La mayoría de los estudiantes de los colegios privados, principalmente católicos, por mucho tiempo fueron hijos de inmigrantes portugueses, españoles e italianos, entre otros. Señalo estos tres grupos por constituir estos el mayor número de inmigrantes llegados de Europa, en especial durante los tiempos de la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez. La mayoría de esos inmigrantes abandonaron sus países por razones económicas. Realmente una minoría se vino para estas tierras por razones políticas. Era comprensible, no vendrían a un país donde había una dictadura.
Sabemos que muchos de los inmigrantes italianos simpatizaban con la dictadura de Pérez Jiménez, incluso hablan de ella con nostalgia. También conocemos la clase social de la mayoría de esos inmigrantes. En su mayoría lograron con trabajo y esfuerzo darse una vida mejor que la que tenían en sus países de origen. Unos pocos lograron hacer fortuna, algunos de maneras poco honestas. La mayoría de los inmigrantes europeos son católicos y constituyen uno de los principales sustentos de la iglesia católica en el país. Muchas iglesias, capillas, etc. han sido construidas por asociaciones de inmigrantes.
Entre esos grupos de inmigrantes, reunidos en sus clubes sociales o en sitios públicos, es común comentar que los venezolanos son flojos, que son ellos los que han construido este país. Le enseñan a sus hijos que los venezolanos somos flojos, que ellos si trabajan duro y que por eso tiene lo que tienen. Unido a estas enseñanzas se da el fenómeno entre los chicos y chicas de la segunda y tercera generación de hijos de inmigrantes de curiosidad por el país de origen de sus padres, de un deseo de volver a sus raíces europeas. Muchos de ellos llegan a querer más al país de procedencia de sus padres que a Venezuela, donde nacieron. Los clubes sociales cumplen un importante papel en ese proceso educativo.
El fervor católico, resaltado más arriba, lleva a los hijos de inmigrantes europeos, al igual que hicieron sus padres, a inscribir a sus hijos en colegios católicos. Esos colegios son a su vez administrados por grupos religiosos católicos cuyos miembros son en su mayoría procedentes de España, Portugal e Italia. Además, estos grupos están asociados o simpatizan con sectores de la derecha. Esa combinación, religión, origen y política, garantiza la reproducción ideológica de esos grupos sociales. La enseñanza de la historia de Venezuela y del compromiso con el país son devaluados. Las manifestaciones culturales venezolanas como la música, juegos (metra, trompo, etc.), vestidos, cocina, etc. con sistemáticamente excluidas de las actividades extracurriculares. Más importancia se le da a la celebración de las fiestas de la Virgen de Fátima, de las Nieves y otras que a las fiestas de San Pedro y San Juan, los diablos danzantes, etc. En esos colegios la educación está dirigida, consciente o inconscientemente, a la desnacionalización, a la formación de jóvenes que desprecien a Venezuela y aprecien la cultura de sus padres como cultura superior a la nuestra. Las enseñanzas que reciben los hijos de los inmigrantes en sus clubes son complementadas por la escuela privada católica administrada por curas y monjas de origen europeo.
Una vez que terminan la educación secundaria, los nietos de inmigrantes europeos van a universidades privadas o a las universidades autónomas, a ellos les favorece el sistema de ingreso, o como la Simón Bolívar, donde van a estudiar con la mente puesta en abandonar el país tan pronto como se gradúen. Esos son los que marchan contra el socialismo y en defensa de Marcel Granier. Estamos recogiendo los frutos de un largo proceso de desnacionalización cognitiva, de desarraigo. Una manera de detener este proceso es con una reforma educativa seria que cambie la pedagogía del desarraigo que prevalece en los colegios católicos privados.
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