Hablo de España. En todas las profesiones hay de todo. Pero hay una, la profesión de periodista, en la que, aparte su falta proverbial de autocrítica y aparte un corporativismo repulsivo entre los profesionales (los bien situados, por supuesto) que merman la imprescindible confianza y credibilidad que demanda la profesión, afloran mucho más fácilmente las lacras de sus protagonistas a causa de su visual y frecuente exposición en los medios. Porque en sus comienzos y hasta bien entrado el siglo XX el periodismo residía exclusivamente en la prensa escrita, y los periodistas físicamente eran prácticamente desconocidos. Pero después y hasta ahora y para siempre, los medios audiovisuales cambiaron completamente el escenario. Los medios audiovisuales ponen al periodista en el primer plano de lo ostensible. El periodista ya tiene rostro. Su imagen, sus ademanes, su expresión corporal y, sobre todo, su no disimulada tendencia ideológica, un eventual inelegante y pésimo estilo expresivo y lo que se adivina como malas artes en su trabajo, pueden llegar a hacer de él para el espectador un sujeto sencillamente despreciable; esos periodistas que hace ocho años, año tras año, no han tenido empacho de sembrar todo el descrédito posible sobre un político al que detestan ideológicamente y han terminado siendo ellos mismos una de las causas remotas, es decir, la causa de la causa, de que ese político abandone la política. A esta clase de profesionales me refiero aquí y ahora. Pero también me refiero a otros. A esos y al medio para el que trabajan, que silencian lo grave y agravan lo irrelevante; a esos que dan una noticia que luego judicialmente se declara falsa, pero el mismo periodista y el mismo medio que la difundieron no la rectifican publicando o difundiendo la sentencia que así la ha declarado... No en balde el Instituto de Estudios de Periodismo de Reuters adscrito a la Universidad de Oxford ha publicado un informe en el que se concluye que los medios españoles son los que en Europa menos credibilidad generan....
Desde luego si la influencia del periodismo en general es colosal en la política y en términos generales en todo, en especial esta clase de periodismo en particular al que me refiero, en España ha sido nefasta. Es más, al periodismo en esas sus dos versiones: ese abominable, manifiestamente neoliberal que contraviene directamente la deontología periodística, y al otro cuya pasividad acaba haciéndole cómplice, les hago responsables de la evolución de los acontecimientos en este país. Si bien es cierto que comparte dicha responsabilidad con la justicia. Pues no es ya noticia que en España la política está descaradamente judicializada, y descaradamente politizados no tanto los jueces ordinarios como los magistrados de los altos tribunales. Algo que resulta patente desde la mismísima Transición. Razón por la cual la derecha, quiero decir los franquistas disfrazados de conservadores, recurren fácilmente a ella en multitud de decisiones de la izquierda convencional cuando gobierna. Esa justicia como órgano de gobierno indirecto es del mismo paño. Por eso aquellos saben bien que cuentan, según qué casos, con la casi segura complicidad de los magistrados. Aunque a veces estos no tengan más remedio que disimular imponiendo, si, penas severas a los correligionarios de las derechas, pero cuyo cumplimiento atenúan significativamente después las instituciones penitenciarias; siendo así y por el contrario, que tanto esos tribunales como instituciones penitenciarias son implacables con otros penados que, dígase lo que se diga, entre unos y otros han convertido en presos políticos.
He dicho que el periodismo me hace responsable de los acontecimientos. Y he insistido en referirme al periodismo español descollante y predominante; descollante y predominante no por su neutralidad, no por sus principios deontológicos, no por una elegante contribución inexistente al desarrollo de la democracia en unas sociedades, las de este milenio, eminentemente mediáticas, sino por sus recursos financieros y por su posición de "salida" desde la dictadura a esta otra cosa. Pero también es de ley referirme al otro periodismo. Ese otro exclusivamente digital que trata dificultosamente de abrirse paso sin subvenciones de ningún género que, por ajustarse a las reglas de juego limpio, ha de tener una influencia mucho menor, como lo demuestra su escaso impacto, en comparación con el otro, en los resultados globales de la política. En todo caso, no me canso de repetirlo, al periodismo que Reuters y su informe se refieren, hago absoluto responsable de la deriva de casi todo el "hecho" político en España y de ahí al "hecho" social, desde el fin de la dictadura y desde su paso a esta semi farsa democrática.
No hay más que fijarse hasta qué punto ese tipo de periodismo rastrero ha perseguido desde el principio de la eclosión de la izquierda en las calles y luego en el parlamento; no hay más que hacer un seguimiento de hemeroteca de los periodistas que con premeditación y alevosía se han dedicado febrilmente a perseguir y a acosar a una formación, a sus líderes, a su líder, todo miserablemente ad hominem, cuando debieran haber sido acogidos por dichos medios positivamente aunque sólo fuese por el saneamiento del modelo político. Sin embargo desde el primer momento le rechazaron, y para el partido esos medios y esos periodistas fueron su mayor obstáculo. No hay más que observar el encono, la saña y la perseverancia que han dedicado dichos periodistas a la demolición controlada de un partido que irrumpió en la escena política para denunciar lo que no había hecho en cuatro décadas el partido de la izquierda oficial durante la alternancia; que llegó para impulsar las transformaciones que este partido no había ni siquiera intentado en cuarenta años, pese a haber voceado en los mítines su propósito de posibilitar el estado federal, un referéndum monarquía-República, denunciar el Concordato con la Santa Sede, remediar las ominosas desigualdades, denunciar las Bases americanas... Iniciativas prometidas o anunciadas que no sólo no cumplió, es que ni siquiera promovió. Y no sólo eso, es que este partido de falso socialismo dio el primer paso hacia lo que nunca un partido verdaderamente socializante serio hubiese hecho: iniciar la ceremonia de la privatización; empezando por la energía, lo más sagrado de los bienes públicos de producción. A cuya primera privatización siguieron las restantes, abriendo camino a aquellos franquistas disfrazados de conservadores neoliberales.
En cuanto a los demás periodistas, esos en apariencia neutrales, esos que en primer plano han venido dominando la escena periodística gráfica, televisiva y radiofónica general; esos que no secundaron directamente las infamias en que basaron sus acusaciones los periodistas encanallados, qué decir... Con su silencio y pasividad dieron a los otros un inusitado protagonismo; facilitándoles el concienzudo trabajo de acoso y derribo del llamado partido morado y de sus líderes, contribuyendo a promover, desde la morbosidad y la maledicencia, la división ideológica interna posterior del nuevo partido. Hasta tal punto eso es así que ahora, tras 8 años de persecución, prácticamente han conseguido minar no sólo su inicial pujanza si no también los cimientos del ideario de la formación. Poco importó, que cuantas pruebas se aportaron con las denuncias de esos canallas ilustrados fuesen falsedades fruto de la maquinación, como así las consideraron después los tribunales. Poco importó, pero los efectos buscados se lograron. El daño, el "calumnia que algo queda"... y el descrédito de los líderes e ideólogos del partido son otro hecho absolutamente destacable, concausa a su vez de la debilidad actual de la formación.
Nunca olvido la frase de Einstein cuando dijo que los peores males del mundo no son tanto los causados por los perversos como por quienes les consienten (lo que está ocurriendo ahora también con esta pandemia fabricada es el último caso de esa naturaleza). Y ese papel de consentidores de la perversión que ha afectado y afecta a muchas cosas pero especialmente al virtual borrado del espectro político de la única formación de verdadera izquierda, es el que han desempeñado todos los periodistas y los medios de primera línea. No por moderados menos comprados o vendidos a los dueños de los medios gráficos, televisivos y radiofónicos. A ellos, insisto por última vez, hago principales responsables y culpables de que España no sólo no se haya movido un palmo en su singladura política y social desde 1978, sino que España de nuevo camina inexorablemente hacia un bipartidismo aun entorpecido por los partidos nacionalistas vasco y catalán. Por todo esto, nunca he confiado en absoluto en la política. Por todo lo dicho y porque desde el día siguiente del 6 de Octubre de 1978 tomé clara conciencia de lo que en adelante más o menos habría de suceder, no empecé siquiera a prestar atención a la política española. Sólo cuando compareció ese partido, ahora en sus peores momentos, es cuando comencé, aunque eso sí a vista de pájaro, a interesarme y a acariciar expectativas de cambios profundos en España. Sobre todo, el principal esperado desde el mismo 1978: el referéndum monarquía-República que nunca ha terminado siquiera por insinuarse. Así es que ahora, ante el espectro político que nos ocupa, no tengo más remedio que regresar de nuevo, psicológicamente al menos, a los cuarteles de invierno...