Si hay algo que la revolución nos ha permitido ver, es la cara de la doble moral.
Con estupor, vi el dolor desatado de la camarada Iris Varela en la televisora regional del Táchira, traducido en cachetadas en contra del periodista Gustavo Azocar por haberla mortificado en su dignidad y dolor de madre.
De igual manera, vi y escuché el análisis que hizo el señor Mario Silva García, desprendido de su condición de comunicador social (así se autocalificó) en su programa La Hojilla la noche del 20 de noviembre de 2007 en torno al incidente. Escuché su solidaridad expresada con la camarada Iris Varela y hasta justificó la agresión física de la diputada hacia el periodista Gustavo Azocar y dijo en varias oportunidades: ¡Eso no se hace! refiriéndose a lo escrito por el periodista y que le mereció la reprimenda pública por parte de la señora Iris Varela.
Estoy de acuerdo con usted señor Mario Silva García; eso no se hace. No sólo en contra de la dignidad de una mujer, sino también en contra de la dignidad de un hombre o núcleo familiar. Hay cosas que no se deben hacer, señor Mario Silva García.
No conozco en profundidad los pormenores del incidente; salvo el fragmento de texto que leyó el señor Mario Silva García extraído del libro escrito por el periodista tachirense en donde hace mención del trance adverso que vivió la camarada durante su parto que derivó en la muerte de su hijo y que al parecer fue el detonante para que la comandante fosforito tomara cuenta, por mano propia, en contra de Azocar cuando este último escribió: que todo el carácter efervescente de la camarada fosforito deriva del trauma sicológica que le produjo la muerte de su hijo y lo cual no ha podido superar.
La comprendo; posiblemente no la justifique en la agresión en contra de Azocar; pero la comprendo.
No obstante, señor Mario Silva García ¿qué tal si una mujer se apareciera en su programa a pedirle cuenta por algo que usted divulgó de su esposo? ¿Qué tal, si la señora Simonovis se presentara en su estudio, por ejemplo, a abofetearlo por haberse burlado hasta la saciedad de las HEMORROIDES de su esposo? ¿Cuál sería su postura?
De panita, de pana, señor Mario Silva García, eso, tampoco se hace.
Señor Mario Silva García, le voy hablar como médico, experto en patología del canal anal cuya cirugía manejo a diario en mi práctica profesional.
¿Cómo se lo digo para que me entienda? Si hay algo que a un hombre, como usted y como yo le da pena confesarle, incluso, a un médico, es que padece de enfermedad hemorroidal o de cualquier otra patología anal, incluida la prostática que, sin serla, amerita de un tacto rectal. Eso raya con la vergüenza intrínseca y pudor del ser humano. Los pacientes, señor Mario Silva García, llegan apenados a la consulta; no encuentran la palabra adecuada para manifestarlo. Como cirujano general, que practico la proctología lo sé y comprendo al paciente; en especial, al masculino, porque antes que médico soy hombre también.
Lo que usted hizo con un reo de la justicia, señor Mario Silva García, como en el caso Iván Simonovis y su familia, en divulgar su patología a los cuatro vientos; durante varias noches seguidas; por largos espacios en su programa; con sorna; con ventajismo; con alevosía; violentándole su intimidad que se la consagra el artículo 60 de la Constitución y que el médico tratante, preservando el pudor del paciente; apegado al precepto ético establecido en el código de deontología médica del secreto médico está obligado a mantenerlo como tal y que usted se encargó de hacerlo de dominio público, tampoco se hace.
Lo que usted hizo con ese ciudadano, como bien lo dijo Teresita Maniglia al referirse al tema de la camarada Iris Varela en comunicación enviada a su programa en solidaridad con ella y que usted leyó en el mismo, “es ruin y sólo traduce miseria humana” fin de la cita.
Mi solidaridad con la camarada Iris Varela; mi solidaridad con el ex comisario Iván Simonovis al margen de su posición política y mi repudio para Gustavo Azocar y para usted señor Mario Silva García.
En este momento, no sé cuál de los dos es peor.
¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tú hermano, y no hechas de tu ver la viga que está en tú propio ojo?
Evangelio según San Lucas 6.41
¡El que tenga oídos, que oiga!
(*)Dr.
elieceralvarado@cantv.net