Sin que me quede nada por dentro, pienso que estamos en una guerra permanente, generalizada, septisémica, una guerra por todos lados, no sé si mundial en términos convencionales. Pero de que estamos en guerra, estamos. Pienso que ni una pisca de pele hay en tal sentido.
Apartando el plomo grueso de Irak y de otros escenarios reales y potenciales, los gringos dicen que no importarán más juguetes chinos porque están embadurnados de plomo, por lo que China acaba de decir que no permitirá la entrada de unas galletas de sopas Campbell porque tienen burda de aluminio.
No sería extraño que Estados Unidos dijera, en cualquier momento, que no importará más bombones de China porque vienen rellenos con pelos de osos pandas enfermos, mientras que la respuesta inmediata de China sería no dejar entrar más hamburguesas McDonald`s porque estarían preparadas con restos quirúrgicos recogidos semanas después en los basureros hospitalarios. Lo que luce cierto.
Bush pudiera decirle a Putin, que andar por riachuelos alejados con un príncipe cuya sexualidad está en entredicho, habla muy mal de la masculinidad democrática rusa, mientras que Putin le ripostaría entonces a Bush diciéndole que su mujer lo que parece es una verdadera Putin.
Por otra parte, el diario derechista El País de España dice que, de acuerdo a una encuesta del equilibrado diario El Nacional de Venezuela, el sesenta y uno por ciento de los venezolanos afirma que Chávez lo único que quiere es perpetuarse en el poder con la reforma constitucional, por lo que estamos a la espera de la respuesta del diario Vea que, seguro en contestación dirá que, de acuerdo a una encuesta realizada por ese diario en la conservadora parroquia de Catia, el noventa y siete punto ocho por ciento de los venezolanos afirma que Marcel Granier es un vergajo mediocre con aires -entre otros- de elegante. Lo que luce cierto.
Y esta mañana, contagiado ya por el ambiente, le dije a mi mujer, con motivo de no haberme aplanchado anoche la pijama, que era una pajúa frígida, contestándome ella, sin vacilar, que yo no llegaba a ser, ni siquiera, un embrión contrahecho de macho... Lo que por supuesto no es, ni luce, cierto.
-¿No tenías algo más sencillo que decirme? le pregunté alarmado y muy serio.
-Bueno, ¡no quieres guerra! me contestó sonriente.
Y así andamos en este perro mundo, mal en guerra y contagiados, pero yendo bien, y gozandillo una bolilla, al parecer.
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