga historia relatada.
Pasaron más de 20 años tras recibir el injusto trauma, y decidí buscar en Google la nostálgica publicidad de Toddy. Encontré el video en Youtube, pero preferí buscar una cinta de VHS guardada con recelo en mi casa, ya que mi sexto sentido presagiaba que en el capítulo final de aquella telenovela mexicana, estaba oculto el famoso mensaje publicitario.
En el primer corte comercial con acento ranchero, se cruzó frente a mis ojos el primer suspiro del comercial de Toddy. Inmediatamente pausé la grabación, y decidí poner a prueba mis nervios, para resolver esa amnesia anestesiada en mis dos sienes.
Reconozco que me lo pensé dos veces, antes de presionar el tembloroso botón de PLAY. Lo hice y no me arrepiento.
Al principio me dio un poco de miedo, no tanto por escuchar otra vez el ridículo "Me desespera, me mata", sino por la abrupta forma en que el implacable tiempo, nos demuestra que los años NO pasan en vano, pese a sentir que la publicidad la había visto ayer por la tarde.
Fueron efímeros segundos de libertad. Me sentí libre de dejarme llevar por la emoción del momento, sin bloquear ninguna de las reacciones que devinieron de esas genuinas emociones. Mientras observaba las escenas de la cuña de Toddy, sentí curiosidad, incredulidad, temor, reconocimiento, aceptación, comprensión y finalmente quietud.
Aunque visualicé la publicidad con la inocencia descontrolada de la niñez, la asimilé con la inteligencia emocional obtenida de la adultez.
No sé la razón, pero tras observar la cuña de Toddy, cerré los ojos, respiré profundo, y alcé mi brazo derecho sobre la cabeza. El dedo índice estaba extendido en lo más alto de mi Ser, como si estuviera tocando el cielo. Y el lenguaje corporal de mi rostro se movía de arriba hacia abajo, diciendo "Así es querido amigo, finalmente lo lograste".
Abrí los ojos, sonreí con picardía, y me sentí plenamente liberado de aquellas voces, imágenes y recuerdos, que necesitaban ser confrontados y descifrados, por mis tres estados de conciencia.
Al principio de reproducir la publicidad, me gustó sentir que mis ojos reflejaban la belleza del alma. Esa noble belleza que solo quiere sorprenderse, por cada nueva aventura que recorrerá su propio camino.
Luego apareció el supuesto fantasma. Decidí ejercitar el conocimiento holístico, que aprendí en la gracia salvadora de la vida. Por lo que más allá de negar la existencia del fenómeno paranormal, recordé que gravitamos y vivimos en un Mundo de luz infinita, donde hasta la más absurda ficción, puede ser el eje de nuestra auténtica realidad.
Y al final del comercial, me reconocí como un periodista de pensamiento crítico, que entiende la fantasmagórica desvergüenza del capitalismo salvaje, el cual es capaz de crear mediáticos juegos comunicacionales, buscando agrandar el dinero, la oferta, la demanda, y la miseria espiritual de sus hipnotizadas víctimas.
¡Finalmente vencí mi miedo! Observé la cuña de Toddy, me quité un peso de encima, y ahorraré muchísimos watts en la madrugada. Mi profundo amor por la Madre Tierra, me hizo priorizar la sustentabilidad, por encima de la irracionalidad.
Ahora puedo dormir feliz por la noche, sabiendo que todo pasa por mis decisiones, y todo pasará por esas decisiones. Quien se decida a decidirse, siempre tomará la mejor decisión de su vida.
Si tienes la dicha de ser padre o madre, NO dejes que tu hijo vea la televisión, sin la respectiva supervisión de un adulto. Esos contenidos a full color NO educan, no divierten, no son inofensivos, ya que pueden afectar la calidad de vida de tu hijo, en forma inmediata o con el paso del tiempo.
Recuerda que a los medios privados venezolanos y extranjeros, solo les importa el cochino dinero que reciben de las agencias publicitarias, como recompensa del cochino rating que usted les concede a diario.
Todos los días te lavan el cerebro y embrutecen tus neuronas, a punta de comiquitas, noticieros, películas, telenovelas, series, concursos, chismes, propagandas, y demás drogas de consumo masivo que glorifican el analfabetismo, el amarillismo, el sensacionalismo, la codicia, la venganza, la envidia, el sexismo, la vulgaridad, y la putrefacción social de la podrida sociedad venezolana.
Imposible construir una Patria socialista con valores éticos en Venezuela, mientras los antivalores de los intocables medios privados venezolanos, sigan construyendo la Patria capitalista al servicio de la belicista Transculturación.
¿Cuántos "niños ratas" hay en Venezuela por culpa de la televisión basura? Chamitos capaces de asesinar a sus padres, para comprarse una Playstation, un Iphone y una X-box. ¿Cuántos "niños monstruos" hay en Venezuela por culpa de la televisión basura? Chamitos adictos a la diabetes, a la híper-glucemia y a la obesidad. ¿Cuántos "niños promiscuos" hay en Venezuela por culpa de la televisión basura? Chamitos que eyaculan con nueve meses de travesuras anales.
El bombardeo publicitario de los medios privados venezolanos, convierte la libertad de expresión en el libre libertinaje no apto para cardíacos. Nadie lo censura, nadie lo regula, nadie lo prohíbe. Todos lo disfrutan. Las nuevas generaciones de venezolanos, tendrán la marca de la bestia tatuada en el iris de sus ojos, por lo que tarde o temprano compartirán sus cicatrices con la nueva audiencia de Aporrea.
No seas indeciso. El mañana no existe. Enfrenta tus miedos HOY. Confronta tus problemas HOY. Decídete a sanar las heridas HOY. No sufras por capricho. No des la media vuelta, sin la música de fiesta. No te escondas de ti mismo.
Hoy es un buen día para ganarle la contienda al destino, e iniciar tu proceso de auto-descubrimiento. Mírate frente al espejo, libera tus miedos, y sonríele al amor de la vida.
Que el Universo de dios te bendiga por siempre.