Definitivamente el mundo cambió y en muchos casos, numerosas personas no se percatan de dichas renovaciones. Pareciera que aquella herencia colonial que nos mantuvo dominado durante más de trecientos años algunos aún la aceptan estoica y orgullosamente. Quizás no es culpa de ellos sino que las estructuras administrativas, políticas y sociales de aquella época aún en el siglo XXI perduran. No obstante se piensan que las alcaldías y las gobernaciones (inventadas en los siglos XIV) por las monarquías solucionan los problemas de los vecinos, muchas de nuestras universidades mantienen las estructuras de las viejas instituciones educativas traídas por los colonos, me sorprendo cada vez que observo los magistrados abrigados con la toga que vestían los funcionarios de las monarquías europeas. Cuántos padres no se sienten orgullosos al ver disfrazados a sus hijos con la toga y el birrete tal como lo hicieron los graduados universitarios del siglo XV.
Todavía los funcionarios del estado no se han reparado que nuestro país es un estado laico y en oportunidades comienzan un acto oficial con una misa, en muchas oficina de gobierno he visto grutas donde reposan alguna de las cientos de vírgenes del santoral católico, también el estado utiliza parte del presupuesto de la nación para remodelar o construir iglesias católicas y recurre a la diplomacia oficial para propiciar la santidad del doctor José Gregorio Hernández, entre tantos de los elementos que me permite juzgar que nos quedamos anclados en un período del cual nos cuesta salir.
Imposible alcanzar el desarrollo con las estructuras políticas, sociales, administrativas, laborales y tecnológicas de épocas pasadas. Y no solo es un problema de estructura, es un problema de la mentalidad de los burócratas que solo piensan en dividendos personales tantos económicos como políticos. Aspiramos llegar a la llamada Revolución Industrial, a pesar que fue iniciada en la segunda mitad del siglo XVIII en Gran Bretaña con la aparición las máquinas de vapor y la producción en serie. Esta le permitió a los países imperiales utilizar los recursos robados en "sus" colonias, la explotación brutal de miles de obreros, mercados cautivos hacía donde vendían la mercancía a precios elevados, a pesar de que la materia prima con la que la confeccionaba era robada en los llamados "protectorados". Actualmente estamos en la era de la informática y la comunicación, de la revolución tecnológica, de la robótica, de la nanotecnología, de los chips, de los microprocesadores, en un mundo donde el trabajo lo realizan robots inventaos por mentes creativas.
Nuestra rectores de las universidades parece que sienten eufóricos al graduar empleados que cubrirán las plazas en las empresa extranjeras, están muy lejos de formar inventores, creadores, empresarios capaces de dirigir una fábrica donde la mano de obra explotada se reduzca y que sean lo robots los que realicen el trabajo de mayor esfuerzo. Ya la industrialización tal como se concibió en los siglos XIX y XX, quedó en el pasado, esta contribuyó para la imponer la dictadura financiera, la explotación de millones de obreros, la creación de monopolios, el secuestro de la tecnología, la contaminación de los océanos, ríos, lagos, el aire, acabar con la flora y la fauna de la Tierra sin que desaparecieran los problemas fundaméntateles del planeta, como el hambre, la miseria, las enfermedades endémicas, el fin de las guerras, los problemas de salud y vivienda. Estamos viviendo tiempo de la Revolución Tecnológica.
Modernamente las grandes empresas capitalistas nos quieren mostrar el mundo a través de una pantalla. Antiguamente fue el cine. Mediante las películas de Hollywood los empresarios del cinematógrafo le vendieron al mundo un modelo de vida más ligado a la fantasía que a la vida real, donde una familia de la clase media vivía en una mansión, el padre conducía de un auto último modelo, disponía de un yate y frecuentaba un club para practicar golf, mientras su esposa jugaba las cartas con otras damas de la sociedad. A los anterior, en la pantalla se divulgaba la parte "maléfica" de la vida, cuyos responsables eran los comunistas rusos quienes comían niños, así mismos, los chinos y los coreanos eran los únicos culpables de los males de la raza humana.
Pero el mundo en la pantalla se amplió al incorporar una nueva para que los capitalistas mostraran al mundo sus innovaciones. Se inventó la televisión por allá en la tercera década del siglo XX. No bastó el cine, ahora las familias del planeta tendrían un intruso entremetido en su hogar, un artilugio eléctrico llamado televisor. Con este se puede ofrecer, no solo el estilo de vida de los capitalistas, también se convirtió en un agente vendedor de productos de todo tipo, tanto buenos (muy pocos) como los perjudiciales para la salud (la mayoría). Además de esto, la pantalla de la televisión también promociona un estilo de vida a través de sus películas, series, novelas y publicad. De este modo el televisor se trnsformó en un agente de manipulación ideológica.
Para muchas personas lo que no aparece en la televisión no ha sucedido. El mundo se mira a través de la pantalla de la televisión. Pero esta gesta no había concluido, la tecnología todavía le faltaba ofrecernos muchos y nuevos avances. Fue así que cuando surgieron los monitores de las computadoras y con el invento del Internet, los celulares inteligentes y las tabletas, los fanáticos de la pantalla tienen para escoger. Los apasionados por la pantalla tienen ahora el mundo en sus manos.
Los capitalistas llegaron al paroxismo para ejercer, a través de la pantalla, su influencia en toda la humanidad. Logró conquistar las mentes de miles de millones de personas para sujetarle al yugo de la publicidad. La globalización encontró el mejor medio para uniformar el comportamiento de los niños, jóvenes, adultos y el de las personas de la tercera edad. Llegó la hora del pensamiento único y el de la unipolaridad.
La pantalla se convirtió en el mejor aliado del capitalismo. Para el gran capital llegó el momento, el orto, para la divulgación de la propaganda y la manipulación ideológica a gran escala. Una manera de dominar la conciencia y la conducta de los habitantes de todo el planeta. La tecnología y la ciencia al servicio del gran capital, es la era de la Revolución Tecnológica.
Pero no solo la pantalla sirve para la manipulación ideológica, hay otra manipulación más funesta que la anterior. Se trata de la manipulación mercantil, practicada por un poder obsesionado por el dinero que lo utiliza para obtener grandes ganancias. En la pantalla aparece todo lo que ofrece perspectiva de réditos, sin tomar en cuenta los perjuicios que sus presentaciones pueden ocasionar, sin importarles los problemas de fondo ni los de forma.
Lamentablemente en la pantalla no solo aparece la verdad, la realidad o lo que sucede al instante. Los amos de los medio fabrican verdades a conveniencia, crean escenarios de aparente "realidad" para perjudicar a terceros. Estas farsas aparecerán al instante, en tiempo real, en el cine, la televisión, en los monitores de los computadores, en las tabletas y en los celulares inteligentes. Mediante las pantallas se venden mentiras a gran escala para que los idiotas, los adictos a las pantallas, complacidos de la vida las vean, mastiquen y digieran tales ficciones, todas presentadas en estos rectángulos brillantes como imágenes trucadas.
Pero el gran capital tiene sus detractores, quienes creemos en la verdad verdadera y no en la verdad fabrica y globalizada. Por suerte existe otra pantalla, para la gente que piensa, la que no se dejan manipular por los mundializadores. Felizmente contamos con RT, con Telesur, con medios comunitarios combativos que enfrenta valientemente el monopolio de las imágenes globalizadas para llevarles a los habitantes de la tierra la verdad verdadera y no la verdad elaborada con intenciones subrepticias. "El mundo es ancho y ajeno" tal como destacó en su novela el célebre escritor peruano Ciro Alegría y no es monopolio de unos pocos. Ciertamente, la pantalla cambió el mundo real por el mundo de las mentiras para que los idiotas lo disfruten a montón.
No olvidemos aquellas palabras de Simón cuando le escribió a Jeremías Benthan en 1827: "Hacer bien y aprender la verdad, únicas ventajas que la Providencia nos ha concedido en la tierra". Lee que algo queda.